La voz de tu corazón

Punto débil

—No me destaco por ser una persona quejosa, pero Gianluca hace que me ponga de mal humor.

La cara de enojo de Naomi era inexplicable. Elian la seguía por detrás y también estaba bastante molesto por lo que había visto detrás de escena, y no compartía para nada lo descarado que era Gianluca.

—Alguien tiene que bajarle el ego. Que sea nieto de Manna no le da derecho a creerse un ídolo cuando ni siquiera puede ganarse el reconocimiento por sí solo. Debe ir a un programa de talentos y pagar su título para conseguir admiradores. —Entró al camerino para cambiarse por su ropa más cómoda—. Ahora entiendo todo. El contrato no me deja desaprobarlo porque es nieto de un famoso y no puede cometer errores. Pero la verdad no me importa. Si se merece que lo descalifiquen, lo haré. Solo le daré la oportunidad de pasar cuando demuestre que de verdad está calificado para ganarse el pase a la segunda ronda. —Como Elian estaba ahí dentro, seguía hablando, mientras detrás de un biombo pasaba a sacarse el vestido para colocarse sus jeans.

—Naomi, cumple con el contrato. Que Gianluca sea un idiota no es motivo para romper las reglas. Perderás el trabajo antes de comenzar —le advirtió.

—Pero no lo voy a desaprobar por desagradable. Lo haré en caso de que sea malo al cantar.

—Tampoco lo puedes hacer.

—¿Por qué? No es algo grave. —Asomó la cabeza para escuchar una buena explicación.

—Lo es si no quieres meterte en problemas —le remarcó.

—¿Por qué me metería en problemas? —Salió de detrás del biombo para agarrar su bolso.

—La familia Manna es bastante... peculiar, por decirlo de alguna manera, por lo que tienes que tener cuidado. En un abrir y cerrar de ojos pueden quitarte tu carrera. Que humillen a un familiar no lo perdonan. Ellos quieren estar siempre en lo más alto. —Elian hablaba bajo para que nadie cerca escuchara—. Seguro decidieron que Gianluca participe del show para hacer creer que sabe ganarse el amor del público, así disimulan que su apellido no pisa fuerte en el mundo de la música, sino que todo se gana con honestidad.

—El jefe sabía de esto y no me lo quiso explicar, ¿verdad? —Lograron salir sin que nadie los frenara y pudieron disfrutar del aire cálido que recorría la ciudad.

—Capaz que no te lo explicó porque sabría que te opondrías a la primera.

—En realidad, en un principio me opuse, pero él me obligó a que firmara el contrato —se lamentó al ver que no había vuelta atrás—. ¿Acaso no harías lo mismo si estuvieras en mi lugar? —Elian se encogió de hombros sin saber la respuesta. —Las injusticias son molestas y más si se trata de hacer trampa para alcanzar una meta a la que a muchos nos ha costado llegar. Que el apoyo que tiene de su familia lo use de otra manera, no amenazando y mucho menos quitando a las personas que se cruzan en su camino.

Lo entiendo, pero...

—¿Lo estás defendiendo? —Naomi se detuvo en seco para mirarlo con desilusión.

—Créeme que nunca lo haría. Nada más busco la manera de que evites meterte en problemas. —Apoyó la mano sobre la cabeza de Naomi y, como ella era bastante baja a comparación de él, la presionó hacia abajo para molestarla.

—Te lo agradezco, pero prefiero mantener mi palabra. —Le apartó la mano.

—¿Por qué no vamos a almorzar? Nos pasamos de la hora del almuerzo y ya mi estómago me está avisando —preguntó cambiando el tema. Él no confiaba en Gianluca, pero no se lo podía decir a Naomi, o le iba a dar motivos para romper el contrato y, peor, le traería problemas con Antonello Manna. Por eso era mejor que se olvidaran de Gianluca, ya que seguramente en el futuro iba a ser tema corriente y no le iba a quedar otra que soportarlo, como le pasó tiempo atrás.

Por suerte, Naomi hizo caso y partieron en busca de un restaurante.

Al doblar por una calle principal, Elian distinguió muchas mesas con manteles blancos que estaban sobre la calle, esperando la llegada de algún cliente. Eligieron sentarse en una de las mesas que estaban cubiertas por toldos muy elegantes y que servían para aminorar los fuertes rayos del sol del mediodía. Luego de pedir una entrada de fiambre, una ensalada y una pequeña porción de carne, se quedaron en silencio, mientras escuchaban el rumor de los peatones y demás clientes que se encontraban alrededor.

—Cuéntame, ¿cómo te sentiste en el programa? —Elian rompió el silencio una vez que el mozo llegó con el pedido y aprovechó a pagarle para quedarse tranquilo—. ¿Qué tal tu primera experiencia?

—Bastante bien, aunque debo decir que en un momento me sentí en aprietos con tantas preguntas sobre mi familia.

—¿Por el hecho de que no te gusta hablar de ello? —Todavía recordaba las palabras que le había dicho días antes.

—Sí. Así que... —hizo una pausa y se sonrió divertida— espero me hayas escuchado bien cuando respondía.

—¿Por qué? —La miró bastante curioso al creer que podía saber más sobre ella.

—¡No lo puedo creer! —Se dejó caer contra el respaldo de la silla, desilusionado después de haber confiado en que serían sinceros para conocerse mejor—. Creí en tus palabras como seguramente lo habrán hecho los demás.

—Elian, me haces sentir que hice mal. —Al verlo decepcionado, sintió culpa.

—Es que lo hiciste. Tienes que ser sincera con la gente que comienza a seguirte, además de que las mentiras tienen patas cortas, lo sabías, ¿no?

—Lo sé. Pero, si te digo que las personas que saben la verdad no llegan a contarse con los dedos de la mano, ¿te da seguridad que no hay manera de que se sepa?

-Aun así me duele que nos haya engañado y lo peor es que lo dices como si fuera divertido.

—Perdón, no quise hacerlo. Nada más quería evitar hablar sobre mi familia porque no tiene sentido que sepan tanto. —Trataba de justificarse a pesar de reconocer el error, pero realmente no sabía qué hacer. Estaba acostumbrada a negar su pasado cada vez que alguien intentaba descubrirlo.

—No sé qué clase de infancia hayas tenido —miraba su plato mientras hablaba—, pero creo que buena o mala hay que aceptarla porque forma parte de nosotros. —Comió una porción de ensalada, sin disfrutar el bocado.




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