El Camino a la Calma
Una vez que Marina y Kairo se dirigieron al reino de Afrodita, la ceremonia comenzó a disolverse. Gala se despidió de sus hermanas con calma superficial y se apresuró a dejar la zona del festejo (cerca del río que conectaba con el reino de Marina). Ella solo quería regresar a la protección de las Montañas del Este.
Se dirigía a su templo con Kai y Rhys marchando a su lado. De repente, sintió esa presión helada y persistente en la nuca, esa sensación ineludible de ser observada, más intensa que nunca. Ella lo sabía. Drakol la estaba observando.
Gala no se detuvo, ni hizo ningún gesto. Simplemente intensificó su paso, concentrándose en la tierra bajo sus pies. Trataba de ignorarlo, tratando de hacer que la sensación se disipara antes de llegar a la barrera mágica de su santuario. Sus Caballeros, percibiendo la inquietud de su Diosa y el extraño escalofrío en el aire, se apresuraron, sintiendo que algo los acechaba, aunque sin poder identificar la fuente.
La Promesa de Drakol y el Secreto de Hades
Desde una colina oscura que dominaba el río donde se había celebrado la unión de Marina, Drakol observaba a Gala. Había usado su magia para evitar la detección, disfrutando del último vistazo de la Diosa de la Tierra en el mundo de la luz.
Al verla, sintió un tirón profundo en su pecho. Ya no era una simple obsesión o un capricho para desafiar a Zeus. Era un sentimiento que quemaba con la intensidad de un sol negro. Era amor.
"El festejo de unión de linajes puro es de ellos por ahora," murmuró Drakol, con una determinación feroz. "Pero pronto, el festejo de la unión de linajes será mío y de Gala. Y será eterno."
Detrás de él, Hades se materializó desde la sombra. El Señor del Inframundo observó a su hijo, y en los ojos de Drakol vio un reflejo perfecto de su propia juventud.
La nostalgia golpeó a Hades con la fuerza de un rayo. Vio la misma pasión, la misma ceguera por el amor que él sintió por Perséfone.
Hades habló para sí mismo, su voz apenas un susurro roto por el dolor de siglos. "No dejaré que le quiten su felicidad a mi hijo. No permitiré que le arrebaten a su amada, como Zeus me lo hizo a mí."
La amargura de Hades no era solo por la pérdida de su amada. El dolor era mucho más profundo, un secreto que solo él y Zeus conocían. Zeus mató a Perséfone estando embarazada. Ella llevaba el primer linaje prohibido, la primera fusión de luz y oscuridad. Zeus se había enterado de la concepción y, en un acto de crueldad absoluta para asegurar el orden, mató a su propia hermana y a su hijo nonato a la vez.
Ese acto era la verdadera semilla del odio de Hades. Y ese odio lo impulsaría a asegurar que su hijo, Drakol, obtuviera a Gala y tuviera su linaje.
La Confesión de la Luna (Flashback)
El Señor del Inframundo, Hades, observaba a su hijo, Drakol, desde la penumbra. Drakol, ciego de amor y obsesión por la Diosa de la Tierra, ya estaba dando la orden final para el asalto.
Hades recordó el infierno de su amor por Perséfone, y su mente viajó a un tiempo anterior, cuando la Diosa Selene era solo otra deidad menor en el Olimpo. En aquellos días, Selene era joven, fría y distante, pero sus ojos de luna ardían con una pasión secreta por el Señor del Inframundo.
Hades nunca la vio, cegado por el resplandor de Perséfone.
Selene observaba desde lejos, consumida por los celos. La rabia de la Luna Creciente se manifestó a través de una de las Furias del Tártaro, quien un día se acercó a Selene con un secreto fatídico: Perséfone llevaba en su vientre el linaje de Hades. La primera semilla de luz y oscuridad.
Selene lo supo. Se dio cuenta de que ese hijo prohibido anularía cualquier posibilidad que ella tenía de unirse a Hades. En un acto de amor egoísta y traición, Selene fue directamente con Zeus, revelándole el secreto.
Ese fue el día en que Zeus, impulsado por el miedo a la mezcla de linajes y a la inestabilidad que eso traería a su trono, actuó con la crueldad más profunda: mató a su propia hermana y a su hijo nonato.
Solo Selene y Zeus conocían la verdad de la traición.
Selene obtuvo su recompensa. Hades, roto y lleno de odio, buscó una consorte de luz que estuviera fuera de la autoridad de Zeus. Encontró a Selene, y aunque ella sabía que él la usaba como un arma de venganza, lo aceptó. Dejó que Hades la usara para crear a Drakol, el hijo que Zeus temía, la prueba de que el Inframundo no se doblegaría.
El sacrificio de Selene había sido un acto de amor y ambición: había asegurado su lugar como la madre del linaje prohibido, el único que podría desafiar al Olimpo.