La Tensión de la Calma
El encuentro junto al río oscuro dejó una fisura en la paz de Gala. Aunque había convencido a Kai y Rhys de que el incidente era insignificante, la verdad la consumía. Pasaba sus días atendiendo a sus deberes, curando la tierra y tejiendo la vida en las Montañas del Este, pero su mente no encontraba reposo. El recuerdo de los ojos grises de Drakol era una melodía constante y perturbadora. Ella estaba agotada, pues el esfuerzo de mantener el secreto consumía más energía que gobernar su reino.
Mientras tanto, en el Tártaro, Drakol se impacientaba. Se había divertido con la performance de su primer encuentro, pero quería más. Quería corromper la mente de Gala, no solo su presencia física. Conocía la puerta más íntima del espíritu de los dioses: el reino de Morfeo, el Dios del Sueño.
La Intrusión en Morfeo
Esa noche, Gala se retiró a su alcoba. Sus Caballeros, inquietos, montaron guardia justo afuera. Al deslizarse en el sueño, Gala esperaba encontrar su refugio habitual: los jardines brillantes y pacíficos.
Pero esta vez, los jardines estaban apagados, bañados en una luz plateada y fantasmal. La sensación de ser observada no era una premonición; era una presencia.
Drakol la estaba esperando.
Apareció bajo un arco de basalto oscuro. Su cabello blanco brillaba en la penumbra. No se acercó de inmediato, permitiendo que la atmósfera del sueño hiciera su trabajo.
"Me temes," dijo Drakol, su voz aquí no era un susurro, sino una resonancia profunda que acariciaba la mente de Gala. "Es un sentimiento tan delicioso en ti, Diosa de la Tierra."
"Estás violando mi descanso," replicó Gala, sintiéndose desnuda y vulnerable. Intentó despertar, pero Drakol había sellado esa salida.
"No es violación, mi Reina. Es una visita. Un lugar donde podemos hablar sin que los oídos de Zeus o de tus Amantes escuchen." Él sonrió, y esa sonrisa, mezclada con la luz lunar, era casi hipnótica. "Tu corazón late por mí, incluso aquí, en la mentira de tu paz."
"Estás equivocado," lo cortó ella, retrocediendo.
"¿Lo estoy? El miedo que sientes no es por la muerte. Es por la elección. Sabes que soy prohibido, y eso, Diosa de la Tierra, enciende algo en tu propio corazón." Drakol dio un paso lento, y el aire onírico se hizo más denso. "Ser mi Reina significa tener el poder de ambos mundos. La luz de tu Tierra, combinada con la oscuridad de mi reino. ¿No es eso lo que la creación siempre ha deseado?"
Drakol extendió su mano, y en ella no había una amenaza, sino una flor: una rosa de basalto, negra como el Tártaro, pero con pétalos que brillaban con la luz plateada de la luna.
"Tómala, y acepta tu destino. Serás mía."
La Consecuencia Onírica
Gala gritó, pero fue un grito silenciado por el tejido del sueño. No tomó la flor, pero la intensidad de su encuentro rompió el sello. Despertó de golpe en su cama, jadeando, el aire fresco de la montaña llenando sus pulmones.
"¡Mi Diosa!" Kai y Rhys irrumpieron en la alcoba, alarmados por su agitación.
"Estoy bien," dijo Gala, agarrándose las sábanas. "Solo... una pesadilla."
Sin embargo, cuando la luz del amanecer se filtró por su ventana, Gala se quedó paralizada. En la mesa de noche, donde solo había un jarrón de flores de su propio reino, ahora había algo más. Una marca en el mármol: una mancha circular de un polvo oscuro y finísimo, con un brillo plateado, como la ceniza de una rosa de basalto.
No había sido solo un sueño. Drakol había cruzado la frontera. El secreto se hacía más pesado. Gala sabía que su resistencia no era solo contra Hades; era contra su propio destino, que parecía desear unirse al lado oscuro.
La Decisión del Agua
En las profundidades azules de los Mares del Norte, donde las corrientes eran tan estables como la voluntad de su Diosa, Marina se preparaba para tomar una decisión audaz. Se encontraba en su templo de coral con sus dos Caballeros. Finn estaba alerta, ajustando su armadura acuática, mientras Kairo, el soñador, estaba junto a ella, observando las luces bioluminiscentes.
Marina, la Diosa de la Contabilidad y la Estrategia, había analizado la situación del Olimpo tras la Reunión: la inestabilidad era palpable, y el linaje de Zeus necesitaba ser fortalecido.
"Kairo," comenzó Marina, su voz era un susurro frío como el abismo, pero cargado de intención, "como mi primer Caballero y Amante, has demostrado una lealtad sin fisuras. Eres de mi propia creación, forjado por el mar que me rinde homenaje."
Kairo se arrodilló, su corazón latiendo por la proximidad de su Diosa.
"Es hora de asegurar un futuro puro para el Olimpo. Un linaje que no pueda ser cuestionado por ninguna de las facciones," declaró Marina. Miró a Kairo a los ojos. "Te tomo como mi Consorte. Serás el padre de mi descendencia, un linaje de esencia pura del elemento Agua. Nuestra unión será la estabilidad que el Olimpo necesita ahora mismo."
Kairo, abrumado por el honor y el amor incondicional que sentía por ella, asintió, su destino sellado. Finn, el estratega, aunque sorprendido, aceptó la lógica. La decisión de Marina era una jugada de ajedrez divina para proteger el statu quo, sin saber que el peligro que buscaba evitar estaba en realidad gestándose en el corazón de su hermana Gala.
Un Ausencia Injustificada
Mientras tanto, en una de las terrazas más altas del Olimpo, Ignia y Aura supervisaban los preparativos para el magno festejo que honraría la nueva unión y linaje de Marina.
Aura, elegante y organizada, usaba ráfagas de viento para colocar los tapices y los arreglos de flores de Gala (traídos antes de su ausencia), mientras Ignia, enérgica, dirigía a sus Caballeros, Zeo y Orion, para forjar los utensilios y adornos con la precisión de su fuego.