Daruma 8
No había alcanzado a responder.
—¡Oh, qué gente! ¡Svitlana, ¿eres tú?! ¡Hace siglos que no nos vemos!
Escuché esa voz odiosa y me estremecí, como si me salpicaran con agua fría. Todo empezó a parecerme irritante, excesivamente ruidoso; los niños gritaban estridentemente y de manera desagradable. Me dio vueltas la cabeza, y tuve ganas de correr, de huir, de escapar de esa voz.
Maxim apretó mi mano, y recuperé un poco la compostura. Miré alrededor y vi a mi ex, un hombre guapísimo, el sueño de todas las mujeres. No había cambiado. Solo que sus ojos se habían vuelto más cortantes y su mirada era de algún modo… desesperada, o algo así.
—Hola —dije con firmeza—. ¡Feliz Año Nuevo!
—Y tú, veo que no pierdes el tiempo, ya tienes novio. Mira, hombre, parece dócil por fuera, pero en realidad es toda una fiera.
Maxim se levantó. Era una cabeza más alto que mi ex. De algún modo, por la voz o por un instinto, entendió dónde estaba, dio un paso, extendió la mano, lo agarró por el cuello y le dio un puñetazo en la cara con fuerza. Mi ex cayó, gritó, se sujetó la nariz y comenzó a pedir a la policía. Podía pegarme a mí, más débil, pero enfrentarse a alguien más fuerte le daba miedo. Chacal.
El rostro de Maxim permanecía imperturbable, solo una vena en la sien palpitaba rápidamente.
—¡Nunca, escuchaste bien, nunca permitiré que ofendas a mi mujer! ¡Lárgate de aquí, escoria, y que nunca más vuelva a verte cerca de nuestra familia! ¿Entendiste? —dijo, en un tono bajo, como al espacio frente a él, pero mi ex lo oyó, siseó y se levantó del suelo.
—¡Bah, ustedes están locos! ¿Dónde está la policía? Solo quería felicitar en estas fiestas. ¡Bah, váyanse!
Siguió gritando algo mientras saltaba cerca de nuestra mesa, pero sin acercarse demasiado. Yo no le presté atención. Era patético y repugnante. Mi miedo desapareció. Solo veía a Maxim. Mi Maxim. Extendió su mano hacia mí, puse la mía en la suya, y seguimos a Míra, que bajaba concentrada de su gracioso reno.
**********
El psicólogo miraba a Daruma y permanecía en silencio. Daruma miraba al psicólogo con ambos ojos y también callaba.
—He perdido los ataques de pánico. Hoy vamos con Míra a recibir a Maxim en el aeropuerto. Le operaron los ojos en Alemania, y la operación fue un éxito. ¡Y el espíritu navideño, doctor, no desaparece! ¡Siempre está conmigo!
Delante de él estaba una mujer feliz, con el espíritu navideño transformado en amor.
_______________
¡Queridos lectores!
Les agradezco de corazón por leer estos tres relatos míos sobre mujeres ucranianas y sus historias de amor. Espero que les hayan gustado.
Quedo a la espera de sus impresiones.
Muchas gracias por su apoyo y comentarios.
Siempre suya, Wanda Trezor ❤️