L'appel de la liberté

Sinceridad de una vieja mano amiga.

El comienzo del desastre eminente IV

Me quedé escuchando el sonido de la alarma, aún con mi cabeza en la almohada. El sonido era demasiado irritante, no podía negarlo; pero tampoco es que mis ánimos fueran buenos para querer salir de la cama.

Simplemente había tantas cosas en mi mente que no estaba segura de que pudiera aclarar algo en algún momento en el que no estuviera en la escuela o en mi casa y las vacaciones en las que podría aclarar algo por muy mínimo que fuera, serían justo después de haber hecho el examen y todo lo que conllevaba para hacerlo.

Cambié de posición para por fin apagar la alarma del celular. Y a pesar de querer quedarme acostada, terminé por levantarme.

Suspiré quitando las cobijas y fui a cambiarme. No había manera en que pudiera simplemente faltar a la escuela y salir de casa.

—¡Vamos Elizabeth, apresurate a tomar tu desayuno, que se hace tarde!— Suspire mientras me sentaba a tomar el desayuno, tratando de comer de la forma más rápida que pudiera sin necesidad de atragantarme en todo el transcurso y acabar a tiempo para que me llevará mi padre al colegio.

Cuando acabe, me cepillé los dientes y tomando mis cosas me despedí de mi madre para subir al coche.

El camino no fue corto precisamente pero el sueño hacía que el tiempo pasará volando más sin embargo, escuché que me llamaban. —Eliza, Liza.

Y aún con toda la pereza que me embargaba aún, desperté, viendo a mi padre, que se encontraba entre avergonzado y preocupado, para después ver mi alrededor con los ojos entrecerrados por la luz del sol que ahora se encontraba presente; reconocí la zona por lo que iba a volver a cerrar los ojos para volver a dormir pero mi padre no lo permitió.

—Hija, el auto se apagó hace un momento y no puedo hacer que vuelva a prender.

Sus palabras hicieron que abriera los ojos a pesar de la luz y que entiendera que tenía que caminar hasta la escuela.

—Está bien. —Con ello, desabroché el cinturón y me lo quité para después agarrar mi mochila que había dejado a mis pies.

—Si, lo siento, pero realmente no estás tan lejos, así que estará bien, no llegarás tarde, aún hay tiempo. — Dijo mi padre de forma rápida, asentí y me despedí de él, entendía que no era su culpa, el auto estaba empezando a descomponerse desde hace días y aún tenía media hora para llegar.

Agradecía saber la ruta desde estas zonas tan lujosas a mi alrededor, e incluso hasta hoy en día me sorprendía lo que podíamos construir.

Al contrario de mi caminar tranquilo, las personas que llegaban a chocar conmigo sin querer corrían para llegar a su trabajo, y verlos con sus trajes no me hacía más que saber que llegaban a aquellos rascacielos y edificios lujosos que brillaban algunos con la luz reflejada.

Camine aún más lento, viendo como muchos iban solamente presurosos con su maleta en mano, mientras que otros tantos corrían con su celular en mano u oído.

En algún momento pude observar como se encontraba una mujer mayor se encontraba con su vestimenta sucia y una pequeña lata a su lado, sentada a las afueras de una gran empresa, que desconocí el nombre y aún así, tanteé en mis pantalones para ver si podía conseguir darle algo. Al sentir la forma redonda de una moneda, la saqué y me encogí de hombros al ver que era de un peso, por lo menos ella iba a obtener algo.

Al agacharme para dejarla, le sonreí levemente y cuando me levanté no me fijé que había una persona caminando en mi dirección y eso provocó que tirara su maletín y su celular al suelo mientras yo tropezaba hacia atrás.

El señor se veía realmente molesto, por lo que me vi realmente intimidada. —¡Deberías de fijarte por donde caminas, niña! ¡Agradece que mi celular se encuentre en buen estado o de lo contrario ya te hubiera demandado porque de lo contrario me lo pagarías!— Me hice aún lado dejando que pasará, para no provocar más su malestar y enfado.

—Niña— Escuché y volteé, porque está voz a comparación de la del hombre, se escuchaba mucho más tierna y cálida. Cuando vi que la señora a la que le había dejado la moneda me sonreía, me acerqué nuevamente a ella. —Realmente te lo agradezco, y realmente espero que esto se te multiplique y que te vaya mucho mejor que como le va a ese loco de hace rato.

La simpatía y sinceridad con la que hablaba, era tal que me hizo sonreír y dejar de pensar en todo lo que me preocupaba. —También lo agradezco y no fue nada— Con ello me alejé ahora si para retomar mi camino, todo esto me alegraba.

Ahora tenía una idea de cómo tenía realmente que actuar con respecto a muchas situaciones, tal vez no con respecto a algunas decisiones pero si para hacer unas cosas bien.

 

Hola, ¿Cómo están? x'D ¿Bien? Eso es bueno, disculpen por no haber publicado pero pues aquí me ven de nuevo, viva y escribiendo y claro, publicando, estaba haciendo tareas y muriendo a exámenes y ni me llegaba la inspiración.




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