El hospital se encontraba en penumbras cuando Elian regresó a continuar con su vigilia. No quería despegarse de Naomi para que no se sintiera sola en ningún momento. Le acariciaba la cabeza, peinando sus negros cabellos mientras la contemplaba con anhelo. No veía la hora de ver su sonrisa, compartir otra vez el tiempo juntos, dejar de lado lo malo y hacerla feliz como se lo merecía.
Sin dejar de pensar en los buenos recuerdos, apenas su cabeza tocó la camilla, terminó entrando al mundo de los sueños.
La habitación era iluminada por los monitores que controlaban a Naomi, y el ruido monótono y agudo resonaba en el lugar. Nada parecía cambiar, lo que convertía la noche en una más de las anteriores. Sin embargo, antes de que amaneciera, el esperado cambio ocurrió.
Naomi abrió de golpe los ojos y miles de escenas pasaron por delante de ellos. Su corazón bombeó con rapidez. Los latidos resonaban en su cuerpo, al mismo ritmo que el miedo buscaba poseerla. No estaba segura en dónde se encontraba. La escena se le hacía bastante familiar, y la luz tenue junto a los monitores, que hacían un sonido extraño, eran parte de una terrible pesadilla. Volvió a cerrar los ojos, apretándolos fuerte al imaginarse que el dolor de cabeza, a causa de un accidente, se haría presente. Sin embargo, nada pasó.
Confundida, volvió a abrirlos y prestó más atención a su alrededor. Hizo el intento de moverse hacia un costado, pero, al estar conectada al suero, sintió la punzada de la aguja y regresó a su lugar. Le pesaba la cabeza y no estaba segura de cómo se llamaba. Despacio levantó su mano y descubrió que no era pequeña como lo había creído.
"¿Naomi?", se dijo pensativa, pero luego lo negó. Ese no era su nombre real. "María". Su mente volvió a susurrarle mientras le recordaba las voces de sus padres que la llamaban a los gritos para que saliera del cuarto donde solían tenerla encerrada. La mirada de odio con la que su padre la amenazaba le provocó escalofríos, y no quiso pensar más en esos ojos negros. Ni siquiera quería recordar cómo la mano pesada caía sobre su cabeza para arrastrarla hacia la otra habitación, cada vez que se negaba a salir por miedo a lo que iba a pasarle una vez que la atravesara.
Uno a uno los recuerdos caían como gotas de lluvia. En su mente se dibujó la terrible infancia que vivió con sus padres verdaderos. También el día en que había escapado y un auto la había llevado por delante, para luego pasar a tener una nueva vida junto a Elisa. De esa manera cayó en la cuenta de la época en se encontraba, con quién y porqué.
Abatida por el torrente de información que la sacudía, se llevó una mano a la frente para calmarse. La angustia la invadía. Trató de respirar hondo y movió sus ojos hacia un costado. Alguien dormía apoyado sobre su cama. Estiró con cuidado la mano y sintió la suave cabellera de una persona.
"¿Elian?", se preguntó, esforzando la mente. Lo recordaba, pero no entendía por qué se había dormido allí. ¿Qué había pasado?
Volvió a tocarlo para tener su atención y lo llamó, aunque su voz fue débil y no se escuchó.
—Eli...an —insistió en despertarlo, y su temor aumentó al darse cuenta que no había manera de que pudiera expresar bien una palabra. Las lágrimas rodaron por su mejilla, frustrada por la situación en la que se encontraba.
Entre sueños, Elian notaba cómo le acariciaban la cabeza. La sensación era agradable y no se molestaba en despertar, al contrario, se relajaba. Sin embargo, luego de unos minutos, al recordar en dónde se encontraba, se despertó de un sobresalto. Levantó su vista y sus ojos verdes se posaron sobre el rostro de Naomi. Esta lo observaba con una leve sonrisa que apenas ocultaba la tristeza que tenía.
—¡No lo puedo creer! —habló emocionado mientras le sujetaba con cuidado la mano con la cual lo había llamado—. ¡Regresaste! —Se reía nervioso sin poder creer lo que veía—. ¡Qué alegría!
La abrazó con delicadeza mientras soltaba unas cuantas lágrimas de alivio. Volver a sentirla era el mejor regalo que había recibido en toda su vida. No encontraba las palabras justas para expresar la felicidad que lo invadía al comprobar como su mayor deseo se había hecho realidad.
Naomi llevó con cuidado una mano a la espalda de Elian y lo acarició. Quería demostrarle que se alegraba mucho por tenerlo a su lado y las lágrimas se hicieron más continuas. Sentía miedo, angustia y frustración por encontrarse en esa situación. Se aferró más fuerte a Elian para ahogar su llanto. Quería sentirse protegida en los brazos de su héroe y recuperar la seguridad que le transmitía con su presencia.
—Todo estará bien. No tienes porqué llorar —la contuvo, aunque él también estaba sensible —. No estás sola. Todos te ayudaremos a salir adelante. Te lo prometo. —Se apartó con cuidado y le regaló una sonrisa. Naomi asintió tratando de mantener la calma, pero era tanto lo que necesitaba desahogar que se le hacía imposible creer en sus palabras—. Enseguida regreso. —Su intención era ir por el médico, pero Naomi lo sujetó fuerte para que no se alejara de ella—. Tranquila. Voy a buscar ayuda —agregó mientras mantenía el agarre de Naomi—. No te vayas a escapar —bromeó para animarla.
Por suerte, funcionó. Naomi se sonrió a pesar de la tristeza y, conforme, Elian se retiró de prisa hacia la sala donde los médicos de guardia solían estar.
Enseguida el equipo médico entró a la sala a observar el resultado de los aparatos y para saber cómo se encontraba su estado físico y emocional. Durante la revisión, Elian quedó apartado y aprovechó a llamar al jefe.
El grito de alegría que se escuchó fue tan fuerte que parecía que estaba a su lado. Elian le pidió calma y que le pasara rápido el mensaje a Elisa, que seguramente se moría de ganas por saber qué estaba pasando al haber tanto escándalo.
Después de cortar, caminó por el largo pasillo mientras buscaba el número de Gianluca en el listado de contactos. Hacía tiempo que lo tenía agendado, pero jamás lo había llamado. Era la primera vez en hacerlo, y encima para dar una buena noticia. Esta vez no iba a ser egoísta. Sabía cuánto había deseado Gianluca que Naomi despertara.