Elizabeth suspira cuando ve las instalaciones de su universidad, se supone que le deberían de gustar y que debería de amarlas. Para Eliza no es así, ella no ama donde está pisando pero es algo por lo que ha decidido por sus familiares y por su propio bien (eso también inculcado por su familia); no es feliz y ella lo sabe.
Pero tiene que seguir estudiando una carrera que no le gusta por el simple hecho de que donde vive no es de primer mundo y ella a pesar de decirse valerosa, la influencia desgraciadamente que aún tienen sus padres en ella, es tal que aún manipulan sus verdaderas decisiones. Es una pena.
Nunca se consideró tan triste ni pobre… Eliza lo siente así ahora a pesar de que estudia una de las carreras que si lo sabe manejar, más fortuna le dejara. Pero no es su pasión.
Los números no son lo suyo, ella lo supo cuando veía que a pesar de dar todo de sí para poder obtener las máximas notas en sus clases, lo único que obtenía era una mirada de lástima.
Liz es feliz bailando y realmente todo el mundo lo apreciaba, excepto aquellos que realmente eran importantes para ella…
Eliza corre cada viernes y cada fin de semana a pesar de todo contracorriente a bailar, a veces a colocarse en puntas y otras tantas a moverse al ritmo de cualquier música; a ella realmente le fascina y lo necesita.
Para Elizabeth bailar es su droga y su libertad; sabe que sin ella por lo menos una vez a la semana ella moriría de tristeza. Porque no todo va bien con lo que ha decidido estudiar.