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Martín
—¿Qué estamos haciendo!? ¡Esto no debe…! —Un golpe de razonamiento intenta hacer estragos en ella.
Sin poder controlarme, mi pecho se acelera porque lo último que quiero es parar. Anclo mi mirada en sus enormes ojos, y sin duda en esos iris que no me canso de halagar, puedo ver claramente que aun cuando tiene dudas, ella tampoco quiere que este sea el fin de nuestro encuentro. Acuno su rostro entre mis manos, acerco mi boca a la suya y le doy un beso sutil.
—No quiero frenar y sé que tú tampoco lo deseas —me sincero, dejando fijos mis ojos ansiosos en los suyos — Pero, si decides que hasta aquí llegamos, lo aceptaré y me conformaré con haber besado tu boca. —hablo bajito, notando como su mirada se torna más oscura y más intensa, revelándome que ambos anhelamos exactamente lo mismo.
Sus ojos no se apartan de los míos, mientras su pecho sube y baja a todo motor igual que el mío.
—¿Frenamos? —pregunto, rogando por dentro, que me diga que no…
—¡Al demonio la prudencia! ¿Cierto? —Me pregunta, pegando sus labios a los míos y sonríe para mí, logrando que mi pecho se acelere.
—¡Sí, al demonio, la prudencia! ¡Al diablo, la razón y todo aquello que quiera impedir que vivamos esto! —reitero sus palabras y con más ansias me apodero de sus labios. Me arrebato a quitarle la poca ropa que la cubre, se enloquece junto conmigo, se deja llevar y los dos perdemos por completo la noción del tiempo y toda nuestra realidad, para dedicarnos este instante.
Los besos suaves y controlados pasaron a ser historia, mi lengua juega con la suya y la desafía en una batalla en donde insiste en no dejarse vencer, demostrándome lo que ya sé; es una mujer muy competitiva. Alucino con su boca, porque sus labios desenfrenados danzando junto con los míos, ansiosos y desafiantes, son una prueba de que en la cama y en todos los aspecto de su vida, debe ser una mujer que sabe entregar todo de ella.
Retrocedo lentamente afianzando más mis brazos alrededor del cuerpo de la chica que me está regalando el momento más caliente y apasionado de mi existencia. Legamos hasta el fondo del yate donde hay una cama sencilla, tendida con sabanas blancas. En medio de besos caemos juntos enredándonos en el colchón. Hago el esfuerzo de soltar sus labios, freno el beso lentamente con la extraña ilusión de mirar sus iris, como si mi alma quisiera retratar para siempre esa mirada hermosa que me mueve fibras que intentan mantenerse ocultas.
Me sostiene la mirada y en esos preciosos iris encuentro un oasis de deseo que me confiesa en silencio que este instante lo está disfrutando tanto como yo. Sin dejar de mirarla, una de mis manos acaricia sus labios, mientras que con la mayor naturalidad, como si ella fuera mía desde antes de conocerla, me voy acomodando entre sus piernas, y lentamente voy entrando en su ser. Entro despacito, percibiendo como mi corazón late muy fuerte cuando de su garganta empiezan a brotar sonidos que manifiestan el placer que estamos forjando juntos.
No me puedo controlar, no sé qué diablo me está haciendo esta mujer, para lograr todo esto de mí. Ella no estaba entre mis planes, ni siquiera tengo claro como sucedió, pero de la nada aparece y todo lo sensato que creí ser se fue a la mierda.
Vuelvo a su boca ansiando con todo mi ser que estos besos no frenen nunca. Aprieto sus piernas, al tiempo que sus manos se aferran de mi espalda, y sus uñas dejan huellas en mi piel, logrando que cada vello se me erice. Pierdo la cabeza, disfrutando de su cuerpo, sintiéndola temblar bajo el roce de mi piel. Sentirla entregarse de esta manera me tiene fascinado, verla y notarla tan perdida, hace que mi ansiedad por ella aumente, y le doy todo de mi, para atesorar este instante que según nuestros planes será efímero. Pero…
¿Cómo mierda podré olvidar algo así?, no sé cómo rayos voy a hacer para borrar de mi mente esta aventura tan loca, tan única y tan apasionada que estoy viviendo con ella.
Sigo encantando, sumergido en el interior de quien me ha sorprendido gratamente por lo apasionada que es. Literalmente hago mía hasta su sombra, y ella me lo permite. No me cohíbo en lo absoluto porque si esta será nuestra única vez quiero dejar por lo menos un pedacito de mi guardado, aunque sea en el rincón más alejado de su ser. Por ello, beso y acarició cada centímetro de su piel, deseando con locura poder detener el tiempo y quedarnos horas eternas de nuestra vida aquí, enredando nuestros cuerpos en esta cama, porque necesito mucho más de ella. Mi cuerpo y mi ser demandan mucho más de ella…
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—Me cuentas algo de ti, aunque sea algo pequeñito, muy poquito, nada relevante —Pido, abrazando a la chica que respira tranquila, bajo la sabana conmigo. No hemos dicho mucho después de nuestro encuentro, solo, sin decirnos una sola palabra, los dos estuvimos de acuerdo en quedarnos acurrucados en esta cama que nunca, desde que tengo este yate, se había sentido tan confortable.
—Mi vida es muy complicada ahora, prefiero no hablar de ello. Tal vez lo único que tengo para contar es que, el lunes, tengo una entrevista de trabajo, eso es muy importante para mí, porque necesito ese empleo, por eso no me puedo quedar a vivir con usted por un año en este yate.
Su comentario me saca una sonrisa. Me acerco un poco más anulando el mínimo espacio entre los dos y con confianza paseo mis labios por su espalda, percibiendo como su piel reacciona de inmediato a mi contacto.