Las adversidades de Sara y su fortuna

Libre

Postrada en aquella cama de hospital, los médicos me examinaron a fondo descartando cualquier cosa que pusiera en riesgo mi vida o la del bebé.Yo estaba deshidratada y un poco resfriada. Lo mejor de todo es que, según la ecografía, todo estaba bien con el bebé. En ese momento, supe que era una niña y Victoria sería su nombre. 

Media hora después de mi rescate, Julien llegó al hospital. Mi pobre jefe lloraba desconsolado al verme allí acostada y débil. No dudé en decirle que Isabel era cómplice y su plan era asesinarme. 

—Ya las autoridades están trabajando en eso, lo sabemos. —dijo y acarició mi vientre —ahora lo que importa es que estás a salvo y pronto estarás en casa. 

Julien no dejaba de besarme y decirme que me amaba, al mismo tiempo me pedía perdón por no estar allí para protegerme. En ese momento, recibió una llamada. Al colgar me miró con ternura y dijo —Iré con Sonja, finalmente ella podrá cumplir con el pacto que hicimos hace años. Vendré a verte más tarde. 

—Cuando regreses, ¿Puedes traerme unas galletas de fresa? Por favor. 

—Todas las que quieras. —sonrió y salió. 

Horas después, Julien volvió con mis galletas y en compañía de Selma. Ambos se sonreían mutuamente, su sonrisa de complicidad y me parecía curioso. Él me entregó las galletas y permaneció conmigo por media hora. Luego, regresó a casa y Selma me cuidó aquella noche; mi primera noche en libertad.

Al día siguiente, Selma volvió a casa a eso de las nueve de la mañana y una hora después el doctor entró a la habitación para avisarme que tenía visitas. Fruncí el ceño al ver a la persona allí.

—Hola, Sara. Lamento mucho lo que te pasó. 

—¿Bettina? ¿No estabas muerta? 

—¿Muerta? —preguntó confundida —¿Quién dijo eso?

—Harald me lo dijo durante el secuestro. 

—Me separé de él hace cuatro meses porque supo que yo seguía detrás de Julien —suspiró —vine a verte porque tienes razón. 

—¿En qué? ¿En que Harald es un completo fracaso? 

—En lo de valorarme como mujer —respondió —luego de tus palabras aquella vez en la compañía, me di cuenta de que todo lo que dijiste era cierto. Quiero que me perdones por el daño que te causé, aunque veo que te hice un gran favor al saber que eres feliz con Julien. Te felicito por el bebé y también aprovecho para desearte toda la felicidad del mundo junto a él, ambos la merecen. Julien es un buen hombre y no lo supe valorar. Sé que ustedes se aman y no quiero causarles problemas. 

—¡Gracias! —dije muy sorprendida —¿Y tú qué harás? 

A lo que Bettina respondió —me iré a Mónaco. Tengo un hijo con Harald, pero no quiero que crezca al lado de ese criminal. Él no es como pensé. 

Guardé silencio, en realidad Bettina se sentía mal. Luego, se despidió y esa fue la última vez que la vi. Aún sigo sin poder superar ese día; honestamente, la vida da mil vueltas y siempre terminamos pagando el mal que le hacemos a los demás.

Cuando Bettina salió de la habitación, respiré profundo, pues pensé que por fin estaría tranquila. Esa mujer se convirtió  en un problema menos y yo no podía estar más feliz por ello. 

Dos días después me dieron de alta y Julien me llevó a su casa. Desde entonces vivo con él; me sentía feliz, pero Julien estaba más feliz que yo. Al bajar del auto, Selma y Ludwig me ayudaron a subir a la recámara de Julien y me acomodaron en la cama. La señora Bárbara me brindó de comer caldo de pollo y la pequeña Selma me hizo compañía. 

—Tu madre y tu hermano vienen a Berlín, están ansiosos por verte —comentó la joven —gracias a Dios no te pasó nada grave en ese encierro, Sara. Yo en tu lugar, seguramente estaría muerta. Eres fuerte, y te admiro por eso. Ahora comprendo por qué Julien se enamoró perdidamente de ti. Por cierto, ¿Sabías que cuando todo esto comenzó, él se puso como un ogro? —miró por la ventana —Peor aún, cuando supo que estabas secuestrada, cambió completamente. Tuve miedo, jamás había visto ese lado del tío Julien. 

—Yo sí, varias veces en la oficina —comenté —no es nada agradable verlo enojado. 

En ese momento, sentí a la bebé moverse dentro de mí. Esa sensación era única, me hacía verdaderamente feliz. Ya deseaba tenerla entre mis brazos; amamantarla, arrullarla, verla crecer sana. Cuando se quedó quieta, sonreí y acaricié mi vientre diciendo —¿Imaginas cuando comience a correr por los pasillos?

—Será una locura —se puso de pie —Bien, Sara. Debes descansar. No puedes desobedecer las instrucciones del doctor. —tomó el plato —trata de dormir, ¿Está bien? 

Asentí y Selma salió de la habitación. Por más que intenté dormir, no pude conciliar el sueño. De vez en cuando las imágenes de aquel cuarto invadían mi mente. A pesar de estar libre y en mi nuevo hogar, sentía miedo por mi vida. Isabel todavía andaba por las calles y no sabíamos si en cualquier momento podía aparecer. 

Estando acostada en aquella enorme cama, me preguntaba por el paradero de Isabel. También, pensaba en todas las adversidades que viví desde que me separé de Harald y comencé a trabajar en Barthel Publicidades. ¿De verdad todo esto tenía que pasar? ¿Era necesario soportar esta cadena de sucesos desafortunados? ¿Era toda esta locura desenfrenada parte del proceso para ser feliz? Siendo franca, hasta el día de hoy no logro encontrar una respuesta a todo esto, pero lo que sé, es que nuevamente las cosas comenzaban a cambiar. 




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