Estuvimos en la cafetería platicando sobre la próxima salida. De ahí sonó el timbre y nos fuimos directamente hacia el salón. Ya cuando habían pasado todas las clases que teníamos, por fin nos fuimos todos a casa. Cuando salí del salón, vi afuera a Nataly y, de repente, me acordé de que le tenía que dar la dirección de mi casa.
─Hola, Nataly, ¿te acuerdas de que te tengo que dar mi dirección para la salida del viernes?
─Ah, sí. ¿Cuál es tu dirección?
─ ─Saqué un lápiz y un papel, se lo escribí y se lo di.
─Okay. Gracias, Bruce. Nos vemos el viernes.
─Okay, hasta luego. ─Le di un abrazo.
—Hasta luego.
Después de despedirnos sentí cómo latía mi corazón. Será que estoy enamorado; si lo estoy, a mis amigos no sé si les gustaría. Creo que me gusta un poco Nataly, pero bueno, no más de rodeos, mejor me voy a casa.
Ya en casa, saludé a mis padres y a mi hermana. Me senté en el sofá y mi madre empezó a preguntarme cómo me había ido en el colegio.
─Hijo, ¿y cómo te fue en la escuela?
─Bien, mamá. Me sentí seguro en hacer el examen. Ah, y por fin hablé con Nataly.
─¡Por fin! Mi hijo habló con una chica. ¡Estoy orgullosa de ti!
─¡Mamá, ya!
─Okay, pero dime de qué han hablado.
─Mááá, solo le dije que si quería venir conmigo y mis amigos el viernes a explorar.
─Muy bien, hijo.
Después de la incómoda conversación que tuve con mi mamá, me fui a estudiar a mi cuarto y ella se puso hacer la comida. Mi mamá nos llamó a comer, fuimos todos a la mesa, después me levanté a lavarme los dientes y me fui a dormir.