Las adversidades de Sara y su fortuna

Mi dolor

Tirada en el piso, me encontraba profundamente dormida. Mi sueño se vio interrumpido debido a unos golpes en la puerta, era mi vecina, la señora Bárbara. Había llegado hasta mi apartamento para saber como me fue en la entrevista de trabajo, qué descortés fui al no agradecerle y comentarle que fui contratada por el mismo Douglas Barthel. 

Rápidamente me levanté, froté mis ojos y corrí hasta la puerta para recibirla y hablarle de mi experiencia en la compañía. La señora Bárbara se alegró mucho cuando le dije que me habían contratado. 

—Era de esperarse, tú eres una mujer con mucho talento —dijo —tengo la corazonada de que un futuro brillante te espera en esa compañía. 

En ese momento sonreí, pero por más que intenté disimular mi tristeza, la señora Bárbara notó que algo me atormentaba. La anciana se acercó a mí, me miró con ternura y me preguntó —¿Qué te pasa? 

—Es que aún me carcomen los recuerdos con mi ex pareja. Las imágenes de aquel día no dejan de invadir mi mente y eso me lastima como usted no tiene idea. —dije rompiendo en llanto nuevamente. 

—¿Era tu esposo? 

—Estábamos comprometidos, estábamos a punto de casarnos, pero vivíamos juntos. 

—¿Qué ocurrió? —preguntó la señora Bárbara llena de curiosidad.

A lo que respondí —Me traicionó. 

La anciana me abrazó —¿puedo darte un consejo? 

—¡Claro! —respondí sollozando mientras secaba mis lágrimas. 

—Ese hombre va a arrepentirse del mal que te hizo al traicionarte. Además, no tienes por qué llorar por alguien que no supo valorarte, ya verás que las cosas van a cambiar y serás doblemente felíz, mucho más de lo que solías ser con él. 

—Señora Bárbara ¿alguien lastimó su corazón alguna vez? —pregunté. 

—En dos oportunidades, y créeme que cuando dije que no volvería a pasar, alguien llegó a mi vida y me hizo olvidar todo el sufrimiento que me causaron. —comentó —pero desgraciadamente, la muerte es algo de lo que no podemos huir y mi esposo no era la excepción. 

—¿Qué le pasó? 

A lo que la señora Bárbara respondió —falleció por causas naturales, Wolfgang era diez años mayor que yo, pero me entregó los mejores años de mi vida y eso te va a pasar a tí. —sonrió —alguien inesperadamente llegará a tu vida y la va a cambiar. 

Las palabras de la señora Bárbara me tranquilizaron, por un instante me convencí de que mi ex pronto se hundiría en el charco de lodo en el que se encontraba ahora, mientras vivía en su falsa utopía al lado de aquella mujer de plástico. Cuando mi vecina me abrazaba, cerré lentamente mis ojos, pues aquel cálido abrazo se sintió como los que me daba mi madre, quien en ese entonces vivía en Dresden. 

—¿Cómo te sientes? —me preguntó la mujer. 

—Un poco mejor, gracias por el abrazo señora Bárbara, de verdad lo necesitaba. 

La anciana se puso de pie y caminó hasta la puerta, por unos segundos se detuvo para invitarme a su apartamento esa noche a cenar con su nieta, la pequeña Selma. En realidad tenía diecisiete años, pero todos en el edificio solían llamarle así por su cara de niña. 

Por supuesto que acepté la invitación de la señora Bárbara, ella y su nieta han sido buenas personas conmigo desde el primer día y lo menos que podía hacer por ellas era acompañarlas esa noche. Ellas eran lo más parecido a una familia, como dije anteriormente, la anciana me hacía recordar a mi madre, y la pequeña Selma era como esa hermanita menor que siempre quise tener. Debe ser por eso que ella y yo siempre la pasábamos bien a pesar de que teníamos diez años de diferencia de edades. 

Al caer la noche, salí del apartamento, pero algo captó mi atención. Un sobre estaba tirado en el piso a un costado de mi puerta. Fruncí el ceño pues en ese momento no esperaba correspondencia. Me incliné un poco para levantar el sobre y revisé si en realidad era para mí o solo había caído allí por error, quizá el mensajero se confundió y lo dejó ahí. Pero, tenía mi nombre y mi dirección. Lo más extraño de todo era que el mensajero no tocó la puerta para avisarme que había recibido una carta. 

—Bien, la leeré después —comenté mientras regresaba al interior de mi apartamento y dejé el sobre en la mesa junto al sillón. En realidad no tenía afán en leerlo, no era de la compañía y tampoco de mi madre. 

Salí al apartamento de la señora Bárbara y pasé un agradable rato con ella y su nieta, hace mucho que no reía tanto como esa noche con las locuras de Selma. De verdad, esa chica tiene un sentido del humor bastante negro y sus ocurrencias con sus amigas de la escuela sin duda eran para morirse de la risa. 

A eso de las nueve de la noche regresé a mi apartamento y me eché en el sillón a escuchar música. De pronto recordé el sobre y rápidamente me levanté para ir en busca de este. 

Al acercarme a la mesita, tomé el sobre y lo abrí. Era una fotografía en donde mi ex y yo estábamos juntos en el lugar en donde fue nuestra primera cita. Detrás de la foto había una nota que decía: 

“Esto es para recordarte que tu tesoro más preciado ahora lo tengo yo”. 

Automáticamente regresé la foto al sobre e intenté contener el llanto. Un fuerte nudo en mi garganta y un malestar en el estómago provocaron que me sintiera un poco débil, pero algo pasó, algo que ni siquiera yo misma esperaba: Empuñé el sobre con mucho enojo y lo arrojé al cesto de la basura para luego prenderle fuego.




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