La venganza del millonario

11. ¿Y el novio?

Sam

—Acepto casarme contigo. —No hay mucho que pensar, lo que tenía que decirle ya se lo he dicho y considero que dar el siguiente paso es una prueba más de ese amor que nos tenemos.

No quiero torturarme imaginando escenarios que no existen, mi corazón me dice que Fernando es el indicado, estoy cegada por su amor y quiero permanecer toda mi vida con él.

Espero con ansia que los días corran cada vez más a prisa, esperando con ansias el bendito día, convertirme oficialmente en su esposa. Esa es mi ilusión.

Mi mañana es muy ajetreada, entre ir a la oficina y después ir con mi amiga a contarle la buena noticia. Su reacción no es la que esperaba, ya que me mira como si tuviera tres cabezas.

—¿Qué mentiras te contó que le creíste a la primera? —Su reacción es la esperaba y que puedo decir, desde siempre se ha llevado mal y aunque creían que no me daba cuenta de que trataban de soportarse por mí, están equivocados.

—No son mentiras, yo confío en él. —Esa es la verdad.

—No diré nada más amiga, ya te lo dije antes, si tú eres feliz, entonces yo soy feliz contigo.

Me da un abrazo para darle más fuerza a lo que me acaba de decir, ella es como una hermana para mí y me hubiera dolido que me deje en estos momentos. Ella se ofrece a organizar todo junto conmigo.

Comenzamos a planear todo, no quiero que esto sea gigantesco, con que mis Alice, mis abuelos y la familia de Fernando este presente me daré por bien servida.

Hablo sobre el tema con mi casi esposo y me confirmo que ellos vendrían para la boda, me emociona saber que pronto los conoceré, la verdad es que me habla muy poco de ellos, como si fueran un misterio. Con decirles que habla de hermanos, pero no he logrado saber cuántos tiene, supongo que la incógnita se va a resolver el día de la boda.

El lunes vamos a visitar a mis abuelos a su casa de reposo, se sorprenden un poco, ya que no es el día habitual que paso con ellos, a pesar de eso me reciben con la misma alegría de siempre. Quisiera llevármelos conmigo, ahora ya no tengo que concentrarme en la escuela y puedo estar más al pendiente de ellos. Ya lo he hablado y se siguen negando so pretexto de que ahora tengo que atender mi relación.

Ellos siempre pensaron en mí, siempre fui su consentida y aunque no conocí a mis padres, ellos se convirtieron en esas figuras que me faltaron.

—Queremos darles una noticia. —le digo nerviosa al tenerlos aquí enfrente y sentados en este hermoso jardín.

—Al fin me van a hacer bisabuela —Casi escupo el jugo que me ha ofrecido la abuela.

—No, es algo mejor. —Su cara de decepción lo dice todo.

—Habla ya que me tienes angustiada —murmura el abuelo.

—Señores, quiero…

—¿En qué quedamos con eso de decirnos, señores? —Mi abuela interrumpe a Fernando.

—Perdón. Abuelos, quiero pedirles que me concedan la mano de su nieta.

—Parece que te has llevado algo más que su mano. —Vuelve a murmurar el abuelo.

—Ya deja de interrumpirlo, no te das cuenta de que nos están diciendo que se van a casar.

Los dos se sonríen cómplices, después se levantan y me abrazan deseándome lo mejor, también lo hacen con Fernando y estoy más de lo que hubiera deseado, de ver a mis abuelos tan contentos me da la satisfacción de saber que estoy haciendo las cosas bien.

—Hazla más feliz de lo que ya es muchacho y entonces, nosotros podemos irnos tranquilos de saber que ella está con alguien que la ama.

De pronto tengo ganas de llorar por lo que están diciendo. Una sensación no me deja tranquila. Pasamos parte de la tarde con ellos y después tenemos que volver a la triste realidad de un adulto; trabajar. Salimos de la casa de reposo, tomados de la mano, contentos de tener la bendición de los abuelos.

—Te amo —expreso cuando ya estamos en el auto.

—Yo también.

***

 

Una semana después estoy arrepentida de no haber buscado una organizadora de bodas, entre el trabajo, las pruebas de vestido, el banquete, las invitaciones, el papeleo, la iglesia, todo me tiene vuelta loca y ni siquiera he estado comiendo bien provocando unos mareos que me tiene un poco más loca.

—Ya deja de dar vueltas como desesperada, me vas a marear. —Me detiene envolviéndome en sus brazos y me besa para que me calme.

Hoy me entregan el vestido y estoy nerviosa de ver el resultado, a esto no me puede acompañar el novio y por desgracia mi amiga tampoco puede hacerlo, entonces me va a tocar ir sola.

—Es que quiero que todo quede perfecto.

—Y va a ser perfecto, no te debes de preocupar. —Siempre trata de darme ánimos, Fernando no se nota nervioso, yo quisiera estar como él.

—Te veo al rato. —me despido de mi casi esposo y manejo hasta la tienda de novias.

Estando ahí, con verlo me he enamorado de unos trapos, el vestido pulcro se ve más que hermoso. La dependienta me ayuda a ponerlo y cuando se encuentra sobre mi cuerpo, me deja sola frente a un espejo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.