Las adversidades de Sara y su fortuna

Nuestra segunda cena y otra sorpresa

Finalmente, el tan esperado sábado llegó. Estaba un poco nerviosa por lo que le pedí ayuda a mi vecina y su nieta para ordenar el apartamento y terminar de preparar la cena. La anciana parecía conocer a la perfección los gustos de mi jefe, pero no era algo para sorprenderme, pues recuerdo con claridad que la pequeña Selma me dijo que era fan de los Barthel, por lo que supuse que sabía absolutamente todo sobre ellos. 

La señora Bárbara me dijo que fuera a arreglarme mientras ella se encargaba de la cocina, y una hora después, Julien ya estaba llamando a mi puerta. Por suerte, todo estaba listo y mis vecinas se habían ido. Corrí hasta la puerta y en efecto, mi jefe estaba allí, con una botella de vino en una mano y en la otra una caja. 

—¡Bienvenido, Julien! Ponte cómodo. 

Julien entró y tomó asiento en el sofá. Lo vi muy tranquilo a diferencia de los días anteriores en el trabajo. Debió ser por la cantidad de cosas que hubo que hacer por los nuevos contratos, sumando el hecho que su madre no dejaba trabajar a nadie y de vez en cuando su ex prometida buscaba a mi jefe para hablar. 

Debo admitir que a pesar de no sentir nada por Julien, me preocupaba que él decidiera darle una oportunidad a Bettina. Eso me tenía pensativa en el momento, pero me sentí tranquila cuando Julien comenzó a hablar y a contarme sobre su viaje a Frankfurt. 

—Por cierto, ¿Has visitado esa ciudad? —preguntó al finalizar.

—No, —respondí —es muy poco lo que he viajado en toda mi vida. En realidad solo he viajado desde Dresden hasta Berlín . 

—¿Quieres que te lleve a recorrer los lugares más extraordinarios del país? 

Sonreí y le dije que eso tenía planeado, pero lo haría por mi propia cuenta. Nunca me ha gustado que me den las cosas solo porque sí. Mi madre me enseñó a trabajar duro si quería conseguir algo. Julien me dijo que estaba bien, pero que de vez en cuando debía aceptar los detalles que me hacían los demás. 

—Supongo que serías un guía excepcional —comenté con una tierna sonrisa —pero de mis gastos me encargo yo. 

Me levanté y fui a la cocina, no me percaté de que Julien estaba detrás de mí. 

—Ese aroma me resulta familiar —dijo olfateando el aire —es carne bañada en cerveza ¿Verdad? 

—¡Así es! 

—Dime una cosa, Sara. —cerró sus ojos —¿Eso lo preparaste tú? 

—Con un poco de ayuda, por su puesto. Estaba muy atareada y tú estabas por llegar ¿Por qué? 

—Porque esto me recuerda a una mujer a quien quiero mucho, mi nana. —respondió con nostalgia al hablar de aquella mujer. 

—Si quieres, puedo traer a mi vecina —dije —quiero que la conozcas. Es una señora muy tierna y su nieta es fiel seguidora de tu familia. 

Julien aceptó y yo salí en busca de la señora Bárbara y la pequeña Selma. Cuando volví al apartamento acompañada de mis vecinas, la mirada de mi jefe se encontró con la de la mujer de forma tierna. Selma y yo nos miramos mutuamente y luego pasó lo siguiente. 

—¡Mi niño! 

—¡Nana!

Ambos se abrazaron. La señora Bárbara y la nana de Julien eran la misma persona. En definitiva, ese fue el año de las coincidencias para mí. 

—Abuela, ¿Por qué no me dijiste que conocías a Julien Barthel?  —intervino la joven.

La señora Bárbara sonrió y dijo —Hay muchas cosas sobre mí que nadie sabe. 

Yo permanecí en silencio, y la pequeña Selma solo observaba a ese guapo caballero que tanto admiraba. 

—¿Ella es Selma? —preguntó Julien sorprendido. 

—Sí. ¿Creció bastante, verdad?

—No lo puedo creer, Yo solía cuidarte cuando tan solo eras una hermosa bebé. —Julien abrazó a Selma, pero la reacción de la adolescente fue muy graciosa. 

—No volveré a bañarme —dijo la chica haciendo reír a todos. 

Pensamos que sería buena idea que ambas cenaran con nosotros, pero ellas no aceptaron pues dijeron que era un momento para nosotros dos. Julien y yo aceptamos y mi jefe planeó una cena en la que los cuatro pudiéramos compartir. 

La señora Bárbara y su nieta salieron, dejándonos solos a Julien y a mí, cosa que al parecer mi jefe disfrutaba un montón. 

—Ahora que estamos solos, podremos platicar un poco más sobre nosotros y conocernos a fondo —dijo abrazándome por la espalda. 

—Esa no es la actitud de un amigo, Julien.

—Sí, tienes razón. —habló susurrándome al oído —pero yo no soy un amigo cualquiera. Soy tu jefe, tu protector y si me lo permites también podría ser tu amante. 

Fruncí el ceño y me solté —prefiero solamente las dos primeras opciones. —cambié rápidamente el tema —¿Cenamos? Ya me dio hambre. 

Tenía que evitarlo, ya estaba actuando raro esa noche. Me sentía algo inquieta cada vez que se ponía así, pero a pesar de los meses transcurridos, nunca me ha faltado el respeto. Por eso, aceptaba compartir tiempo con él, porque, dejando de lado su romántica faceta medio pícara y atrevida, Julien solía ser protector, tierno y comprensivo conmigo. 




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