La voz de tu corazón

Las cosas en su lugar

Era viernes por la noche y la primera parte del programa del Show de las Estrellas estaba llegando a su fin. A pesar de la ausencia de Naomi, Elian se había presentado en el canal para realizar una reunión con los productores, que tomaron la decisión de hablar en el programa sobre la ausencia de Naomi. Le pidieron a Isabella que fuera concisa y no se fuera por las ramas con la explicación que diera, y que mucho menos mostrara cualquier gesto de preocupación o tristeza.

Lo mismo se le advirtió a Lisa y a Marco, que habían quedado bastante afectados por lo sucedido.

Con los puntos marcados, la reunión terminó y cada uno fue a ocupar su lugar, incluido Elian, que se quedaría a ver el programa y, en especial, la actuación que Gianluca haría. No había vuelto a aparecer en el hospital; tal vez se había dedicado a trabajar en la canción que iba a presentar. Tenía la obligación de hacerla perfecta, más que nada por si quería pasar de ronda y, por supuesto, satisfacer a su abuelo.

Sin embargo, en la mente de Gianluca nada de lo dicho pasaba. Su única preocupación era Naomi. Temprano había llegado al canal para concentrarse en su trabajo. Leía una y otra vez cada línea de la canción que había elegido. Quería que su voz se escuchara perfecta, pero el nudo que tenía en la garganta le impedía alcanzar las notas altas, lo que aumentaba su enojo y su frustración.

Estaba encerrado en su camerino, repitiendo una y otra vez la estrofa, cuando sintió que la puerta se abría de golpe. Se puso de pie molesto al creer que se trataba de su abuelo, que venía a presionarlo como todas las noches, pero se dejó caer en el asiento al ver que Elian se asomaba.

—¿Qué quieres?

—Para ser sincero, no sé por qué hago esto, pero... esta noche hazlo bien. —Se apoyó contra la pared cruzado de brazos—. Dedícale esta noche a Naomi. Ella querría que hicieras una buena presentación, así que no la defraudes. Ella confía en ti. —Cerró los ojos, pensando si debía seguir hablando o no, pero, como Gianluca no le decía nada, prefirió continuar—: Una cosa más... —Le clavó la mirada—. Limpia su nombre y muestra que es tu verdadera musa. Fue muy humillante lo que hiciste la última vez. La dejaste mal vista delante de muchas personas.

—Sin embargo, aquella noche no mentí. Fui sincero y solo seguí el consejo que ella me dio —explicó con tristeza.

—¿Estás seguro? Para mí no hiciste caso —espetó molesto.

—¡Sí, lo hice! —Se puso de pie enojado—. Tú no sabes lo que yo tengo aquí dentro. —Se señaló el pecho con odio—. Aquella vez me expresé con la verdad. Esa voz horrible que escucharon habla de la bronca que tengo por no alcanzar lo que quiero. Todo me sale mal, y lo sabes bien —lo apuntó, sabiendo el secreto que ambos escondían—, y tienes que creerme cuando digo que Naomi es quien me inspira a ser como en verdad soy. Ella aleja los fantasmas que me torturan día a día y me hacen creer que no nací para ser cantante. Por esa misma razón hoy no puedo cantar. Mi voz se apagó y no volverá hasta que ella despierte, ¿entiendes.

—Te entiendo, pero no justifica que vayas a renunciar. —Se acercó hasta él—. Demuestra qué tanto te importa y cómo ella se convirtió en la musa que te ayudó a descubrir lo que en verdad quieres, y que no es la persona que te hizo perder las ganas de cantar. —Lo tomó de la mano para dejar caer sobre la palma la pequeña estrella de plata que había encontrado junto a Naomi—. Espero que esto te ayude a recordarlo.

—Yo sé bien lo que tengo que hacer. —Lo miró serio. No le gustaba que le dieran órdenes.

—Hagas lo que hagas, hazlo bien —le recalcó antes de irse.

... canta con el corazón. No pienses en tu abuelo o en los problemas que tengas. Solo cree en la música y en quienes te escuchan...

Apretó fuerte su mano para encerrar a la estrella mientras se prometía cantar con su verdadero sentimiento. No podía fallar, si no, iba a fallarle a su musa, que ya había hecho mucho por él y era hora de devolverle el favor. No importaba si Naomi no podía escuchar la canción, se mantendría en el deseo de que cuando despertara se la cantaría a solas para demostrarle lo importante que era para su vida. Solo ella podía alegrar sus días y alejarlo de las inseguridades que solían atormentarlos.

Mientras Elian iba pensando sobre lo que había hablado con Gianluca, notó que alguien iba por detrás de él. Al girarse, se encontró con Antonello, que, con una mirada agresiva, comenzó a cuestionarlo:

—¿Otra vez intentas llenarle la cabeza a Gianluca con ideas estúpidas?

—En otro momento podría haber dicho que sí. Pero esta vez no es el caso. —Fue sincero.

—Claro, ahora te haces el santo. Pero ya le arruinaste una vez la vida y sé que no dudarías en hacerlo otra vez.

—Aquella vez fue culpable y merecía que todos lo supieran, pero usted decidió taparlo.

—¿Estás seguro de que no fuiste tú? ¡Después de todo, era tu novia!

—Estoy muy seguro... y que usted estuvo detrás. Ahora que vi lo que hizo con Naomi, no me quedan dudas.

—Lo que haga siempre será para defender a mi nieto.

—Mejor dedíquese a pensar en su retiro... Le hará muy bien.

—¡Maldito! —Furioso, se metió al camerino antes de tener que seguir aguantando a Elian. Quería asegurarse de que Gianluca estuviera bien para hacer su presentación. Sin embargo, su propio nieto lo esquivó. Salió de prisa antes de tener que escuchar las tonterías que le diría.




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