Hola, soy Sara y antes de contarte mi historia quiero darte las gracias por estar aquí. Mi vida no siempre fue interesante, todo lo contrario, fue un completo nudo de decepciones, dolor y lágrimas.
Mi vida dio un giro cuando el hombre que amaba en aquel entonces me dejó por otra mujer. Desde ahí mi racha de mala suerte desencadenó una serie de eventos desafortunados, y en miles de ocasiones pensé en quitarme la vida, pero por un momento me detuve y pensé que eso era darle gusto a muchos que querían verme arrastrada en ese tiempo.
Allí comprendí que no valía la pena derramar mis lágrimas por alguien que no las merecía. Así que tomé mis cosas, me mudé a un apartamento pequeño en donde me sentía tranquila y me esforcé por tratar de olvidar, intentando comenzar una nueva vida.
Pocos meses después de mudarme, mi jefe me despidió sin razón alguna. Me encerré en casa por una semana pensando qué sería de mí; sin un hombre a quien amar, sin un empleo con que sostenerme, sin una motivación para seguir viviendo, sin amigos que me brindasen su hombro para llorar y desahogarme.
Durante esa semana la soledad fue mi fiel compañera; el sonido del viento contra la ventana de mi habitación era la música que alegraba mis mañanas y una taza de café sin azúcar era el alimento para mi delgado cuerpo.
Cuando aquella amarga semana pasó, tomé el computador para buscar ofertas de trabajo. También salía de casa para encontrar una oportunidad o buscaba en la sección de clasificados en el periódico. Pero, las cosas se tornaban oscuras e imposibles para mí.
Un día, cuando ya estaba agotada y a punto de rendirme, la señora que vivía en el apartamento de enfrente me comentó que una compañía publicitaria estaba solicitando personal. Atentamente escuché a mi vecina y luego de darme el nombre de la compañía, busqué en internet y, la verdad es que sentí alivio y esperanza por primera vez en meses.
—Barthel publicidades, prepararé rápidamente mi currículo y me presentaré a las oficinas. Ya no más encierro ni desempleo para mí —dije saltando de la emoción y luego comencé a redactar mi currículo.
Al terminar, revisé cuidadosamente el documento y lo envié. Días después me llamaron pues estaban interesados en mi perfil. Apagué la tele, me levanté del sofá, caminé hasta el cuarto cantando y bailando, abrí el guardarropas en busca de un elegante atuendo para verme profesional en la entrevista, luego entré al baño y sentí que mi vida se alegraba gradualmente.
Al terminar de ducharme, me vestí, me arreglé el cabello, me puse un poco de maquillaje y me apliqué un perfume suave. Tomé mis cosas y salí de casa, cuando llegué a la compañía pude ver a dos chicas. Una de ellas estaba vestida de forma inadecuada, por lo que deduje que era de esas mujeres que mostraban piel para ser contratadas. Yo por mi parte me sentía nerviosa, pero a la vez segura de mis facultades. Además, una imagen profesional es muy importante.
Media hora más tarde había llegado mi turno. Para mi sorpresa, quien hacía la entrevista era el señor Douglas Barthel, dueño de la compañía. Con más razón debía ser cuidadosa con mis respuestas y mi lenguaje corporal.
Don Douglas revisó mi currículo y mirándolo con asombro dijo —¡Interesante! Tus conocimientos en lenguas serán de mucha utilidad en la compañía —Luego me miró y exclamó —¡Bienvenida!
En ese momento quise gritar de la emoción y abrazarlo, pero obviamente no podía hacer eso. Le agradecí mucho por contratarme, la verdad yo fui optimista de que me darían el empleo, aunque no pensé que lo harían así de rápido.
Don Douglas me dijo que comenzaría a trabajar dos días después de ser contratada. Por supuesto que me emocioné mucho, tenía deudas que pagar, cosas que comprar y ya estaba desesperada porque no tenía ingresos para sobrevivir. Ese empleo me cayó como anillo al dedo, desde ya me imaginaba mi pequeño puesto y a mis compañeros con sus atuendos luciendo muy bien al interior de la compañía. Pero, aquel recuerdo, aquel maldito recuerdo de mi ex con su amante en nuestra propia cama, me aturdía sobremanera. Me enervaba recordar aquellas imágenes en las que ese infeliz parecía disfrutar sin remordimiento alguno luego de tantos años de amor y lealtad a lo que se supone que teníamos él y yo.
Rompí en llanto en cuestión de segundos, todavía lo amaba, pero debía continuar con mi vida sin él y demostrarle que no me iba a dejar vencer. Pero, por ahora solo quería desahogarme y sumergirme en mis lágrimas, debía dejar salir aquel sentimiento de tristeza y decepción. Confieso que me sentí humillada, utilizada, todo lo que hice por él se fue a la basura. Nada de eso le importó, olvidó su promesa de amor y se fue con esa despampanante mujer de enormes aunque falsos atributos, pero con intelecto nulo, cero amor propio y un nivel de interés monetario para nada sutil. Quiero ver qué tan lejos puede llegar ese teatro de mala muerte que tienen ellos dos cuando ella se entere de que prácticamente el dinero lo llevaba yo a la casa, porque mi ex era algo perezoso para trabajar.
En fin, a pesar de todo no tenía pensado rendirme, pues mi vida no gira en torno a nadie y mucho menos en torno a él. Si jamás le importó el daño que me ocasionó, no tenía por qué importarme lo que le sucediera de ahora en adelante. Debía pensar en mí y en mi futuro, en mi bienestar, buscar esa paz mental que no he tenido desde que me separé. Pero, tengo la sensación de que este nuevo empleo me traerá muchas oportunidades y me ayudará a dejar todo esto en el olvido.