Cuando todos nos fuimos a descansar, Nataly yo nos quedamos despiertos casi toda la noche. Tenía ganas de hablar con ella, pero algo no me dejaba: el miedo. Sí, como lo oyeron. El miedo a ser rechazado. Lo sé, soy un cobarde que piensa mucho y que no se arriesga para saber algo que en verdad quiero saber. Me complico demasiado, solo debería de vivir el momento como dicen varios por ahí y dejar que fluya.
Está bien, lo haré. Respira profundo y háblale como una persona normal, aja, como si yo... Ya, deja de criticarte y solo habla.
—¿No tienes sueño? Tranquila, no eres la única —le hablo cuando veo que está sentada en la cama y mirando hacia algún lado perdida.
—No es eso. Es que tengo miedo de no poder salvar a su mundo, a que no puedan vivir tranquilos y que no podamos volver— suspira llevando su cabeza hacia atrás cansada.
—Tranquila, sí vamos a poder. Solo ten fe, todo va a estar bien— sonrió y la miro un rato. Es tan hermosa, sus ojos azules, su cabello castaño moviéndose con el viento de la noche que entra por la ventana abierta, su piel tan delicada... Es que es... perfecta.
De repente me doy cuenta de que la observo mucho y me vuelvo a incorporar en la cama. La vuelvo a ver, pero más "normal" y espero a que hable.
—No sé, confiaré en ti— voltea su mirada hacia mí y me da una media sonrisa. No me gusta verla desanimada, pero no le doy importancia y con solo ver un par de sus dientes brillosos y lindos, me conformo.
Entonces como estábamos allí juntos en la misma habitación, pensé y me dije a mí mismo que sería ahora o nunca el momento de decirle que me gustaba. Tengo que soltarlo, nunca se sabe si podre tener otra oportunidad. Es por eso que la aprovecharé.
Decido sentarme sobre la cama, aclarar mi garganta y mirarla calmado. Hasta quedar frente a frente con ella.
—Nataly, tengo que contarte algo— me animo a decir seguro y decidido. Bueno, no les mentiré, mis manos me tiemblan un poco, pero estoy convencido de que si quiero hacerlo.
—Sí, puedes preguntarme lo que quieras— sonríe amable.
—Bien, ¿cómo empiezo? — respiré profundo —Mira, desde el primer día en que te vi, siento como una atracción hacia ti. Siento tantas emociones cuando te veo que no serían fáciles de explicar. Alegría, amor, explosión, libertad, en realidad demasiadas. Solo digo que, Nataly, estoy completamente enamorado de ti— Al principio me miro confusa por la palabra que usé al final, pero luego de pensarlo un poco, se da cuenta de que quise decir que me gusta y de ahí decide sonreír para luego menear la cabeza, abrir los ojos y quedar sorprendida.
—Eh, no sé qué decir...— se rasca la nuca nerviosa.
—Tranquila, sé que no te sientes cómoda con esto. Tómate tu tiempo— bajé mi cabeza un poco triste, pero también me sentía contento porque al fin me atreví a decirle lo que sentía. De pronto, sentí una mano sobre mis piernas; era la de ella con una pulsera de bolitas de colores. Alzo mi mirada y veo que está arrodillada en el suelo, mirándome con una sonrisa de boca cerrada.
—Escucha, fue muy lindo lo que me dijiste, ahora me toca a mí— hablo volviéndose a sentar en su cama —Solo quiero decirte, que eres un chico genial, tierno, amigable, compasivo con sus amigos y muy valiente por decirme todas estas cosas tan hermosas que nunca me habían dicho. Lo que más me gusta de ti, es que eres auténtico, te gusta ir detrás lo desconocido, lo nuevo y es por eso que te digo a ti, Bruce Harrison, que también me gustas, no, me encantas, desde el día en que te conocí un poco mejor. —Ambos sonreímos, me acerco a su cama, cogiendo su rostro despacio, mientras toco su piel delicada y disfruto de ese beso tan mágico que me lleva al mundo de las fantasías.
~*~
A la mañana siguiente, todos seguíamos dormidos y exacta- mente no sabía qué hora era. En serio, como estábamos en otro mundo, no sé cómo manejaban aquí la hora; es por eso que tengo que preguntarles a las hermanas... Aunque a veces es bueno no saber el tiempo, porque la hora es solo un número, sola pasan los días y lo único que importa es que disfrutes el momento sin pensar demasiado.
Pero igual, es porque estoy feliz, ya que Nataly me había dicho que también le gustaba, y eso me ponía feliz como una lombriz. Aun así, no tan rápido, ella y yo acordamos que íbamos a ir poco a poco.
~*~
Segundos después, oí a Alan gritando como loco: «¡El cielo brilla, el cielo brilla!». No entendía exactamente qué trataba de decir. Entonces, me fui a toda velocidad hacia donde estaban dormidas Yara y Alicia, que era el cuarto principal que queda al fondo del pasillo.
—¡Oigan, despiértense! ¡¿No oyen eso!? — les saco las cobijas de un tirón.
—¡Ay!, ¿qué pasa? ¿Por qué nos despiertas así? —Yara se frota los ojos confundida y un poco molesta por como las desperté. Ups, culpa mía, lo siento.
—Oye, en serio, ¿qué pasa? ¿Por qué nos despertaste de esta forma? —preguntó Alicia con ojos medio dormidos.
—Que Alan está gritando «el cielo brilla, el cielo brilla». —de repente empezaron a mirarme con los ojos bien abiertos. Se miran entre ellas y luego me miran a mí.
—¡¿Qué!? — gritan al mismo tiempo, no sé si de sorpresa o preocupación.
Entonces decidieron pararse de la cama de un salto e irse directo hacia donde estaba Alan, el patio de delante de la casa con los miles de árboles que miraban hacia el amanecer. Ellas se fueron hacia allá y luego decidí ir a despertar a Erick y Steve.
—Amigos, vamos. Creo que algo está pasando afuera, porque Alan está allá gritando— les quito las cobijas y les jalo de las camisetas hacia afuera.
— ¡¿Qué te pasa!? ¿Por qué nos despiertas así? ¡Estábamos durmiendo bien delicioso! — protestó Erick frustrado. Aunque él, la mayoría del tiempo esta de mal humor. Sh, no le digan que dije eso.
—Sí, ¿qué te pasa? — se le une Steve apenas abriendo los ojos del cansancio.
—Ustedes paren de hablar y sigan adelante— no les doy importancia y sigo cogiéndoles de las camisetas.