Naomi se sintió un poco mejor con las visitas que recibió. Como el jefe le había dicho, no se encontraba sola, había muchas personas que le ofrecían su amistad. Hasta Amelie, en la distancia, le había mandado un mensaje al enterarse por el jefe que ya había salido de la situación delicada y le mandaba mucha energía positiva para que se terminara de recuperar pronto. Ese pequeño gesto la hacía sentirse acompañada y querida, por eso tenía que tomar la decisión de ponerse firme y salir adelante a pesar del temor que le daba enfrentarse a la realidad. Solo de esa manera iba a conseguir avanzar con su rehabilitación, que comenzaba en la tarde. Y a su vez, tenía que dejar la ansiedad de lado. Algo muy complicado. Quería hacerlo bien y en poco tiempo, no solo porque quería recuperar su voz y transmitir todo aquello que sentía, sino que también quería evitar cualquier preocupación a sus allegados.
Luego de un pequeño almuerzo, una enfermera la acercó hasta un ventanal que había en uno de los pasillos de la clínica para que disfrutara del sol. Estaba sentada en la silla de ruedas, perdida en los recuerdos, cuando sintió una mano sobre el hombro. Un médico había ido a buscarla para iniciar con las sesiones que le iban a ayudar a recuperar el habla. Como su problema en las cuerdas vocales se debía más a lo emocional, la solución no era fácil, pero todo dependía de cómo ella iba a reaccionar al tratamiento.
En poco tiempo llegaron las indicaciones de la primera actividad. Tuvo que repetirla varias veces. Su voz se escuchaba rasposa al decir una palabra entera sin cortarla. Cuando lo volvió a intentar, fue interrumpida por un ataque de tos. Su garganta estaba irritada y le daba comezón. El médico le pasó un vaso con agua, y, una vez que se recuperó, lo intentó otra vez. Las palabras eran más claras, pero se entrecortaban. En ningún momento dejaba de prestar atención a lo que la terapeuta le decía. No debía ilusionarse porque podía tener alguna recaída. Era normal y no había que desesperarse.
La primera sesión fue positiva, y una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro. La regresaron a la habitación, la cual había cambiado a una normal, pero con todas las comodidades necesarias, tanto para el paciente como las visitas que fueran a cuidarla. Gioia se había encargado del detalle. Quería la mejor atención para ella y cuidarla como su mayor tesoro.
Una vez que la ayudaron a meterse en la cama, una voz familiar pidió permiso para entrar a la habitación. La enfermera se giró para saber quién entraba. Al conocerlo, le dedicó una sonrisa y lo hizo pasar sin ninguna queja. Naomi estiró su cabeza para ver por detrás de la chica y sus ojos se cruzaron con los de Gianluca, que se sonreía por encontrarla despierta y, aparentemente, en buenas condiciones.
—Los dejo tranquilos. Pero no te esfuerces mucho por hablar —la enfermera le indicó antes de retirarse y le dejó un cuaderno y una lapicera para que se comunicara a través de la escritura. Se retiró, sin dejar de observar a Gianluca con una gran sonrisa, entre contenta por ver a su artista favorito y pícara, como si una idea hubiera cruzado por su mente.
—¿Cómo te sientes? ¿Bien? —Una vez que quedaron solos, Gianluca se acercó hasta la camilla y se sentó en el borde para estar lo más cerca posible. Naomi le esquivó la mirada y asintió con la cabeza—. Supongo que te recuerdo a aquella noche... o al miserable de mi abuelo. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte, no te haré daño —Acercó más su rostro y le regaló un pequeño y cariñoso beso en la frente, por lo que Naomi levantó la vista con las mejillas sonrojadas—. Me pregunto si habrás sentido todos los besos que te di —bromeó y recibió una mirada seria—. Mejor no digo nada, no vaya a ser que alguien me escuche y se ponga celoso. —Miró hacia los costados, como si fuera a encontrarse con Elian, ante la mirada confundida de Naomi—. Me porté bien, así que no tienes por qué enojarte. Sé muy bien que no te gusta mi personalidad de galán, pero se me hace difícil —se lamentó—, porque hablar contigo una vez más y verte recuperada me dan ganas de abrazarte y no soltarte nunca.
Naomi lo seguía mirando, sin estar muy segura de lo que oía hasta que lo entendió y prefirió esquivar el tema al agarrar el cuaderno para escribir una pregunta. Se lo colocó delante de la cara para que tomara distancia.
—¿Ganaste la última ronda?
Fue directa. Ya sabía del tiempo que había pasado, pero nadie le había contado cómo había terminado el programa. Necesitaba saberlo, sin importarle que hablar del trabajo le causara estrés.
—¿Te importa mucho? —inquirió, divertido por la reacción. Naomi asintió muy segura y lo obligó a que respondiera y dejara el coqueteo para otro momento—. Lo hice perfecto y fue gracias a que esa noche tenía conmigo una parte de ti. —De abajo de su camisa sacó la cadenita de la que colgaba la estrella de plata que le había regalado—. Sinceramente, no podía cantar, no tenía ganas ni motivos para hacerlo, hasta que Elian me recordó lo que vales y con eso las palabras que me habías dicho en la última presentación que hice mal. —Hizo una pausa para pensar y agregó—: La canción estuvo dedicada a ti.
"¿En serio?", escribió.
—Sí, porque me di cuenta de que tienes una misión conmigo. Intentas ayudarme sin prejuicios, aunque al principio lo hiciste —se sonrió—, pero seguro era porque te di una mala impresión el primer día que nos vimos. En cambio, para mí, conocerte fue lo mejor que me pasó. Si realmente no estás a mi lado, siento que no valgo nada. Tú me das fuerza, así que espero que me perdones por haberte hecho quedar mal delante de todos. No hay duda de que eres mi musa.
—Claro que te perdono.
Sin darse cuenta, su voz salió casi natural, y se sorprendieron tanto ella como Gianluca. Se tocó la garganta sin poder creerlo. ¿Cómo era posible que se hubiera escuchado su voz? ¿La primera sesión ya había dado resultados? ¿O las palabras confortables la ayudaban a recuperarse?