Como la salud de Naomi mejoraba de manera paulatina, y su semblante fue cambiando por uno más positivo, el jefe decidió regresar al Circo a los pocos días, dejándola a cargo de Elisa y de Elian. El día de la partida, Naomi lo despidió con un fuerte abrazo y le prometió que pronto volverían a estar juntos. El jefe, feliz y tranquilo, le devolvió el abrazo y no dejó de pedirle que olvidara los malos recuerdos para convertirse en la persona que deseaba ser. Por eso, cada vez que quedaba a solas, Naomi se repetía el consejo que había recibido, sin poder evitar que los recuerdos que había recuperado estuvieran vagando constantemente.
Por mucho tiempo habían sido sombras que la acosaban en los sueños. Solo sabía que por culpa de un accidente había perdido gran parte de su niñez junto con el rostro de sus padres, sus nombres y el suyo. Sin embargo, ahora los recordaba, y un escalofrío recorría su cuerpo cada vez que pensaba en ellos. Pero, como no quería sentirlo, tomó la decisión de escribir sobre un cuaderno su nombre verdadero y el de sus padres, para luego tacharlos con una enorme cruz y varios rayones. De esa manera, sería capaz de olvidarse del pasado para siempre y volver mucho más fuerte para vivir una nueva vida. Aceptaba el nombre de Naomi, que era su verdadera esencia desde el día que Elisa la adoptó como su hija y le hizo ver que su existencia valía la pena.
Luego, en otra hoja, escribió su nombre actual, el de su mamá, el de Elian y el de todas las personas que se habían convertido en su verdadera familia. Cuando terminó de anotarlos, los encerró en un círculo, sonriente al descubrir que era más grande el amor que recibía, y que ya no tenía por qué darle oportunidad al desprecio. No existía.
Mientras leía uno por uno los nombres que había escrito, la imagen de un anciano pasó como un flash por su mente. El hombre de cabello blanco le sonreía, complacido de verla, y le extendía una mano amiga que ella aceptaba gustosa. Se detuvo a pensar, confundida. ¿Quién era? ¿Y de cuándo? ¿De antes o después del accidente? Quería saberlo, pero no estaba segura si sería real o un vago recuerdo de algún sueño que había tenido de pequeña.
Después de una semana, Naomi tuvo el alta médica, aunque tenía que continuar con la rehabilitación, que iba perfecta. Ya podía mantenerse de pie, y su voz cada vez era más clara, sin sentirse áspera ni cortante. Era capaz de decir frases continuas y mantener el tono. Solo le quedaba hacer la prueba de canto para saber si su don se mantenía firme o se había evaporado. Algo que la ponía bastante nerviosa.
La noche que volvió a la casa, Elian le preparó una cena de bienvenida. Naomi la pasó muy bien y contó con la agradable visita de Giuseppe. Ahora se notaba que su sonrisa era sincera y continua, lo que le daba una imagen mucho más segura de ella misma. Tanto Elisa como Elian estaban muy contentos y menos preocupados por su estado de ánimo.
Cuando la pequeña reunión terminó, Naomi ayudó a limpiar la cocina. Quería moverse y sentirse útil, además de mejorar sus reflejos a pesar de que nadie quería que se esforzara más de lo normal. Era lógico que sintiera mareos, pero no les dio importancia y continuó lavando los platos sin problemas.
Una vez que todo quedó limpio, llegó la hora de dormir. Elisa quería devolverle su cama para que descansara bien, mientras tanto, ella dormiría en el sofá de la sala, pero Elian se interpuso y le ofreció su cuarto para que ambas mujeres tuvieran un buen descanso. Él dormiría en el sofá, el cual, según decía, era bastante cómodo.
Mientras Naomi estaba acostada, se dio cuenta de que podía hacerle un lugar a Elian. Antes ya habían dormido juntos, por lo que no le veía el problema de hacerlo otra vez, además de que era el momento ideal para hablar y hacer las paces por completo. Creía que todavía no habían terminado de arreglar las diferencias que habían surgido antes del incidente.
Sin pensarlo mucho más, bajó hasta la sala de estar y se encontró con Elian mirando la televisión.
—¿Pasa algo? —Se giró a hablarle cuando la vio aparecer en plena oscuridad.
—No. —Negó con la cabeza—. Vine a buscarte para que duermas mejor.
—No te preocupes. Estoy bien. —Le sonrió para dejarla tranquila.
—Pero hay espacio en la cama y seguro estarás más cómodo.
—¿No quieres dormir sola? —inquirió preocupado.
—Quiero que descanses bien... —Se avergonzó con su pregunta.
—Si tanto insistes, acepto la invitación. —Se puso de pie y apagó la televisión—. ¡Vamos! No agarres frío, tienes que cuidarte. —La sujetó de la mano para guiarla hasta el cuarto.
—¿No estás mucho mejor? —Una vez acostada, Naomi giró su rostro para mirarlo a su lado.
—Demasiado —dijo gozoso y se dio la vuelta para rodearla con sus brazos. Naomi no se opuso, al contrario, cerró sus ojos sintiéndose afortunada por tener su compañía. Daba por hecho que Elian no estaba enojado con ella, sino seguramente lo tendría a varios metros de distancia—. Me han dicho que soy tu héroe, así que siempre te protegeré.
—¿Fue mi mamá? —preguntó apenada. No creía que Amelie se lo hubiera dicho. Elian asintió—. Entonces, ¿ella también te contó sobre mi pasado?
—No. Ella no fue ni tampoco el jefe. Y menos creí en la historia de Antonello, si es lo que piensas.
—La única opción que queda es que hayas llamado a Amelie para saberlo.
—Te equivocas otra vez.
—Pero no hay otra persona que lo sepa, ¿o sí? —Se quedó pensando y apretó fuerte los ojos para tratar de concentrarse.
Elian la miraba a través de la poca claridad que entraba por la ventana, pero prefirió no decirle nada sobre Gioia. Parecía que Naomi en verdad lo había olvidado
—Elian..., ¿qué pensaste cuando supiste la verdad? ¿Fui demasiado mala para no contártelo??
—Nunca lo pensé. Al contrario, me sentí muy mal al saber que aquella noche te grité, en vez de entender tu tristeza... —Se separó un poco—. Desde que supe la historia, la angustia me acompaña. Aún me cuesta creer lo que viviste, y eso que me contaron por arriba y no me han dado todos los detalles que tú debes saber más que nadie, ya que lo viviste en carne propia. —Se quedó en silencio por unos segundos—. Naomi..., me perdonas, ¿verdad?