Las adversidades de Sara y su fortuna

Visitando a mi jefe e iniciando una nueva etapa

Kevin llegó puntual por nosotras a la hora acordada. En el camino nos contó que al día siguiente le darían de alta al Julien. ¡Vaya que era un hombre fuerte! 

En medio de la conversación, Kevin miró por el retrovisor diciendo —Señora, usted se me hace conocida. ¿Acaso es..? 

La señora Bárbara interrumpió —¡Sí, lo soy!

Kevin sonrió —¡Caray! Hace tiempo que no la veía.

Al llegar al hospital nos dirigimos al pasillo en donde estaba el señor Douglas y el doctor. Don Douglas miró con asombro a la señora Bárbara, y ella muy nerviosa saludó. 

—¡A los años! —dijo el padre de mi jefe —Julien me contó que tú eres la vecina de Sara y que también fuiste tú quien le recomendó postularse a la vacante. 

—¡Sí! ¡Es verdad! —exclamó la mujer. 

—Qué alegría volver a verte, Bárbara. 

—Vine porque Julien lo pidió. No estoy aquí por otra cosa ni por nadie más. 

Por petición de Julien y orden del doctor, ambas entramos a la habitación en la que mi jefe descansaba. Recuerdo lo feliz que estaba; su carita sonriente, sus ojos brillantes y lo despacio que hablaba. Amé escuchar su voz ese día, esa voz grave que sonaba tan dulce esa mañana. 

—Gracias por estar aquí —susurró —solo ustedes me pueden dar esa paz que tanto necesito —me miró —me agrada saber que estás a salvo, Sara. Dije que iba a protegerte y eso hice. No me importa perder la vida, lo seguiré haciendo. —luego miró a la señora Bárbara quien tenía los ojos aguados —y tú mi adorada nana, a quien quiero tanto y que por maldad apartaron de mí, me agrada mucho tenerte de vuelta en mi vida. 

La señora Bárbara le dio un beso en la frente a Julien. Fue tan hermoso porque se vio muy maternal. En ese momento me dolió tanto saber que ese hombre al igual que yo ha sufrido a pesar de todo lo que posee. No cabe duda de que el dinero no es sinónimo de felicidad. 

Cuando volvimos al edificio, mi pobre vecina no paraba de llorar y Selma no sabía qué hacer. Así que, fue a mi apartamento por ayuda. 

—Ya no puedo ocultarlo más —decía la mujer en repetidas ocasiones. 

—¿Ocultar qué? —preguntó mi hermano abrazando a la señora Bárbara para calmarla.

La mujer nos miró a todos, especialmente a su nieta y dijo —La verdadera madre de Julien soy yo. Julien lo sabe y por ello me apartaron de su lado. —se quebró todavía más. 

Selma rompió en llanto, fue tan extraño verla así ya que lo normal era ver a esa chica ser el alma del edificio entero. 

—Entonces, ¿Julien Barthel es mi tío? ¿Mi padre lo sabe? ¿Y la tía Ángela? —Cuestionó la joven. 

—Todos lo saben, pasó poco después de la muerte de tu abuelo. 

Mi madre y Axel parecían estar petrificados ante semejante sorpresa, pero no creo que lo estuvieran más que yo. Sentía que mi cerebro iba a explotar.

Al día siguiente, Kevin llevó una carta a mi apartamento. 

—Esto lo envía el señor Julien —explicó —más tarde te llamará. 

Kevin partió y yo revisé el sobre. El destinatario era mi vecina, así que salí a entregarle la carta. Ella la leyó expresando una enorme sorpresa. 

—¿Todo está bien? —Preguntamos Selma y yo al unísono.

A lo que la mujer respondió —quiere que me mude con él y lleve a Selma conmigo. 

—¿Qué? —preguntó la chica —¿vivir con él?

—Aquí dice que quiere recuperar el tiempo perdido, que quiere tener a su madre con él y que desea ayudarte con tus estudios. 

Ambas rompieron en llanto causando que yo me quebrara también, pero aquel momento se vio interrumpido cuando dos agentes de la policía llegaron a mi puerta. Se que no lo dije antes, pero ya había sido interrogada. Aunque los agentes necesitaban hablar sobre el responsable. 

Gunther era el principal sospechoso debido a su antecedente, sumado a la declaración de varios testigos que afirman que el hombre en realidad me apuntaba a mí con el arma. Julien se percató de sus intenciones y se usó como escudo para protegerme. Ahora entendía la razón de aquel repentino abrazo. En ese instante sentí un fuerte nudo en la garganta y acto seguido, rompí en llanto. Le expliqué a los agentes lo ocurrido con Gunther meses atrás en las instalaciones de Barthel Publicidades. Ambos se miraron y dijeron que me llamarían en cuanto obtuvieran respuestas. 

Mi madre se acercó a mí y puso su mano sobre mi hombro derecho. —Julien parece ser un buen sujeto, no cualquier hombre se arriesgaría de esa forma.

Rápidamente, me levanté y tomé el teléfono para llamarlo, quería saber si ya estaba en su casa. Al colgar, fui a alistarme, pasé por mis vecinas y salimos a casa de Julien. Al llegar nos encontramos con la señora Corinna y el señor Douglas, ellos también visitaban a mi jefe. 

Por supuesto que la señora Corinna se enojó sobremanera y armó un escándalo al ver a la señora Bárbara allí, por lo que Julien se molestó y ordenó el paso de la mujer y su nieta. Yo me quedé en el jardín, pero poco después me armé de valor para entrar. 

Al interior de la habitación de mi jefe, fui testigo de una conmovedora escena. Julien tomó de la mano a la señora Bárbara y le suplicó hasta convencerla de mudarse con él, pues odiaba estar solo en esa enorme casa. Luego, me pidió que me acercara a él, lo cual hice sin dudar. La señora Bárbara y su nieta se alejaron un poco y allí, sentada a un costado de la cama de mi jefe, escuché atentamente sus palabras. 




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