El mundo, antes de la Era del Olvido, vibraba con la luz de una Divinidad tangible. Los mortales conocían el sonido de los dioses y la paz era un regalo constante del Olimpo, donde Zeus, el Padre de todo, había asentado a sus cuatro hijas principales en los pilares geográficos de la Tierra. A cada una les había obsequiado un reino propio y el derecho a ser venerada, estableciendo así el equilibrio del cosmos. Y en cada templo, se cultivaba la extraña y poderosa fe que creaba a los protectores de las diosas: los Caballeros, conocidos en el éter como los Amantes.
I. El Dominio del Norte: Marina
En el punto más septentrional, donde el sol apenas se atrevía a asomar en los meses de invierno, se extendían los Mares del Norte, el reino gélido y cristalino de Marina, la Diosa del Agua.
Su templo no era de mármol, sino de coral blanquecino y hielo marino. Estaba sumergido en las profundidades, y desde sus grandes ventanales, Marina observaba el fluir eterno de las corrientes. Su vida era una sinfonía de calma y movimiento constante: trazaba rutas de navegación para los marineros, regulaba las mareas y se sumergía en sus vastas bibliotecas de pergaminos empapados que detallaban el saber de los abismos. Entre las bioluminiscencias y el silencio azul, sus dos Caballeros, Kairo y Finn, custodiaban el perímetro, sintiendo la inmensidad del océano en sus propios corazones. Marina era la base de todo conocimiento, tan profunda y misteriosa como el abismo.
La veneración que recibían no era ciega; era ganada día a día con actos de benevolencia que tejían el equilibrio entre lo divino y lo mortal. El verdadero poder de las diosas residía en su capacidad para cuidar del mundo que sus reinos custodiaban.
La Labor del Cuidado y la Bondad
🌊 Marina: Calma en la Tormenta
Desde las profundidades de sus Mares del Norte, Marina dedicaba su tiempo no solo a la gestión de las mareas, sino a la protección directa de la vida marina y los navegantes.
Una tarde, una feroz tormenta boreal azotaba las costas del Báltico, amenazando con hundir una pequeña flota pesquera. En su templo de coral, Marina, concentrada, extendió sus manos. El Caballero Kairo, cuya empatía igualaba a la de la Diosa, trazaba en un mapa astral las coordenadas exactas de los barcos en peligro. Mientras tanto, el Caballero Finn, con su energía práctica, se zambullía en las aguas cercanas, utilizando la disciplina de su cuerpo para guiar las corrientes de retorno, creando una burbuja de calma alrededor de los navíos. Marina, con un suave murmullo, logró desviar el ojo del huracán justo a tiempo. Al día siguiente, los pescadores contaron a sus familias cómo el mar, en medio de la furia, se había abierto para acogerlos, una señal del amor de la Diosa de las Aguas.
🌳 Gala: La Semilla de la Prosperidad
En las faldas de las Montañas del Este, Gala no solo creaba la vida, sino que la optimizaba para el bienestar humano, fusionando la magia de la tierra con la funcionalidad.
Un año, una extraña plaga marchitó los cultivos de un valle oriental. Los aldeanos, desesperados, subieron a su templo de roca. Gala, con su dulzura característica, tocó la tierra infectada. El Caballero Rhys, ágil y con mente brillante, no tomó una espada; tomó tabletas de arcilla. Analizó los patrones del marchitamiento y sugirió a la Diosa qué cepas debían ser erradicadas y cuáles debían ser fortificadas. Al mismo tiempo, el Caballero Kai, con su fuerza silenciosa, trabajó incansablemente con los agricultores, labrando la tierra y plantando nuevas semillas resistentes, fertilizadas por el toque mágico de Gala. El milagro no fue solo el crecimiento; fue el conocimiento de siembra que se quedó con los mortales, elevando su prosperidad.
🔥 Ignia: La Pasión que Calienta y Forja
Desde los Volcanes del Sur, la labor de Ignia era la más vital y peligrosa: mantener el calor interno de la Tierra y forjar las herramientas de la civilización.
Una vez, las fraguas de la ciudad mortal más cercana a su reino se quedaron sin el calor necesario para el gran proyecto de infraestructura de un puente. Ignia, en su forma más aguerrida y activa, cabalgó hasta el corazón del Volcán Activo. El Caballero Zeo organizó una caravana de mortales, manteniendo su energía alta y su moral intacta con su carisma. El Caballero Orion trazó el camino más seguro a través de los campos de lava, asegurando el éxito de la misión. Ignia, con un grito de libertad, desvió un flujo de magma templado a través de canales subterráneos. El material volcánico no solo encendió las fraguas, sino que forjó el metal más fuerte jamás visto. Ignia les dio el coraje y la materia prima para construir su propio futuro.
🌬️ Aura: El Regalo del Conocimiento y la Historia
Desde su ciudadela flotante en los Cielos del Oeste, Aura no solo controlaba el clima, sino que era la guardiana de toda la sabiduría e historia.
El conocimiento era un bien escaso y a menudo se perdía en incendios o guerras. Aura, con su elegancia formal, decidió compartir parte de la historia del Olimpo con una aldea de eruditos. Los Caballeros Aethel y Zephyr se encargaron de la entrega. Aethel, usando su estrategia, calculó el momento y la ruta aérea perfectos para descender una serie de pergaminos sellados, llenos de conocimiento vital para la filosofía y la ciencia mortal. Zephyr, aprovechando la ligereza del aire, se aseguró de que cada pergamino aterrizara suavemente sin un rasguño. El regalo de Aura no fue un objeto, fue la base para la primera gran biblioteca de la humanidad.