La voz de tu corazón

Celebración

A medida que los días pasaban, Amelie no desperdiciaba las horas libres, las usaba para ayudar a Naomi a terminar de preparar la valija. Su amiga era una chica muy indecisa e insegura. Por suerte, ella tomaba las decisiones más rápidas y le permitía llegar a tiempo con todos los pendientes. Así fue que llegaron al viernes con los bolsos armados y de por medio una sorpresa.

Unas nubes amenazaban el cielo de la noche. El viento soplaba frío y fuerte. Sin embargo, el mal clima no era capaz de frenar los movimientos que se veían dentro del salón de reuniones. Chicos y chicas iban de acá para allá para dar forma a la fiesta sorpresa que habían planeado para despedir a sus dos compañeros. Globos, guirnaldas y carteles con mensajes alegres adornaban el lugar, además de mesas con manteles coloridos. Amelie se había encargado de organizar todo y, con ayuda de sus compañeros, cocinaron los aperitivos que se iban a servir durante la noche.

Por otro lado, Elian se encontraba en su departamento programando la agenda de Naomi. Ya tenía una buena parte armada con las primeras actividades que debía cumplir. Iba a ser un mes cargado de visitas a diferentes restaurantes para conocer a los jóvenes cantantes que se presentarían a tocar su música. La otra parte de la jornada se completaba con entrevistas en los programas de variedad, en los que Naomi se daría a conocer, así como también al Circo Clown.

Elian observaba el cronograma para ver en qué momento de la semana podía poner un tiempo de descanso para no saturarla con tantas idas y vueltas.

El fuerte viento lo hizo desconcentrarse y llevó su vista hacia la ventana, donde unas gotas golpeaban con fuerza contra el vidrio. Se puso de pie y miró su reloj. Eran las siete de la tarde, pero el día nublado hacía parecer que era más tarde. Desde el décimo piso Elian veía cómo la ciudad iba iluminándose con las luces que se volvían borrosas con el caer de la lluvia. Las ganas de estar en casa cómodo, sin tener que hacer mucho, eran inmensas, pero la tranquilidad que llegó a sentir, se derrumbó al escuchar que el teléfono sonaba.

Era el jefe y lo necesitaba urgente para un cambio de último momento. No se podía negar, por lo que refunfuñó y se preparó para salir.

La tormenta se había intensificado para cuando llegó al Circo. La luz del hall estaba encendida, y en uno de los bancos alargados Naomi estaba sentada, mirando su teléfono.

—¡Naomi! ¿Cómo estás? —saludó animado mientras trataba de secarse un poco.

—Hola —respondió el saludo con una sonrisa, poniéndose de pie—. Qué feo día nos tocó para que nos llamen a hablar, ¿verdad?

—Sí, además de que ya es tarde. —Se adelantó para dirigirse a la oficina.

—Espera —Naomi lo frenó—, recién me llegó un mensaje del jefe. Tenemos que ir a la sala de reuniones.

—¿Hay que volver a salir? —preguntó preocupado. El lugar donde tenían que ir formaba parte de otro edificio.

—A mí tampoco me gusta la idea —Naomi había adivinado lo que estaba pensando—, pero el jefe es así. Cambia de idea en el momento menos oportuno.

—Entonces, preparémonos para correr. —La agarró de la mano para salir a las apuradas hacia el edificio contiguo.

—¡Si corremos, podemos patinar! —le advirtió sin poder frenarlo. Elian salió apurado para que la cantidad de agua que los mojara fuera mínima—. ¡Elian! ¡Tengo paraguas! —No sirvió de nada explicarle. Estaba decidido llegar rápido al reparo del edificio.

—¡Llegamos! —festejó abriendo la puerta para que Naomi fuera la primera en pasar. Esta le echó una mirada que lo puso nervioso.

—Parece que el jefe no vino aún... y nosotros apurándonos —dijo al encender las luces luego de buscar los interruptores en plena oscuridad.

—Por alguna razón, esto me parece sospechoso... —Elian caminó hacia la sala—. El jefe nunca llegaría después de nosotros.

—Espera, que, si está con llave, no podremos entrar. Es mejor quedarnos en la entrada. —Naomi lo seguía por detrás, pero Elian no le hacía acaso—. ¿En algún momento vas a escucharme?

—Te escucho, no te preocupes —respondió de lo más normal.

—Entonces hazme caso...

La voz de Naomi se perdió tras un coro de gritos que exclamó "¡sorpresa!" apenas Elian abrió la puerta.

Ambos se quedaron petrificados.

De fondo también se escucharon aplausos y risas. Naomi fue la primera en reaccionar y, al ver lo colorido que estaba adornado el salón, más la alegría que trasmitían todos sus compañeros, no pudo evitar esbozar una sonrisa de felicidad. Entró acompañada de Elian, y fueron recibidos por el jefe y Amelie, que no dejaban de reír por la cara de asombro que habían puesto.

—No se lo esperaban, ¿eh? —comentó Amelie—, pero sin fiesta no se iban a ir. ¡Pasen y disfruten!

—Me parece que alguien ya estaba refunfuñando... —comentó por lo bajo el jefe.

—Es que Elian no me hacía caso... —Naomi se defendió.

—Pero no me equivoqué. Algo pasaba y la puerta no estaba cerrada. —Parecía feliz por haber acertado a su teoría, mientras recibía una copa.

—Fue suerte —acotó por debajo Naomi y también agarró la copa que una de sus compañeras le había alcanzado.

—¿Estamos todos listos? —preguntó el jefe mientras alzaba la suya—. Hagamos un brindis por la nueva aventura que vivirán nuestros queridos amigos. Deseamos que tengan una hermosa experiencia y alcancen sus metas. En un par de meses los esperamos de vuelta con otra fiesta, pero de bienvenida. —Hizo una pausa, se sentía emocionado—. Su ausencia se notará bastante en el circo, así que por favor prométanme que se comunicarán conmigo para saber cómo se encuentran, qué están haciendo y que no se olvidaron de nosotros.

—Jefe, si iba a sentirse tan triste, ¿no era mejor que se quedaran en el circo? —Uno de los chicos hizo reír a todos con su comentario—. Usted parece más afligido que Elian y Naomi.

—¡Déjenme! Necesito expresar mis sentimientos... Mis niños parten para volar y crecer... —Hizo una pausa. Necesitaba calmarse porque era muy notorio su lado débil y los chicos no paraban de reír—. ¡Brindemos, por favor!




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