La voz de tu corazón

Una propuesta laboral

Los días pasaban uno tras otro y Naomi no dejaba de pensar en las palabras de Elian, y menos en el beso que había recibido. La confesión le había dejado una cálida sensación en el alma, que le hizo olvidar la incertidumbre que había percibido en la última función.

El mes de descanso pasó en un abrir y cerrar de ojos. Los artistas, junto con el equipo técnico y los entrenadores, fueron llamados al salón principal para comenzar a planear el próximo show que iban a desarrollar durante la temporada invernal.

Al entrar al salón, Naomi buscó con la mirada a Elian.

—¿Qué sucede? —preguntó Amelie al ver su expresión.

—Parece que Elian no estará en la reunión.

—¿Lo extrañas? —comentó entre risas. No creía que Naomi tuviera ese sentimiento por alguien.

—Nada más pienso que es raro que falte —se defendió, mirando hacia otro lado.

—Tal vez llegue más tarde... o siga de vacaciones —explicó, aunque luego agregó con picardía—: O mejor confiesa que quieres otro beso de él —la desafió al recordar lo que Naomi le había contado.

—¡Claro que no! Y baja la voz —le pidió. No quería que alguien más se enterara.

—Entonces quédate tranquila. Él vendrá, no importa si tarde o temprano. Elian es capaz de hacer un trabajo impecable —resaltó la última frase.

—Sí, tienes razón —respondió para convencerse y guardó silencio para comenzar la reunión.

El jefe había subido al escenario y, lleno de entusiasmo, pasó a explicar la nueva temática con la que iban a trabajar, así también los personajes que interpretarían y el papel que debían cumplir los ayudantes de escena.

El momento del reparto se hizo con calma. El jefe llamaba uno por uno para entregarles las copias del guion y les explicaba que cualquier objeción que tuvieran se la hicieran saber. Iba a hacer lo posible para acomodarlo acorde con la solicitud y que no afectara la escenografía que tenían planeado armar.

La amabilidad y la comprensión eran dos cualidades que el jefe tenía hacia sus artistas. Le gustaba hacerlos sentir cómodos en la obra, ya que sabía que ellos eran quienes mantenían vivo al Circo Clown.

A medida que pasaban los minutos, Naomi movía su pierna de manera inquieta, sin apartar la vista de los compañeros que pasaban a buscar la copia del guion. Aunque sabía que el cancionero era lo último que repartían, la ansiedad era su peor enemiga y le hacía dar dolor de estómago. Ella era la única que no recibía un entrenamiento como los demás, pero le gustaba conocer las canciones que tenía que cantar para prepararse cuanto antes y hacer bien su trabajo.

Estaba concentrada en lo suyo cuando de repente detuvo su pie al descubrir que un nuevo trapecista había sido seleccionado para ocupar la escena que Elian solía tener en la obra. Se trataba de un joven muchacho que supo encantar con su destreza, por lo que no dudaron en asignarle el acto principal del espectáculo. El muchacho quedó tan sorprendido como todos los que estaban allí, pero nadie dudó en felicitarlo. Ni siquiera Naomi, a pesar de la intriga que sintió cuando la frase de Elian resonó en su cabeza: "La función no termina para ninguno de los dos".

¿Se había referido a que él ya no sería parte del Circo y por eso le había confesado que ella se había convertido en su musa? ¿Era una manera de decirle que seguirían trabajando, pero separados? Si era así, le habría gustado tener otra oportunidad para despedirse mejor y agradecerle el halago que le había regalado. Sin embargo, antes de que pudiera sacar una conclusión, su respiración se volvió a entrecortar.

Entre los artistas presentes en el salón, una mujer de cabellos oscuros se puso de pie cuando llegó el momento del cancionero y avanzó con una sonrisa de felicidad que Naomi reconoció al instante.

Cuando era una niña e iba con su mamá a los shows como espectadora, aquella chica que sujetaba la copia de las canciones del nuevo show, por mucho tiempo la había inspirado con su carisma para querer formar parte del Circo Clown. Por un momento creyó que tendría la oportunidad de cantar a su lado, como lo había soñado más de una vez, pero lamentablemente su asombro fue mayor cuando, poco después, se dio por terminado el reparto de los guiones con un fuerte aplauso del staff, sin que hubiera tenido la oportunidad de subir a buscar su copia.

De manera brusca se puso de pie antes de que el jefe se retirara del salón. Necesitaba una explicación. Estaba segura de que habían cometido un error y sin querer se habían olvidado de ella. Pero, antes de que pudiera decir algo, el jefe la miró entre la multitud y se acercó.

—Naomi, luego quiero hablar contigo, así que espera a que te llame.

—¿Pasó algo? —preguntó con miedo.

—Nada de qué preocuparse.

—Entiendo —respondió dudosa mientras lo veía alejarse tranquilo como siempre.

—Seguro el jefe tiene una sorpresa para ti. —Amelie apoyó la mano en su hombro para animarla.

—¿Buena o mala? —preguntó mientras tomaba asiento para mantenerse estable.

—¡Por supuesto que buena! El jefe nunca haría algo malo.

—¿Y si mi presagio se hizo realidad? No te olvides que sentí que no volvería a estar sobre el escenario.

—Antes de sacar conclusiones espera a tener la reunión. Además, ¿por qué no estarías? No hiciste nada malo para que te quiten.

—Tal vez la otra chica quiso regresar al circo y por eso ya no me necesitan.

—Naomi, ¡estás exagerando! No te tortures con ideas que ni siquiera sabes si son reales —la retó.

—¡Por favor! Cada uno vaya preparándose en sus respectivos centros de entrenamiento. —Un asistente alzó la voz e interrumpió la conversación. Necesitaba que pronto estuvieran fuera del salón.

—Luego hablamos, ¿sí? Y recuerda, no pienses de más. Controla tus pensamientos antes de que te hagan daño —aconsejó antes de irse con su entrenador.

Por más que Amelie le había pedido que mantuviera la calma, el sentimiento de tristeza era mucho más fuerte. Naomi se sentía desplazada y odiaba la sensación, lo que provocó que unas lágrimas rodaran por sus mejillas a los pocos segundos de quedar sola. Saber que alguien la dejaba de lado la hacía cuestionarse si realmente era buena persona y artista. Era un sentimiento que la torturaba desde niña, y por eso muchas veces optaba por ser cohibida y cerrarse en su mundo sin expresar lo que realmente sentía delante de los demás. Era cierto que quería cambiar y ser otra persona más fuerte, pero estaba al tanto de que tal vez nunca lo iba a lograr si no aprendía a fortalecer su autoestima para entender que un rechazo no siempre era malo.




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