El viaje en el auto fue silencioso. Naomi prestaba atención al camino que recorrían. Habían tomado una ruta que no conocía y se iban alejando del centro de la ciudad hasta que el barrio se volvió muy tranquilo. Gianluca cada tanto la observaba. La notaba concentrada, mirando por la ventanilla, por lo que prefirió no hablar. Al llegar, estacionó el auto delante de un pequeño apartamento y ambos bajaron al mismo tiempo. Naomi seguía atenta a su alrededor para saber con qué se encontraría al entrar.
—¿Pasa algo? Pareces preocupada —preguntó Gianluca con calma.
—No, nada. Solo me siento un poco extraña porque es la primera vez que estaremos a solas.
—Pero es lo mejor, así nadie nos molestará. ¿No piensas igual? —Abrió la puerta del edificio y la guio hasta el ascensor que los llevaba al último piso, donde él vivía.
—Sí —respondió con una leve sonrisa.
Cuando el ascensor se detuvo, cruzaron el pequeño pasillo hasta llegar a la puerta de su apartamento. La abrió y, antes de darle paso a Naomi, encendió las luces, que dejaron a la vista un living moderno y amplio, con dos sillones, uno negro y otro rojo. Una alfombra adornaba la sala junto a algunas plantas y lámparas, y un ventanal daba una buena vista de la noche romana. Gianluca avanzó hasta la mesa blanca, que se encontraba ubicada en frente a la ventana, y corrió una de las sillas para que su invitada tomara asiento. Luego salió hacia su cuarto para cambiarse por algo más cómodo.
Naomi lo siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista por un pasillo. Al regresar su vista hacia la ventana, se llevó un buen susto al descubrir que un gato siamés se había subido de manera sigilosa sobre la mesa y la estaba observando con sus ojos celestes. Se quedó quieta. Sabía que debía ser cuidadosa con ellos para no asustarlos. Con cuidado acercó su mano hasta que le tocó la cabeza con suavidad.
—Veo que ya conociste a Gino. —Gianluca se desvió hacia la pequeña cocina que estaba enfrente—. Es la primera vez que se acerca a alguien.
—No parece que fuera antisocial. —Se animó a cargarlo. El gato comenzó a ronronear animado por las caricias.
—Seguro sabe cómo eres. —Se arremangó la camisa. Iba a cocinar algo simple pero delicioso para ofrecerle.
—No te hacía viviendo con un gato —comentó divertida.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, así como las ideas equivocadas que tienes —acotó con una media sonrisa.
—Lo siento, pero es la imagen que me muestras desde que nos conocimos —confesó.
—Pero, en vez de juzgarme, me tienes que preguntar cosas puntuales. No tendré ningún problema en responderte.
—Entonces, ¿puedo preguntarte por qué motivo quieres convertirte en un cantante famoso y si es un deseo de ahora o vienes desde hace tiempo intentándolo? —lo cuestionó con curiosidad.
—No me refería a ese tipo de preguntas —contestó de espaldas mientras picaba unas verduras. Se daba cuenta de que Naomi era astuta para algunas cosas—. Pero te contestaré igual. Lo vengo intentando desde hace tiempo, sin obtener un buen resultado.
—¿Y cómo nació el deseo?
—Siempre acompañaba a mi abuelo a todos sus shows y, la verdad, al principio me aburría. No me gustaba el mundo musical que veía: griterío, horas de sueño perdidas, y fans muy exaltadas..., pero un día todo cambió, en particular cuando escuché a tres jóvenes que se presentaron en la Eurovisión. El momento fue único, perfecto... y por primera vez sentí la magia de la música.
—¿También fuiste cautivado por ella? ¡Qué bueno!
—Sí, pero de un día para el otro me abandonó y ya no pude sentirla más. Por eso decidí pedirle ayuda a mi abuelo. Por supuesto que aceptó enseguida, porque venía desde hacía rato rogándome para que lo aceptara como su guía. Entonces, juntos trazamos el plan de entrar al concurso para disimular un poco el juego sucio que íbamos hacer. Mi abuelo pagó bastante dinero para que todo saliera perfecto. Sin embargo, no nos imaginamos que en pleno show aparecería una chica extranjera que no estaría de acuerdo y daría un giro completo al desenlace de la historia. Y como sabes, ¡me alegro que lo hayas hecho! —Se giró para verla—. Gracias a ti recuperé el verdadero deseo que quería cumplir, al darme cuenta de que, haciendo trampa, lo único que iba a lograr era que la gente pasara a odiarme. Así que mi próxima meta es ganar el concurso y, si me permites, cantar junto a ti.
—¡¿Conmigo?! —La tomó por sorpresa.
—Sé que lo estoy haciendo mal, pero no tienes de qué preocuparte. Lo haré bien.
—No es eso, sino que me sorprende que me pidas hacer un dúo. —Se concentraba en acariciar a Gino, que se había acostado sobre su regazo.
—Estoy seguro de que haremos algo muy bueno. Ya estuve pensando en muchas ideas que me gustaría llevar a cabo. —Volvió a lo suyo mientras conversaba.
—Pero, cuando termine aquí, regresaré al Circo, no sé si pueda...
—Naomi —la interrumpió—, todavía recuerdo muy bien el motivo por el cual me dijiste que cantas. A partir de ahí me di cuenta de que tenemos el mismo objetivo con la música. Queremos transmitir el sentimiento de cada canción para que la gente pueda transportarse a un mundo nuevo y disfrute de la melodía para apartarse por un momento de los problemas que la aquejan. Que puedan sentirse identificados y liberar la emoción que tengan guardada. Por eso te pregunto, ¿estás segura de quedarte siempre en el Circo?
—No quiero abandonarlos..., no podría.
—¿Por qué? Ahora te encuentras con la oportunidad de abrir muchos caminos para alcanzar tu meta. Cuando lo logres, ¿lo vas a tirar todo a la basura regresando al Circo?
—Tal vez pueda hacer las dos cosas a la vez..., no lo sé. No siento que esté tirando todo a la basura.
—No podrás hacer todo junto. O es una cosa o es la otra. —El ruido de la verdura al caer sobre el sartén hirviendo hizo sobresaltar a Naomi, que se había quedado pensativa, y Gino se bajó de sus piernas—. Tienes que estar muy segura de lo que quieres y como me dijiste una vez: escucha tu corazón y busca tu propio estilo sin tener que seguir las órdenes de los demás. A veces hay que hacer sacrificios.