Las adversidades de Sara y su fortuna

El desenlace

Me encontraba por la mañana realizando labores de jardinería con la señora Bárbara. En uno de esos tantos temas de conversación, tocamos el de Corinna y su locura junto a Isabel y Florencia. También hablamos de Bettina a quien hace mucho tiempo nadie había visto. Realmente se fue a vivir a otro país tal y como lo mencionó cuando fue a visitarme en el hospital. 

Sabemos que el nombre de Bettina está prohibido en casa, pero Julien no estaba ese día y por lo tanto, no había problema en tocar el tema en ausencia de mi esposo. 

Por Selma tampoco teníamos problemas, ya que ella no estaba cerca y si lo estuviera, no iba a decirle nada a Julien al respecto. Como siempre, la pequeña Selma jugaba con Victoria, razón por la que ignoraba todo a su alrededor. 

Ambas seguíamos podando y regando las plantas cuando escuchamos que el timbre sonó. Era extraño ya que nadie esperaba visitas y Julien todavía estaba en la compañía. 

—Yo voy —dije y caminé hasta la puerta principal. Rápidamente abrí al ver que eran Sonja y Axel. Ambos llegaron a casa con noticias. 

Cuando regresamos al jardín trasero de la casa, Sonja y mi hermanos comentaron que de algún modo, Gunther había escapado de la cárcel. No puedo describir lo que sentí en ese momento, pero fue escalofriante saber que ese infeliz era capaz de hacer cualquier cosa con tal de destruirnos a todos. 

Ya no debía preocuparme solo mí o por Julien, sino que también debía preocuparme por Victoria. El solo imaginar que Gunther podía lastimar a mi hija, me hacía sentir el temor más intenso que haya experimentado jamás. 

Sonja se percató de lo que yo estaba sintiendo y pidió que me calmara. Era obvio que no podía hacerlo tan fácilmente. 

—Sara, tú solo debes permanecer aquí con la niña —dijo —las autoridades lo están buscando. 

Allí intervino Axel —vamos a protegerte y también a Victoria. Kevin y yo, estaremos visitando con más frecuencia, si Gunther viene por aquí, será más fácil su captura. 

—Dudo mucho que venga hasta aquí —comentó Selma mientras me entregaba a la niña —es obvio que ese sujeto estará merodeando cerca de la compañía o de los lugares que Sara frecuenta. 

Algo en mi interior estaba cambiando, como si un instinto asesino quisiera salir. Pasé todo el día molesta, pues ya estaba cansada de todo este infierno, de ese tren infinito de desgracias. 

¿Acaso no tenía derecho a ser feliz? ¿Por qué algunas personas se enfocaban únicamente en destrozar mis momentos de alegría? ¿Tan grave fue haberme casado con mi jefe? A pesar de haber dejado en el olvido la idea de que esto último no era correcto, por momentos seguía pensando que quizás sí lo era. 

Para despegarme de toda esa realidad cruel y agotadora que me agobiaba, tuve la idea de escribir una novela dramática inspirada en los hechos de mi vida. Sonja me dijo que era una buena opción para hacer catarsis a todo este problema, y ya que no podía salir de casa por varios días, debía matar el tiempo haciendo algo para distraer mi mente. Por momentos, jugaba con Victoria, pues Selma pasaba más tiempo en la universidad. 

Recuerdo que entré al estudio de Julien y ahí pasé la mayor parte del día con Victoria. Había quedado sola con la niña, éramos únicamente mi hija y yo contra los enormes pasillos de la casa. 

Encendí el ordenador y busqué canciones para distraer a Victoria. Ella no sabía ni podía entender lo que pasaba por mi mente, y yo no quería transmitirle a mi pequeña esa sensación de incertidumbre y tristeza. Recuerdo que acomodé a Victoria en el enorme sillón en donde Julien suele leer el periódico o cualquiera de sus cientos de libros de la estantería. 

La niña permaneció allí sentada y aplaudiendo la música, parecía disfrutarla. Mientras tanto, tomé el otro ordenador de escritorio y comencé a redactar un poco de lo que tenía pensado para darle inicio a mi novela, aunque para ser honesta, lo considero más un diario sobre mi vida. 

Cuando estaba redactando la mitad del segundo párrafo, recibí una llamada de Julien. Le dije que todo en casa estaba bajo control y que la niña y yo estábamos bien. Desde que Julien se enteró de la fuga, no ha dejado de estar preocupado o de llamar a casa constantemente. 

—Tú tranquilo, no creo que Gunther tenga la osadía de venir hasta acá. —le dije. 

A lo que Julien contestó —lo sé, aún así te recuerdo que no puedes salir de la casa. 

—No tengo planeado hacerlo. 

No me costó para nada quedarme en casa y trabajar desde allí. Era como estar en cuarentena y no me importaba el tiempo, solo podía sentirme segura al saber que Victoria estaba bien conmigo y que Gunther pronto sería capturado. 

Creí haber visto locos por doquier a lo largo de mi vida, pero este sujeto era un caso extremo. Así pasamos mucho tiempo; alertamos a las autoridades de cualquier movimiento sospechoso, mis salidas al parque con Victoria y Selma iban volviendo a la normalidad con el correr de las semanas. Aunque debíamos salir acompañadas de Kevin o de vez en cuando de Hannes, uno de los guardias de la compañía. Ambos tenían permitido portar armas. 

Gunther escapó de prisión y huyó a otra ciudad, eso creíamos todos. Al menos esa idea nos mantuvo tranquilos hasta que un día me encontraba en la entrada principal de la casa. Tenía bloqueo del escritor y decidí salir a respirar un poco de aire fresco y ver algo que pudiera inspirarme. Recuerdo claramente que tenía la mirada anclada en el despejado cielo que dominaba la ciudad. 




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