El Secreto de Aura
Con el peso de la confesión de Gala sobre sus hombros, Ignia buscó inmediatamente a Aura. La encontró en el Jardín de las Hespérides, un lugar usualmente destinado a la perfección y la soledad, pero que ahora albergaba una reunión secreta.
Ignia se detuvo al ver a su hermana en compañía del dios Apolo, el Dios de la Luz, la Música y la Profecía. Ignia quedó genuinamente sorprendida; no sabía que Aura, la Diosa del Orden y la Razón, tuviera una relación con el impredecible dios solar.
Apolo, al sentir la presencia ardiente de Ignia, se levantó con gracia. Intercambió una mirada con Aura y se dirigió a Ignia con su sonrisa perfecta. "Dios del Fuego. Un placer. Debo irme, pero mantengan la calma en su conversación, hermanas." Y sin más, se desvaneció en un rayo de sol.
Aura se recompuso de inmediato, su rostro volviendo a la compostura, aunque sus mejillas conservaban un ligero rubor. "Ignia, no es el momento. ¿Qué sucede? Has venido ardiendo."
El Pacto de las Hermanas
Ignia no anduvo con rodeos. Con la urgencia del Fuego que teme ser extinguido, repitió cada detalle: el amor de Gala por Drakol, la amenaza no amenazante de Selene, y la certeza de que el destino de Gala se estaba acelerando.
Aura escuchó, su compostura quebrándose lentamente. El orden que tanto amaba se estaba desmoronando a su alrededor. "¡Es inaceptable! Un amor oscuro... ¿Y con el hijo de Hades?"
Intentaron trazar un plan. Ambas coincidieron en el riesgo que implicaba involucrar a Marina. "No podemos decirle a Marina," sentenció Aura. "Su linaje está en su primera etapa de maduración. Un shock emocional de esta magnitud podría poner en peligro a Dorian, y al mismo tiempo, traería la furia de Zeus sobre Gala antes de que podamos actuar."
Necesitaban tiempo para encontrar una solución que no comprometiera el linaje "puro" de Marina.
La Cumbre de los Linajes
Mientras Ignia y Aura se desesperaban, en una dimensión oculta, Zeus había convocado una reunión sin precedentes: una cumbre con sus consortes principales, las madres divinas de sus cuatro hijas: Nyx (madre de Marina), Nike (madre de Ignia), Iris (madre de Aura), y Aglaya (madre de Gala).
La reunión de estas poderosas deidades, desde la primordial Nyx hasta la brillante Aglaya, creó un fenómeno cósmico. En el reino humano, se sintieron terremotos, luces celestiales inusuales y un temblor en la estructura mágica del mundo.
Zeus se dirigió a ellas con la autoridad y la desesperación de un rey acorralado. La presencia de Selene y la inminente amenaza de Hades lo aterraban.
"Necesito más descendencia," declaró Zeus. "El linaje de Marina y Dorian es un buen comienzo, pero la Oscuridad se mueve demasiado rápido. Necesito que mis tres hijas restantes refuercen la línea. Necesito que engendren linajes puros que superen la potencia de la Oscuridad."
Zeus las puso al tanto de la necesidad urgente de encontrar a los mejores consortes (Caballeros o deidades menores de gran poder) para Ignia, Aura, y sí, también para Gala (sin saber que ya estaba comprometida en el Tártaro).
La Carrera Desesperada
La Estrategia de la Urgencia
Ignia y Aura no perdieron ni un segundo. El eco de la reunión de Zeus con las madres divinas resonaba en todo el Olimpo, y la furia latente de su padre por la amenaza del linaje oscuro era palpable.
Se reunieron en el Templo del Aire de Aura, un lugar de claridad donde el orden podía imponerse sobre el caos.
"Necesitamos un Consorte, no por amor o linaje, sino como una barrera," afirmó Aura, trazando líneas complejas de defensa mágica en el aire. "Si Gala está bajo el juramento de un Amante poderoso, Drakol no podrá simplemente tomarla. La ley del Olimpo lo detendrá, y la presencia de un Consorte lo disuadirá."
Ignia asintió con fervor, su fuego reflejado en las paredes de cristal de Aura. "Debe ser alguien poderoso, leal, y sobre todo, alguien que pueda igualar la energía de Gala. Alguien que no ceda. Alguien que pueda ser un escudo."
Sabían que la elección era crucial. Debían convencer al candidato para que se uniera a Gala en un compromiso inmediato, sin tiempo para el cortejo, y para protegerla de un enemigo al que no podían nombrar.
La Búsqueda del Guardián
La búsqueda fue exhaustiva y rápida, limitada a los Caballeros más poderosos de la Era. Descartaron a los Amantes de menor rango y se concentraron en aquellos cuya aura igualaba a la de una deidad.
Ignia recordó a un Amante que destacaba entre todos. Un guerrero cuyo valor y dominio del elemento Fuego y Hielo (una mezcla inusual) era legendario. Él servía bajo la guardia de un dios menor en el Norte, pero su poder lo hacía digno del Olimpo.
Aura y Ignia viajaron hasta el lejano puesto del Norte. Encontraron al Amante. Era un hombre imponente, con el cabello del color de la ceniza y una mirada seria que denotaba una lealtad inquebrantable. Se llamaba Lyos.
"Lyos," comenzó Ignia, sin preámbulos, la urgencia en su voz. "Necesitamos tu juramento. Necesitamos que te unas en matrimonio de protección con nuestra hermana, la Diosa Gala. Ahora."
La Propuesta Desesperada
Lyos las miró, sorprendido por la intensidad de la Diosa del Fuego. "Mi lealtad es total al Olimpo, Diosas, pero ¿matrimonio? Con la Diosa de la Tierra, y en secreto, ¿por qué tanta prisa?"
Aura tomó la palabra, infundiendo autoridad y convicción en cada palabra. "La Diosa Gala está en grave peligro. Una amenaza que, si se materializa, podría destruir la Era de la Luz. Necesitamos una barrera inmediata. Un Consorte de tu calibre actuaría como un disuasivo de la ley y el poder. Si aceptas, tu único deber será protegerla hasta que la amenaza pase. No hay tiempo para el amor. Es un juramento de guerra."