La voz de tu corazón

Decidir

Durante la noche, Naomi leyó de forma minuciosa el contrato que iba a convertirla en el jurado del Show de las Estrellas. Analizaba cada una de sus partes con mucho cuidado. Al principio, las cláusulas parecían fáciles de cumplir, y no había nada fuera de lo común, por lo que se sentía segura de poder seguirlo al pie de la letra. Sin embargo, a medida que avanzaba en su lectura, notó cómo el apellido de una persona se repetía varias veces. Además, en un párrafo puntual, se indicaba que debía hacer caso a los términos que el señor Manna había establecido para ser parte del programa.

A Naomi le llamó bastante la atención. Estaba segura de que ese apellido lo había escuchado en algún lado. Pero no lo recordaba con certeza. Hizo memoria hasta que le llegó el recuerdo de cuando su mamá cantaba a viva voz una canción romántica que le fascinaba. Con el ceño fruncido se preguntó si la persona que aparecía en su contrato tenía relación con el cantante que Elisa solía escuchar en su tiempo libre. Supuso que sí, ya que se notaba que era alguien importante en el mundo de la música, y por eso había que tener en cuenta su opinión antes de tomar una decisión propia.

Sin sentir mucho agrado, continuó leyendo y casi al final del contrato decidió buscar un lápiz para marcar una línea en la cual se aseguraba que no importaba qué error cometiera un tal Gianluca, debía ignorarse y aprobarlo para que pasara a la segunda etapa del concurso.

Con esa regla se sintió mucho peor. Le parecía una idea fea e injusta por parte de los organizadores, por lo que esperaba que el jefe supiera a qué se debía esa tonta regla. Si no le aclaraba la situación, iba a animarse a rechazar uno de los dos trabajos que le habían asignado.

Al día siguiente, se dirigió temprano hacia la oficina del jefe para hablar con él. Al entrar, lo encontró como todas las mañanas, tomando un café bien cargado para mantenerse despierto.

—Buenos días, Naomi. ¿Qué novedades me traes? —preguntó curioso una vez que la joven tomó asiento.

—Todavía no tengo una respuesta segura. Antes me gustaría que me explicara algo. —Buscó entre las hojas el punto que había marcado.

—¿No estás de acuerdo con alguna cláusula? —Se acercó.

—Más o menos. Es este punto de aquí. —Le pasó la copia para que lo pudiera ver tranquilo.

—Entiendo... —dijo una vez que terminó de leerlo—. Tu duda sería ¿quién es Gianluca Manna?

—No mucho, porque supongo que es uno de los participantes, ¿verdad? —El jefe asintió—. Entonces, mi duda es por qué debo aceptar todo lo relacionado a él y a ese famoso señor Manna. Si no responde con sinceridad, no lo puedo aprobar. Además, ¿qué relación tiene su familia con el programa para imponer una regla de este tipo?

—Cuando llegues a Italia encontrarás todas las respuestas que ahora te incomodan —respondió relajado, pero, al verle la expresión seria, agregó enseguida—: No tiene nada de malo, hasta suena interesante.

—¿En serio no le parece injusto lo que dice? —Hizo a un lado el contrato—. Por más que usted lo acepte, yo no lo haré.

—Naomi, las cláusulas no se pueden cambiar, y no puedo dejar que rechaces el trabajo. —Se puso firme.

—Usted dijo que se podía...

—Siempre y cuando sea algo realmente importante —la interrumpió—. Gioia quiere que cumplas tu trabajo al pie de la letra y, si él acepta las cláusulas que impuso Antonello Manna, debe tener sus razones.

—No son honestos. Lo que digo tiene mucha importancia. Si voy a ser jurado, tengo que evaluar a todos por igual. No tiene que haber diferencia por más que la familia Manna me obligue a aceptar sus condiciones. Sino ¿qué gracia tiene saber ya el ganador?

—Ningún espectador lo sabrá. No tienes de qué preocuparte.

—No me diga que nadie se dará cuenta que aprobamos un error.

—Capaz que ni pasa, Naomi. Gianluca Manna de seguro debe ser bueno en lo que hace.

—Entonces que no pongan esa tonta regla —protestó.

—Un día estando en Italia me vas a llamar para decirme: "Jefe, usted tenía razón y casi cometo un error por no aceptar el contrato". —Le guiñó el ojo para animarla.

—No sé qué tanto pueda llegar a pasar —dijo poco segura—. No me gustan las injusticias.

—Toma —le pasó una lapicera sin escucharla—, firma los contratos y ve a preparar tus valijas, ¡que el mejor viaje de tu vida está por comenzar!

—Primero, dígame qué tipo de persona es el señor Manna. —No iba a firmar tan fácil.

—Si vas a conocerlo, no hace falta que te cuente —se justificó, encogiéndose de hombros.

—Aunque sea deme un detalle, mínimo.

—Es un cantante de Italia, y su apellido suena dentro de los artistas más importantes. Nada de otro mundo. —Con su respuesta Naomi terminaba de afirmar que se trataba del mismo cantante que Elisa seguía con pasión—. Por eso no te preocupes, Gianluca no hará nada que debas corregir. —Volvió a acercarle la lapicera.

—Eso no justifica nada.

—Firma —insistió para que dejara las preguntas de lado y se concentrara en su trabajo.

—¿Por qué no me escucha? Tengo razón.

Naomi agarró la lapicera con desgano mientras esperaba que el jefe le pusiera la última hoja para firmar. Era un detalle importante para tener en cuenta para sacar coraje y firmar.

Cuando terminó de escribir su nombre, deseó no tener que arrepentirse por la decisión tomada.

—¡Excelente Naomi! —El jefe aplaudió—. Vas a vivir una experiencia única y crecerás en tu carrera musical. Tienes talento y, además de demostrarlo y enseñarle a los participantes del show, podrás ayudarme a encontrar al compañero que estará contigo en las próximas obras del Circo Clown. Así que ya sabes, tienes que regresar porque, así como te aprecio, debo dejarte volar para que avances hacia tus sueños.

—Si no vuelvo es porque usted me obligó a ir y la familia Manna me secuestró. —Lo miró seria, aunque bromeaba para hacerlo sentir culpable por no darle más detalles de lo que quería saber.




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