Las adversidades de Sara y su fortuna

La noche del cotillón

Un mes después del atentado, Julien y yo volvimos a la oficina. Era un poco raro ver a todos mirándonos tomados de la mano por los pasillos de la empresa. Poco después, Rita me dijo que el noviazgo entre Julien y yo era un rumor, pero que al vernos de ese modo, comprobaron que era verdad. 

Las cosas parecían mejorar un poco; Harald y Bettina nos dejaron tranquilos al menos por un largo tiempo. En ese entonces creímos que les había quedado claro el mensaje, cosa que me tenía tranquila. Yo sentía que vivía una verdadera historia de amor, me sentía la dueña del mundo porque era realmente feliz con Julien.  

Yo no era la única que estaba feliz, Sonja se alegraba al ver que su hermano y yo estábamos juntos y que nuestra relación apuntaba a ir por buen camino. No era fácil, pues Corinna nos hacía la vida un poco miserable de vez en cuando, pero a Julien no le importaba su opinión. En realidad, era bastante ridículo por parte de esa mujer seguir tratando a Julien como si fuera un niño. Como por ejemplo, cuando llegó el día previo al cotillón que se hacía en la compañía todos los años. 

Ese día, Corinna llegó a la oficina de Julien para decirle que una vieja amiga y su hija llegarían de España y quería que Julien la conociera. Yo estaba en mi puesto revisando algunos papeles, pero logré escuchar la conversación. 

—¿No entiendes que estoy en una relación? ¡Deja de hablarme de esa mujer! Llevo tiempo diciéndote que no me interesa —habló Julien con firmeza —¡Basta de persuadirme! 

—Tranquilo, Julien. —habló la mujer —lo sé, solo quiero que te hagas cercano a ella por ser amiga de la familia. 

A lo que Julien respondió —sé muy bien lo que tienes en mente, me cansé de que quieras involucrarme con las hijas de tus amigas —en ese momento, sentí una señal de alerta —ya basta de hacer eso, soy un hombre independiente. 

Corinna salió de la oficina y me miró con desprecio. Luego, caminó hacia el elevador mientras que Sonja y yo nos veíamos algo confundidas. Luego le pregunté —¿Entendiste algo?

—No, en lo absoluto. —contestó Sonja. 

Julien se acercó a mi puesto, estaba muy enojado —Cielo, ¿Puedes venir un momento, por favor? 

Asentí y me levanté, caminé hasta la oficina y pregunté si todo estaba bien. 

—Sí, es solo que… Mañana es el baile y me preguntaba si asistirás. 

Me acerqué y le dije —Esa es la excusa más tonta, fuimos la semana pasada a comprar mi vestido y, ¿Ahora me preguntas si asistiré al evento? ¿Ya lo olvidaste? Dime qué ocurre —Ya sabía lo que pasaba, pero quería que Julien me contara. La idea era hacer que se desahogara, odiaba verlo enojado, siempre pensaba en un ogro al verlo así. 

Julien me explicó y pude ver como fue calmándose. Lentamente me acerqué un poco más y lo abracé. 

—No permitiré que me siga tratando como a un niño —dijo —Ella debe entender que es a ti a quien quiero, de quien me enamoré. 

—Tranquilo, amor —le dije —ella con el tiempo aceptará. 

Julien y yo nos dimos un beso, de esos que son lentos y apasionados. De esos besos que aceleran la respiración y te hacen desear más. De pronto, Julien pronunció:

—Solo tú eres dueña de mi ser —susurró —y tú, Sara, eres mía y solo mía. ¿Tan difícil se le hace a mi madre entender eso? 

Cuando estaba a punto de responderle, el teléfono de su escritorio sonó. Más tarde, al colgar la llamada, me dijo —Estaré en una reunión con Ludwig y Marco. Si necesitas algo no dudes en llamarme. ¿Está claro? 

—¡Sí! 

—¿Sí, qué? 

—Sí, mi amor. 

Julien me dio otro beso y salió de volada con unos papeles en la mano. Caminé detrás de él y tomé asiento en mi puesto. Le comenté a Sonja lo que ocurrió y ella demostró sentirse decepcionada de su madre. A veces sentía mucha pena por los hermanos Barthel, pues la señora Corinna solía comportarse como una enemiga con su propia familia. 

Al ver que Sonja estaba triste por su madre, decidí usar el baile como tema de conversación —¿Lista para el cotillón? 

—Eso creo —respondió —Si asisto al evento, no creo que lo haga por mucho tiempo. 

Seguimos charlando en simultánea con el trabajo, pues debíamos dejar todo listo. Al día siguiente no había mucho por hacer, Julien solo fue a la oficina a firmar unos papeles y yo a terminar con unas cuantas cosas y cuadrar su agenda. A eso del mediodía, más o menos a las doce, Julien me llevó a casa. 

—Pasaré por ti a las siete. —dijo —la pasaremos en grande, ya verás. 

Sonreí pues sentía que esa noche, en medio de mucha comida y copas de vino, viviría una velada romántica con mi adorado jefe. A veces me costaba creer que era más que eso y que solo se trataba de un sueño. Por increíble que suene, en tan solo un mes de noviazgo con Julien, había vivido más momentos amorosos y sin sexo que con Harald. Allí comprendí, más que nunca, que no era cuestión de tiempo, sino de la persona. 

Me despedí de Julien y no volví a verlo hasta el baile. Me sentía nerviosa, pero por suerte mi madre me ayudó mucho. Por medio de una videollamada, me dijo que no tenía por qué sentirme así, solo era una velada y estaría rodeada de gente conocida y también pasaría el rato junto a Julien. Nada malo iba a pasar.




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