El Fracaso del Escudo
Ignia, Aura y Lyos llegaron al templo de Gala. La falta de destrucción no los tranquilizó; solo confirmó el sigilo y la velocidad del enemigo.
Entraron, y la visión del templo perfectamente intacto, pero vacío, golpeó a las Diosas con una fuerza brutal. Gala no estaba. Sus Caballeros, Kai y Rhys, tampoco.
"Ella se ha ido," susurró Aura, el orden en su voz completamente fracturado.
Ignia apretó los puños, el fuego en su cabello se intensificó hasta el blanco. La traición era clara. "Selene. Ella no vino a amenazarnos; vino a detenernos. A darnos el tiempo justo para que Hades hiciera esto."
Lyos, el escudo que nunca llegó a alzarse, sintió la vergüenza del fracaso. El dios oscuro había superado la ley del Olimpo.
La Alianza Secreta
Sin esperar a la reacción de Zeus, Ignia y Aura actuaron bajo un mismo y aterrador pensamiento: la repetición de Perséfone.
El Precio de la Lealtad
Mientras las Diosas de la Luz y sus Caballeros se preparaban para la guerra en el Templo de Ignia, en el plano más allá de los dioses, Nyx, la Diosa Primordial de la Noche y madre de Marina, se regodeaba en la oscuridad de su reino.
Su mente viajó a un tiempo lejano, cuando Hades congregó a los dioses oscuros para revelar su plan de desafiar la hegemonía de Zeus. Nyx recordó claramente ese consejo. Su otra descendencia, deidades oscuras y primordiales que habitaban el Tártaro, eran sus ojos y oídos, y fue así como el plan llegó a sus oídos.
El recuerdo la llevó a la época de Perséfone. Nyx había sabido de las intenciones de Selene de exponer el linaje prohibido a Zeus. Lejos de detenerla, Nyx había dado su bendición al plan. Nyx siempre había considerado a Perséfone, con su luz elemental y su dulzura, como una reina débil e inadecuada para el trono del Tártaro. La muerte de Perséfone era necesaria para fortalecer la oscuridad.
Nyx sonrió con frialdad. Su lealtad no era a la Luz, sino al poder y la supervivencia.
El Pacto con el Ganador
Ahora, la situación se repetía con Gala. Aunque Nyx se había unido al Consejo de las Madres Divinas, su participación era una farsa. Ella no estaba allí para ayudar a Nike, Iris o Aglaya; estaba allí para escuchar.
Nyx era la espía perfecta. Fue ella quien informó a Hades, Drakol y Selene sobre cada movimiento de Ignia y Aura:
Fue Nyx quien les dijo que Ignia soñó con el plan del "escudo".
Fue Nyx quien les advirtió de la elección de Lyos.
Nyx estaba decidida a que el Tártaro tuviera éxito. Para ella, el linaje que venía (la mezcla de Luz y Oscuridad a través de Gala y Drakol) era el futuro del poder. El linaje de su propia hija, Marina, aunque puro, era un sacrificio aceptable si garantizaba que el lado ganador la reconocería.
Nyx se mantendría en el bando que consideraba superior, y en este momento, esa certeza apuntaba a la Oscuridad. Su hija Marina y su nieto Dorian eran solo peones en un juego mucho más grande que ella estaba ayudando a ganar.
El Retorno al Presente
Nyx cortó el flashback, satisfecha. Su trabajo estaba hecho. La desesperación de las hermanas y la furia de Zeus eran solo el preludio de la victoria del Tártaro. La Luz había confiado en la Noche, y la Noche los había traicionado.
Ignia sacó un medallón de fuego y contactó a su Caballero, que se había quedado en su templo por órdenes de ella. Aura hizo lo mismo.
"Que vengan de inmediato y sin hacer ruido," ordenó Ignia. "Necesitamos iniciar una búsqueda y un rescate antes de que nuestro padre se entere y tome una decisión irreversible."
El riesgo era inmenso. Si Zeus se enteraba de su plan antes de que tuvieran éxito, las castigaría por su insubordinación. Pero no podían arriesgarse a que, por el miedo al linaje prohibido, Zeus condenara a Gala como lo había hecho con su tía.
Mientras ellas planeaban la incursión, la noticia del secuestro se extendía en los límites más altos del Olimpo. Las madres divinas—Nyx, Nike, Iris y Aglaya—que habían estado vigilando de cerca a sus hijas después de la reunión con Zeus, se alarmaron. Vieron el templo vacío y supieron de inmediato que el ciclo de Perséfone se había repetido. Aunque no podían intervenir directamente en el mundo de Zeus, el pánico se extendió entre ellas; todas sabían la terrible verdad sobre el destino del primer linaje prohibido, y el terror de Aglaya por su hija era incalculable.
La Calma en la Oscuridad
Mientras tanto, en la alcoba principal del Templo de Hades, Gala yacía profundamente dormida. El rapto, la lucha y, sobre todo, la tensión emocional de las últimas semanas, la habían agotado por completo. Era un sueño reparador y forzado, el primer descanso genuino que había tenido desde que Drakol apareció.
Drakol la observaba desde un trono tallado en basalto. Su expresión era de triunfo absoluto y posesión. Sabía que Zeus pronto sentiría la ausencia de Gala, y que la única forma de evitar que la eliminara era consolidando el nuevo linaje.
"El Olimpo se dará cuenta pronto," murmuró para sí. "No hay tiempo para el cortejo lento. Debemos consumar nuestra unión y asegurar el linaje antes de que la furia de Zeus caiga sobre nosotros."
En las Cuevas del Silencio, Kai y Rhys estaban atrapados. Sus gritos eran absorbidos por las paredes mágicas, y su magia era inútil. Los Caballeros intentaban desesperadamente encontrar una fisura en la roca oscura, pero solo se encontraban con el silencio y la desesperación. Estaban vivos, pero incapaces de proteger a su Diosa o de alertar a nadie.