Dominick Vlad es esa clase de hombre que alborota hormonas al tú pasar cerca de él, es imposible de ignorar cuando posee un físico muy bien tratado y que al parecer los genes de este tipo gritan: mírenme. Piensas que es un hombre inalcanzable, tal vez un tipo que no es de este mundo.
Cuando lo conocí solo di por hecho que era un maldito arrogante con un genio de los mil demonios, lo cual no es del todo una mentira, pero también me mostró una actitud rara que no pensé que fuese de él. Siempre parece lejano, que cuando está cerca consume todo a su paso y no si eso es bueno o muy malo para mí.
Justo ahora él se encuentra sentado en mi sofá, el saco no lo lleva puesto por lo que la camisa que se aprieta a ese delicioso cuerpo está en mi campo de visión. Él pasa las manos por su pelo y suspira con fuerza, yo en cambio estoy tranquila en el otro extremo del sofá esperando que hable, o dándole el tiempo a que él mismo reúna el valor de contarme lo que vino decir. No me gusta que me presionen cuando quiero hablar, así que hago lo que yo quisiera que hagan conmigo; esperar que él mismo hable.
Los bonitos ojos de Dominick caen en mi persona y me dedica una pequeña sonrisa que me hace lamer mis labios y sonreírle un poco. Es imposible no hacerlo cuando me mira de una manera tan dulce, pero también me doy cuenta de que hay dolor contenido en su mirada.
—Te pido una disculpa por todo lo que mi abuela dijo de ti, sé que ella es... complicada—dice despacio, como si buscara las palabras correctas para definir a ese mal espíritu que es su abuela. Su abuela en realidad es un completa perra, pero no pienso decirlo en voz alta, así que me contengo—pero me sentí bien al verte defenderte, siempre es algo que no puedo evitar admirar, ver como no dejas que nadie te pisotee, tú brillas tanto—susurra tan bajo que creo que lo imaginé.
—No tienes que disculparte Dominick, sé que es ella, la del problema es tu abuela. No fuiste tú quien me insultó, fue ella, así que no tienes por qué disculparte. En todo caso la que debería disculparse es ella conmigo y yo con ella, ambas nos insultamos—me encojo de hombros respetándole importancia, él vuelve y pasa las manos por su pelo.
—Quiero que entiendas que yo no te veo de la manera en la que ella planteó, jamás te he visto de esa manera—le regalo una lenta sonrisa y asiento.
—Eso lo sé, jamás lo harías—juego con mis dedos con la mano sobre mi regazo—Dominick, si no te sientes capaz de decirme qué te atormenta no lo hagas, yo sabré esperar, pero si tengo algunas cosas que preguntarte, también debería enojarme de algunas acciones de tu parte.
>> Patricia me cae como una piedra enorme en el estómago, aunque nos ves a ambas actuar cerca, en realidad solo somos idiotas y tenemos el lema de: Si no puedes con el enemigo únete a él. Nos conocemos desde hace tiempo y nos llevamos muy mal, nuestras opiniones y formas de ser chocaron tanto hasta un punto que una de las dos cruzó una línea buscando hacerle mucho daño a la otra.
>> Créeme cuando te digo que no la soporto. La única razón por la cual acepté formar parte de sus damas de honor fue joderle la boda por algo que me hizo. Sabía que ella buscaba hacer algo por todo lo alto y yo quería que saliera mal, es por eso que sigo en ese circo.
>> Aunque me encantó que me besaras—digo mirándolo—no puedo evitar sentir esta pequeña molestia porque fui yo que quedé como la trepadora, Patricia frente a todos es tu prometida y de pronto me besas, me besaste por unos absurdos celos—digo rodando los ojos.
—No fueron absurdos—me responde interrumpiéndome.
—¿Seguro?—él aprieta sus labios formando una fina línea con los labios.
—No, porque Jhon se estaba pasando de mano larga contigo—exhala despacio recorriéndome con los ojos—¿no te has visto? Eres hermosa, pero justo hoy pareces alguna Diosa que se compadeció de los mortales dándole un momento de felicidad visitándolos. Cuando te vi sabía que hasta hoy había durado todo este papel de mantenerte alejada. Eres demasiado hermosa para mi propio bien—sonrío tímida sintiendo mis mejillas calentarse.
—Son absurdos porque Jhon y yo no somos nada. Además de que no tienes ningún derecho sobre mí, tampoco tú y yo somos algo—él asiente.
—Eso es cierto, me jode, pero tienes razón. Disculpa—acaricio mi cuello y cruzo mis piernas para ponerme cómoda. Sus ojos caen en la manera en que mi vestido sube un poco. Enarco una ceja mirándolo y él sonríe como si lo he pillado en algo malo.
—Besas bien—menciono de la nada, una sonrisa juguetona aparece en sus labios, mis ojos siguen el movimiento de su lengua cuando él lame sus labios. Escucho su risa y no me importa parecer una descarada justo ahora.
—Gracias—murmura guiñándome un ojo—tú sabes muy bien lo que haces—me doy cuenta de que estoy haciendo que se desvíe del tema inicial, pero me doy cuenta de que poco a poco va bajando la guardia. Lo veo acomodarse mejor en el sofá dándome toda su atención.
—No me has visto en todo—las palabras quedan sueltas en el aire y sonrío sin ser tímida, la timidez no es uno de los rasgos por los cuales se me conozca. Él lo sabe, sabe que mis palabras van más allá de hablar sobre besar porque se ríe abiertamente y sus ojos se ven pequeños mientras se ríe. Es tan hermoso que me encuentro complacida en escuchar el sonido de su risa y la forma de su rostro justo ahora. Es un hermoso espectáculo que me brinda.
—Breanna, no me distraigas más—dice y parpadeo—porque si continuas así nunca podré decirte lo que tengo en mente y solo podría saltar sobre ti como algún maniático y besarte—un suave suspiro se escapa de mis labios—eres una gran distracción para mí, eso puede ser peligroso—lamo mis labios.
—Entonces mi persona representa un peligro para ti—él asiente.
—Un verdadero peligro, espero y asumas la culpa—enarco una ceja que hace que la sonrisa que tenga incremente—otra vez me distraes, tú me distraes con tanta facilidad que creo que debería ser imposible, ¿Cómo lo haces?—su pregunta me hace encogerme de hombros.
Editado: 21.11.2024