La voz de tu corazón

VIsitas

Elian apenas se recuperaba de la terrible noticia cuando entró a la habitación. Naomi estaba sentada, apoyada contra la mullida almohada que protegía su espalda, después de estar tantos días acostada. Tenía su mirada en un punto fijo. Se la veía muy pensativa y pálida, lo que a Elian le causó una punzada de dolor al verla tan frágil. Se acercó con cuidado y Naomi giró su mirada para saber quién había entrado. Su sonrisa fue automática con solo reconocerlo, y extendió su mano para que se la tomara.

—Sabes quién soy, ¿verdad? —preguntó con calma. Naomi asintió muy segura—. También recuerdas al Circo, al jefe..., a Amelie...

A todo Naomi decía que sí con una leve sonrisa para que confiara en su respuesta. Elian le acarició la mejilla y ella cerró sus ojos para percibirla mejor. Era un gesto muy cálido, que revivía su corazón.

-—Todo estará bien, Naomi.

—Soy... Ma... —intentó corregir. De alguna forma quería explicarle que había recordado su verdadero nombre, pero las palabras no le salían y las lágrimas volvieron a brotar de impotencia.

—No te esfuerces. ¿Te refieres a que recuerdas tu otro nombre? —Elian preguntó al recordar lo que Gioia le había contado. Naomi asintió por escuchar la respuesta correcta—. ¿Y también tu pasado? —Volvió a asentir tratando de articular la palabra "todo"—. Sorprendente... —Elian no sabía si era bueno o malo que hubiera recordado los fragmentos de la infancia que había perdido en el accidente anterior. Era tan triste su niñez que era mejor que los tuviera lo menos visibles posible, sabiendo lo justo y necesario para entender quién era en realidad y, así, enfrentar la vida—. Y aun así te quedó espacio para recordar el presente, ¿no? —bromeó para hacerla sentir mejor.

Naomi afirmó la pregunta, con una pequeña sonrisa que le ayudaba a detener las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

—Mejor así, porque, aunque lo veas lejano, te prometo que te recuperarás y seguirás deleitando a todos con tu bella voz. No lo dudes.

Ante esa frase, Naomi cerró los ojos y apretó fuerte la mano de Elian. No estaba segura de cumplir con lo que le pedía. Las últimas palabras que había escuchado de Antonello resonaban en su cabeza y no podía ver otra salida que no fuera perderse en la oscuridad para que nadie más la escuchara. Creía que realmente era un fracaso y por eso debía mantenerse al margen, para no terminar afectada por pensar lo contrario.

—No voy a dejar que te rindas, ¿me escuchas? —continuó Elian y le levantó con cuidado el mentón, para que le prestara atención—. Siendo Naomi o siendo María, cumplirás tu sueño.

Con la determinación que habló, Naomi abrió grande sus ojos, pero todavía más sorprendida porque la había nombrado con su verdadero nombre. ¿Cómo era posible que lo supiera? Se desesperaba por preguntarle, pero no era capaz de hacerlo.

—Te dejaré descansar, aunque me parece que tardarás en hacerlo por las visitas que tendrás. Estoy segura que te harán sentir mucho mejor y cargarás tanta energía que estarás preparada para saltar la piedra que apareció en tu camino.

Naomi quedó expectante por la advertencia que Elian le había hecho. Seguro sería alguien que había conocido en el último tiempo, Giuseppe, Isabella, Marco, Lisa, hasta Gianluca. Sin embargo, su respiración se entrecortó cuando su jefe cruzó la puerta.

No era posible que estuviera ahí. Se preguntó cuánto tiempo había pasado desde su desmayo. Creía que había sido unas horas, o tal vez un día, pero, si el jefe había viajado, el tiempo había sido mayor y nadie se lo había explicado.

—Mi pequeña —la saludó con un beso en la frente—. Vine a cuidarte y a pedirte disculpas. Si sabía que Antonello jugaría tan sucio, te hubiera hecho caso cuando quisiste rechazar el contrato. Sin embargo, al ver la posibilidad que tenías de crecer, no pude darme cuenta de las consecuencias que traería. —Tomó asiento a un costado de la camilla, por lo que Naomi aprovechó a poner una mano sobre su hombro e indicarle que no se siguiera culpando. La única culpable era ella—. Cuando tengas el alta podremos regresar al Circo. Elian me contó que era tu deseo unos días antes de que te desvanecieras.

Naomi asintió, aunque tampoco estaba segura de regresar a su antiguo trabajo. Primero, tenía que ocurrir el milagro de recuperar su voz y, después, las ganas de volver a cantar.

—Ya pasaste por esto y fuiste capaz de salir adelante. Y en esta oportunidad hay algo diferente, muy diferente —remarcó—. Ahora están Elian y Gianluca, que te necesitan. Les diste el valor para convertirse en lo que son. Si tú desapareces, ellos se irán contigo. —Naomi abrió grandes los ojos, no quería que ellos dejaran de ser lo que eran—. Por eso, piensa el valor que tienes para tus amigos, tu familia. No importa la gente que te hizo daño, son pocas y no tienen valor. Ignóralas. Tú eres fuerte, muy fuerte. Si no, mira el camino que forjaste y dónde te encuentras ahora; eso lo hiciste tú sola, porque eres fuerte

Naomi agachó su mirada. El jefe tenía toda la razón del mundo, pero le era difícil reconocerlo. Su autoestima estaba tan pisoteada que le iba a costar reponerse. Además, se hacía problema por lo que pensarían de ella al terminar internada en un hospital. Sacudió la cabeza para quitarse los pensamientos horribles, mientras el jefe aún le hablaba para animarla. La voz la sentía tan lejana que no entendía lo que le decía. Solamente se dejó caer sobre las almohadas y cerró los ojos mientras colocaba una mano sobre su cabeza. Comenzaba a aturdirse.

—Te dejaré descansar. Lo necesitas. —Se puso de pie—. Trata de reponerte pronto. Todos te extrañamos. —Le acarició suave la cabeza y, como la veía tan inestable, prefirió darle espacio y tranquilidad.

Naomi abrió los ojos para despedirlo y le regaló una pequeña sonrisa para que no se preocupara por ella.

—Será mejor que la dejemos descansar. —El jefe le habló a Elisa una vez que salió de la habitación—. Se la ve aturdida y hasta diría que le duele la cabeza, porque se llevó una mano a la frente.




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