Naomi abrió grandes los ojos. No creía lo que había escuchado. ¿Elian estaba enamorado de ella? ¡No podía ser! Su corazón latió nervioso luego de la confesión.
Por mucho tiempo había creído que algo así no podía ocurrirle nunca. Si no había tenido el amor sincero de sus padres, menos iba a recibir un sentimiento tan fuerte por parte de otra persona. Sin embargo, se daba cuenta de que ella valía más de lo que había creído y estaba muy feliz de saberlo. Pero, a pesar de la confesión, no pudo decir nada. No sabía cómo hacerlo. No estaba preparada para una situación como esa. Jamás había enfrentado algo parecido y no estaba segura de qué palabras usar. ¿Tenía que agradecerle? ¿O era aceptar sus sentimientos? Y si no le respondía, ¿era igual a rechazarlo? Se mareó con las preguntas y por miedo de causar un mal entendido prefirió mantenerse callada. Según ella, era mejor quedarse abrazada a él para mostrarle que no le incomodaba lo que le había dicho, solo que no estaba preparada para responder a semejante confesión.
En la oscuridad, Elian se sonrió al darse cuenta de que no era fácil para Naomi. Sin embargo, no podía guardarlo más. Estaba enamorado y necesitaba que lo supiera sin importarle que ella tuviera sentimientos encontrados con Gianluca. Su silencio no lo incomodó. Cuando Naomi dejara de estar confundida, o comprendiera qué era el amor, seguro obtendría una respuesta.
Sin dejar de abrazarla, Elian se terminó relajando y se durmió. En cambio, Naomi no concilió el sueño hasta altas horas de la noche. Pensaba en la descripción que Elian le había hecho sobre el amor y lo comparaba con los sentimientos que sentía en los días que había trabajado junto con él en el Circo. Lo bien que se sentía, y lo mal que se ponía cuando no lo veía. Hasta el vacío en su estómago cuando le confesó que ella era su musa, y la agradable sensación cuando recibió su primer beso en la mejilla.
Una sonrisa de felicidad se le dibujó, lo que afirmaba que era un chico que le había atraído desde que lo conoció en sus primeras visitas al Circo, y más cuando tuvo la oportunidad de tratarlo personalmente. Elian no solo le parecía un chico lindo y agradable, sino que también tenía una personalidad fuerte. Además, era sincero y transparente con lo que le pasaba. Algo que sumaba puntos y le gustaba mucho de él.
Con el balance que hizo, se preguntó si realmente estaba enamorada de Elian, pero, antes de que pudiera afirmarlo, no pudo evitar pensar en Gianluca. Él también era un chico que con el tiempo se había convertido en alguien agradable y fue el primero en confesarle su amor. Al principio, había creído que lo había hecho para molestarla, pero luego comprobó que iba en serio. Gianluca también se preocupaba por ella y buscaba ayudarla, solo que no se sentía muy cómoda a su lado, sin estar segura de si se debía a que era cercano a Antonello, su peor enemigo, o porque no le atraía como una pareja y solo lo quería como un buen amigo.
Quiso lamentarse con un quejido, pero se contuvo para no despertar a Elian. No entendía cómo había quedado en medio de semejante situación. Tenía que elegir a uno de los dos, pero sin lastimar a nadie.
Una misión imposible, pensó.
A pesar de haber dormido en los brazos de Elian, esa noche no descansó bien y se levantó temprano. Una vez que se alistó, fue hasta la cocina y se preparó el desayuno. Tal vez algo rico pudiera distraerla. Se sentó a desayunar con una taza de té y miel, y, mientras esperaba que se enfriara, se puso a cortar en pedacitos una porción de torta. Algo que no funcionó para distraerse, solo llamar la atención de Elisa, que se había levantado lista para desayunar un café bien cargado.
—Buenos días, hija. ¿En qué piensas?
—En tantas cosas... Últimamente siento que mi cabeza piensa más de lo normal. —Dejó a un lado el tenedor.
—¿Puedo ayudarte con algo?
—No lo sé... Anoche intenté pedirle ayuda a Elian y terminé más confundida que antes.
—¿Puedo saber cuál fue el motivo? —Tomó asiento a su lado.
—Prefiero no decirlo para no incomodar a Elian.
—¿Incomodarlo? Viniendo de tu parte, no lo creo.
—Claro que sí, mamá. Anoche le hice hablar de un tema delicado..., muy delicado —resaltó—. Tendría que haberme quedado con la boca cerrada.
—Se habrá sentido seguro por contártelo. Se nota que es alguien a quien no le gusta guardar secretos.
—Pero cuando uno tiene que remover los recuerdos más tristes no es tan fácil —objetó.
—Si te lo contó es porque quiere ser transparente contigo, y eso hay que valorarlo mucho. —Se sonrió.
—¿Por qué estás tan segura? —preguntó a pesar de que conocía la respuesta.
—Porque entre ustedes dos veo algo muy especial —respondió divertida.
Naomi sintió que su cara comenzaba a delatar lo que Elian le había confesado, y sin dudarlo se puso de pie para salir de prisa y ocultar su vergüenza.
—¿Naomi?
Elisa se puso de pie para ir detrás de ella y entender qué le había ocurrido. Sin embargo, Naomi no llegó muy lejos. Ni bien quiso cruzar la puerta de la cocina, chocó contra Elian, que también se había levantado a desayunar. Levantó su vista para mirarlo, aunque sintió que se ponía más roja, y temió que su secreto fuera desvelado, por lo que decidió salir de prisa hacia las escaleras.
—¿Se encuentra bien? —Elian preguntó a Elisa. Tal vez le daba una respuesta más certera.
—Está un poco confundida, pero nada de qué preocuparse. —Le sonrió para dejarlo tranquilo—. Mejor desayunemos nosotros.
—Está bien —respondió Elian, imaginándose por donde venía la incomodidad de Naomi.
Como lo habían previsto, durante la mañana recibieron la llamada de Davide. Naomi tenía una entrevista para explicar cuál era la verdad sobre su salud y su vida amorosa.
Antes de llegar al canal, Naomi pasó por su rehabilitación. Estaba mucho mejor y se encontraba a poco de recibir el alta definitiva, cuando el terapeuta se enteró de su pronta entrevista. Al saber que se esforzaría más de lo normal, le dio más citas para no dejar el tratamiento, además de asegurarse de que su voz estuviera impecable para retomar el canto. Naomi aceptó sin gustarle mucho la idea y se preparó para ir al encuentro con Isabella.