----࿐♡♡♡࿐----
Adriana
—No puedes irte de casa, Cariño. Te juro que voy a cambiar, seré diferente. Lo prometo, esta vez cumpliré —Me ruega el hombre con quien he compartido largos días de mi vida. Aquel que juró amarme y protegerme el día que decidimos vivir juntos, y con quién celebré una boda civil, con la promesa de que en unos meses lo haríamos por la iglesia. Meses que se fueron sumando uno a uno hasta convertirse en dos largos años, porque esa y todas sus promesas quedaron congeladas en el tiempo.
—No voy a seguir perdiendo más mi tiempo contigo. Todo tú eres una mentira, Mauro. Para la muestra un botón, lo que vi y escuché ayer en tu oficina me confirma lo tonta que fui por creer en ti —hablo tratando de mantener la calma, con el sinsabor que me dejó escucharlo en plena discusión con su secretaria, negando un hijo que dice no puede ser suyo porque…
Trago seco sin poder terminar la frase.
«¡Dios! ¿Cómo pude ser tan idiota?» —reniego de mí mentalmente, porque este hombre no solo me montó los cuernos durante todo este tiempo, sino que también, me ocultó que él no puede tener hijos porque antes de casarnos se hizo la vasectomía. Enterarme de ese detalle, me rompió el corazón, incluso más que saber lo infiel que es, porque, juro que mi mayor deseo es ser madre, y él, con su egoísmo, lleva mucho tiempo ilusionándome con esa posibilidad, sabiendo que sería imposible quedar embarazada si seguía a su lado.
Con enojo voy echando cada prenda en mi maleta, y con brusquedad empujo la pila de ropa compactando todo, aunque me duelan las manos hasta cerrarla. No quiero dejar ni uno solo de mis pantis en este sitio.
Sin más demora ruedo mi equipaje y salgo de la habitación, llego a la sala de estar y camino decidida a largarme de una vez por todas.
—¡Que no puedes irte, soy tu marido, tienes el deber de estar conmigo: las esposas obedecen y punto, o…! — empieza con sus estúpidas órdenes, jalándome con fuerza la maleta e intenta agarrarme por uno de mis brazos.
La rabia hierven en mis venas por lo descarado que es. Toda la calma que me estaba obligando a mantener la pierdo; no aguanto, mi yo civilizado se esfuma y con todas mis fuerzas estrello una de mis rodillas en su entrepierna con la plena intención de explotarle los huevos. Se retuerce de dolor y se doblega ante mí cayendo arrodillando en el piso.
—Mi peor error fue soñar al lado de una basura como tú, que solo piensa en sí mismo. Odias a los niños, por eso decidiste no ser padre, y eso está bien, estás en todo tu derecho de elegir lo solo que quieres pasar tu desgraciada vida. Pero no debiste engañarme, y no debiste usarme. —reprocho con una mezcla de enojo y tristeza— ¿Sabes cuantas veces he llorado con las pruebas de embarazos negativas en mis manos? Muchas veces. Infinidades de veces, he llorado porque pensaba que la del problema para concebir era yo. Tú me has visto sufrir y llorar sin consuelo por la imposibilidad de tener un bebé y dejaste que me culpara. ¡Eres un maldito desgraciado! —expreso con firmeza, con tintes de tristezas en mi voz.
Lo veo retorcerse en el piso por el golpe que llevó y lo único que quiero es darle otro más fuerte.
Me sacudo, y me trago las lágrimas que estaban a punto de caer, porque no le voy a dar el gusto de verme derrotada, decaída y llorando, aunque el nudo que tengo en la garganta me esté ahogando. Con soberbia freno mi llanto, no me da la gana de llorar, porque yo valgo mucho y si él no supo valorarme es su problema, él se lo pierde. No botaré ni una sola lágrima por él porque no se lo merece.
—Dame otra oportunidad, podemos empezar desde cero: adoptaremos esos hijos que quieres, y esas mujeres con quien he estado no significan nada para mí. Te lo juro, tú eres la única que quiero en… —propone desesperado, levantando la mirada, estira una de sus manos hacia mi para que lo agarre.
Retrocedo mientras niego.
—Yo no doy segundas oportunidades a cretinos como tú. Tuviste dos años para llegar a casa temprano, para no dejarme sola los fines de semana y para no reemplazarme en la cama, por cuanta mujer se te cruzó en el camino, y lo más importante; para ser sincero con el tema de los bebés. Eso me dolió más que todo. —Soy honesta. — Ahora más que nunca estoy decida, voy a ser madre, y tú ya no estás en mis planes, Mauro —determino tajante mirándolo con dureza — Así que quiero el divorcio y te quiero a años luz de mi vida.
—No te daré ningún divorcio —Dice con la voz ahogada por el dolor de testículos que aún lo está sometiendo.
—Eso lo veremos. Adiós Mauro. —Es lo último que digo antes de agarrar mi equipaje y rodarlo hacia la salida. Abro la puerta y sin una pisca de pesar por dejar todo atrás, salgo del departamento que hasta esta mañana llamaba hogar.
Mi móvil se ilumina con un mensaje de mi mejor amiga.
«Todo listo para mañana irnos temprano a la isla. No quisiste venir a dormir a casa esta noche, te comprendo y dejo quieta con el tema porque sé que después de lo que sucedió con Mauro, necesitas espacio. Pero… por favor, no se te ocurra dejarme esperando mañana porque voy a buscarte y te arranco el pelo.
—Tranquila, no te fallaré. Nos vemos temprano en el puerto» —tecleo rápido y le doy enviar, confirmando que iré, porque lo último que pienso hacer es quedarme encerrada en el cuarto de un hotel llena de rabia y de tristeza.