La Vida En Un Suspiro

¿Insomnio u obsesión?

   Al subirme al carruaje para volver a casa tuve que esperar un par de minutos mientras mi padre y mi tía se despedían de los asistentes, quienes eran  casi la mitad de Eatonton. La media manzana podrida.

   Bernard se quedó platicando conmigo. Él afuera y yo dentro del carruaje. Me sentía como un cura escuchando las confesiones de uno de sus feligreses sino que yo no haría que Bernard pagara sus penitencias con rezos inútiles.

   Por alguna razón Bernard  hablaba entusiasmado de sus sueños de ver que mis hermanos y yo pudieramos desarrollarnos como personas saludables y me recordó que por ser una joven de singular belleza y posición tenía la oportunidad de escoger como marido a cualquier hombre.

   -Mi niña la conozco desde que era un pequeño ser de mejillas redondas que lloraba cada vez que el Señor Haze tocaba el piano de forma torpe.- se rió al acordarse de mi padre intentando emular el talento de mi madre.- Pero lo que quiero decir es.- miró en todas direcciones para asegurarse de que nadie estuviera espiando su discurso.- ¡Por el amor de Dios! No vaya a escoger como su esposo a uno de esos hombres que se complacen con el dolor de otros. Una gran casa, unos acres de tierra fértil, joyas, dinero y vestidos ya le han sido concedidos al ser heredera de los Haze así que busque algo más. Un hombre que la mire con la misma devoción cada día hasta que su cara esté llena de líneas de sabiduría.-  era obvio que se refería a la clase de amor que él sentía por su esposa.

  - ¿Sabes una cosa Bernard?

  - Soy todo oídos señorita.- inclinó la cabeza para escuchar mejor.

  - Si volviera a nacer me gustaría ser negra para que esas líneas de sabiduría no aparecieran tan pronto.- bromeé.

   Bernard se rió tanto que comenzó a llorar.

   Verlo tan feliz en un día de luto era una total burla para los que de dientes para afuera sufrían la muerte de una dama tan distinguida.

   Un esclavo riéndose delante de los blancos que me miraban como exortándome a que lo prendiera a latigazos. En mi corazón sabía que Bernard era en realidad un hombre libre confinado a vivir en la tierra de los Haze hasta que el proceder troglodita de una vasta cantidad de habitantes de la tierra de las oportunidades.

   Un par de vidas después, tal conducta infrahumana aún sigue vigente en ciertos círculos.

   La efusiva risa de mi querido Bernard ambientando el sombrío día era una forma peculiar de embellecer una jornada a escala de grises sigue siendo hasta el día de hoy una de las memorias que evoco en esos días en los que termino cubierta de moretones.

   Detrás de Bernard, quien intentaba volver a la cordura, el cuarteto maravilla: papá, tía Helen, Thomas y Johannes.

  Papá llamó a Bernard.

  Este acudió a su señor dando pasos largos y firmes.

  Tal vez si Bernard viviera en Inglaterra o Francia podría vivir como todo un caballero. Con su inteligencia y modales fácilmente se abriría camino como comerciante o escritor de ficción. Comprendía que su lealtad fuera de para los Haze y que nosotros lo necesitabamos pero no estaba de más al menos soñar con un mundo diferente para él y su familia. Papá no viviría para siempre y con el surgimiento de esos grupos raciales de extrema derecha, su situación era incierta. El hecho de que aún hubiera un hombre en casa, era un seguro.

  Papá le dio una orden.

  Bernard asintió y volvió al carruaje. Ahora con un semblante que desplegaba sobriedad.

  Abrió la puerta.

  Me extrañó ver que solo Johannes se dirigía a nuestro vehículo.

 -El señor Haze y la señorita Helen acompañarán al señor Carlile hasta el pueblo para debatir unos asuntos pendientes y volverán a casa en el carruaje de los Carlile.- Explicó Bernard.- Dejaremos a Lord Lyttelton en la residencia Carlile de camino a casa.

  Después de haber rechazado mi oferta para ser mi tutor sería extraño estar a solas con él y sentirme cómoda. Una hora expuesta a la frialdad inglesa no acabarían con mi curiosidad por la cara oculta de Johannes.

   Johannes tenía un encanto inusual ya que aparentaba ser un rígido británico pero su rebelde melena castaña le daba un toque salvaje.

  Apreté los puños para contener a la dama de dudosa reputación que se aprovecharía del inocente académico.

  ¡Crac!

  Sonó el carruaje al sentir el cuerpo de Johannes penetrando el moderadamente amplio vagón.

  Al acomodarse en el asiento de alfrente. Pude ver algo de sus posaderas.

  ¡Larga vida al Imperio Británico y sus descendientes de Anglosajones!

  No pude encadenar una risita imprudente.

  Tenerlo frente a frente era un verdadero banquete para la vista.

  Desabotonó su abrigo.

  Su cara expresaba alivio.

  - Lamento que haya tenido que atestiguar lo peor de Eatonton.- Quería entablar una conversación con el sujeto solo por ver sus labios moverse.




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