Elian salió a buscar a Naomi. La cantidad de personas que se encontraban paseando por el lugar hizo que la perdiera de vista. No sabía cuál camino agarrar para localizarla. En un momento se quedó de pie y pensó a dónde podía haber ido. Una de las opciones era que Naomi hubiera regresado a la casa, ya que, si no conocía la ciudad, no tenía muchos sitios a dónde ir. Sin embargo, no estaba muy seguro, porque, si se había escapado para que no la viera angustiada, no había posibilidad de que así fuera.
Recorrió los alrededores mientras intentaba llamarla al celular, sin tener otra respuesta que la del buzón de voz. Naomi dejaba que la llamada se desviara a la casilla de correo. Resignado, decidió tomar el primer taxi que divisó y se dirigió hasta la casa, esperando que Naomi hubiera optado por la misma idea.
Cuando llegó, se encontró con Giuseppe, que barría la entrada de la casa. El anciano lo saludó amablemente y bromeó por la ausencia de Naomi, lo que dejaba en claro que no había vuelto.
—¿En serio no está contigo? —Giuseppe creía que Elian estaba mintiendo.
—Si lo estuviera, no estaría tan desesperado por ubicarla. —Estaba preocupado y todavía no creía que una simple conversación hubiera terminado de la peor manera.
—No te preocupes, ella va a regresar. Tal vez necesite estar a solas —Giuseppe lo aconsejó luego de escuchar lo que había sucedido—. Mejor ven a casa y te tomas un café. —Lo invitó a pasar—. Desde la ventana veremos cuando regrese. Por ahora no la vuelvas a llamar —le advirtió luego de verlo marcar una vez más al celular de Naomi.
—Estoy preocupado. Nunca la vi comportarse de esa manera.
—Es mejor que le des un tiempo hasta que se sienta bien y se anime a contarte lo que le pasa. Hay personas que necesitan encontrar el momento adecuado para abrirse a los demás.
—¿Por más que me conozca?
—Los problemas de la vida no siempre son fáciles de contar por más afinidad que se tenga con una persona.
Elian sabía que Giuseppe tenía razón, pero, como estaba acostumbrado a expresarse siempre con la verdad, se le hacía difícil entender cómo Naomi no tenía la confianza para sentirse segura con él y contarle lo que la aquejaba.
—Le prometí que no dejaría que estuviera triste y le fallé.
—Basta de torturarte. Bebe otra taza de café, te hará bien. —Le sirvió un poco más a pesar de que Elian no quería—. Hazme caso. Seguro Naomi volverá. No puede alejarse para siempre.
—Espero que no...
El reloj de pared que colgaba en la sala de estar marcaba las horas enteras que pasaban sin saber de Naomi. Elian estaba cada vez más inquieto. Ni siquiera la personalidad tranquila de Giuseppe lo ayudaba a calmarse.
Faltaban pocos minutos para que el sol terminara de ocultarse junto con la esperanza de que Naomi volviera cuando el celular de Elian vibró sobre la mesa. Había recibido un mensaje:
Si te olvidas de lo que viste hoy, regreso a casa.
—Dile que sí, aunque no sea cierto —dijo Giuseppe mientras bebía un sorbo de café.
Regresa tranquila. Te espero.
Elian agradeció a Giuseppe por la paciencia de acompañarlo y salió directo hacia la casa.
Naomi llegó después de quince minutos y, antes de que abriera la puerta, Elian lo hizo por ella. Ambos se quedaron inmóviles y se miraron a los ojos tratando de descifrar qué pensaba uno del otro, pero, antes de que Naomi pudiera decir algo, Elian fue el primero en reaccionar. La abrazó de forma protectora para dejarle en claro la culpa que sentía por haberla tratado mal.
Naomi entendió el mensaje y se animó a llevar sus manos a la espalda de él. Se aferró buscando relajarse entre sus brazos, los cuales eran cálidos y suaves. Notaba que al estar cerca suyo podía sentirse segura. Sin embargo, poco después, pensó que estaba mal involucrarlo en sus problemas y terminó tomando distancia unos centímetros.
—Naomi...
—Sí. Lo sé. —Retrocedió más—. Ya me preparo para salir al próximo trabajo. —Dio media vuelta para ir hacia el cuarto.
—Espera, no iba a decirte eso —Elian intentó explicarle y la siguió por detrás al notar cómo volvía a ponerse a la defensiva.
—Es mejor que me apure antes de que por mi culpa lleguemos tarde a la cena. —Entró al cuarto y cerró la puerta para que Elian no entrara. No podía verlo a la cara.
—Podemos cancelar si no te sientes bien. —Golpeó la puerta para que le abriera.
—Estoy bien. Gracias igual por preocuparte —respondió mientras buscaba un vestido de noche para ponerse. Encontró uno negro decorado con pequeñas lentejuelas transparentes que le daban el efecto de brillo y se acercó al espejo para comprobar cómo le quedaba.
—¿Naomi? —Llamó a la puerta una vez más para que le hiciera caso. No sabía qué tan bueno era que se comportara de manera indiferente—. Sé que me pediste que no habláramos de lo que pasó, pero necesito saber si de verdad te encuentras bien para trabajar.
—También deberías cambiarte —contestó sin hacerle caso mientras se vestía, aunque era cierto que se negaba hablar para evitar la vergonzosa escena en el restaurante. Se sentía una estúpida por haber mostrado debilidad.
—Está bien. —Se resignó con tristeza al pensar que Naomi no le tenía la confianza suficiente. Ella era muy importante para él y saber que mantenía cierta distancia lo hacía angustiarse.
Con pocas ganas se dirigió hasta su cuarto a buscar qué ponerse. Optó por unos jeans de color caqui, una camisa blanca de mangas tres cuartos y unos zapatos marrón oscuro. Cuando salió, notó que Naomi estaba en el baño peinando su cabello con un lazo negro. Se acercó y observó en silencio cómo luego pasaba a maquillarse con un poco de sombra, que resaltó sus ojos grandes y celestes.
A través del espejo, Naomi se dio cuenta de que Elian la estaba mirando. Se giró de golpe, sin saber todavía cómo comportarse. Sin embargo, Elian se alejó hacia la sala de estar sin decirle nada. No la molestaría. Le iba a dar su espacio como parecía ser que le gustaba tener.