----࿐♡♡♡࿐----
Adriana
—¡Esto es una locura! —, mi pensamiento sale en voz alta, sin que mis ojos puedan dejar de ver a quien tampoco aparta sus iris de mi rostro. Su sonrisa parece congelarse mientras su mirada está tan fija en mí como si aún no reaccionara de la sorpresa de verme frente a él. Mi corazón late con mucha fuerza mientras trato de convencerme de que esto es una broma del destino. Estoy tan incrédula a esta situación que cierro los ojos y los vuelvo a abrir una y tras vez, para ver si despierto de la hipnosis.
—Sí, es una bonita locura. — Murmura, acercándose más a mí, sus dos manos acunan mi rostro y pega su frente a la mía. — Necesitaba mucho verte —dice, soltando un suspiro.
Mi corazón salta más rápido con sus palabras, sin aún poder creer que ese hombre que no hace mucho me hizo perder la cabeza, y la paciencia, en un yate, está ahora frente a mí. Pero no como un simple recuerdo; no, todos los astros se alinearon para hacerme una jugarreta y el universo tenía que ir más lejos, porque hora es mi jefe.
La sorpresa se borró de sus ojos y de su voz. Definitivamente, esa sonrisa descarada me confirma que por su mente no se pasa nada bueno. Siento que las piernas me tiemblan tanto que podría caerme en cualquier momento, cuando el roce de su aliento se acerca a mi boca.
—Adriana, — murmura mi nombre con una voz tan seductora que me estremece de pies a cabeza. —¡Qué sorpresa tan agradable!
¡Agradable para él, claro! Yo quiero gritar, llorar, abrir un agujero en el piso y desaparecer. Aunque también, siento un deseo insensato de besarlo y eso me enoja más.
Céntrate Adriana, céntrate, que no estás para confusiones. —Me exijo y bloqueo a la mujer golosa que este ser despertó en mi interior, para evitar que me dé malos consejos.
—Yo… ¡Renuncio! —balbuceo, con mi voz casi inaudible, mientras me libero de su agarre, sin dudarlo doy media vuelta y camino rápido hacia la puerta.
—¿Qué? ¡Espera! ¡No puedes renunciar!—escucho su voz, pero no me detengo. Mis manos sudan al tocar la manija, y estoy a segundos de escapar de esta locura que estoy segura, si me quedo en esta empresa me envolverá sin remedio. Pero…
Mi intento de escape se anula cuando sus manos fuertes me atrapan por la cintura, me giran suavemente y se posan firmes presionando mi piel por encima de mi ropa. Su acción logra en el instante que mis defensas se quiebren quitándome la opción de huir. Antes de que pueda protestar, me encuentro acorralada contra la pared con su cuerpo presionando el mío.
—No, no puedes renunciar —Insiste, con su rostro tan cerca que su aliento cálido vuelve a rozar mi piel—. No te dejaré ir, ni ahora, ni nunca.
—¿Qué… qué estás haciendo? ¡Esto es inapropiado! ¡No juegue conmigo porque…! — Mis palabras quedan a medias, porque mi voz duda, traicionándome.
—Inapropiado fue que me dejaras así, ya estaba planeando voltear la ciudad al revés para buscarte hasta encontrarte—replica, mirándome a los ojos con tanta intensidad que mi mente empieza a nublarse —¿Sabes cuánto tiempo he esperado este momento de volverte a ver? —pregunta con tintes de drama en su voz.
Mi corazón se acelera. Una parte de mí quiere perderse en esos ojos oscuros, pero otra recuerda perfectamente su mentira y su forma de jugar.
—¿Un día? Solo han pasado unas horas desde que nos vimos, así que no sea tan exagerado. Le recuerdo que ayer a esta hora estábamos perdidos en su yate, y… —detengo mis palabras, cuando caigo en cuenta de que no debí decir eso, porque recordar lo que estábamos haciendo en ese océano, me calienta más la sangre.
—Pues para mí, pasó como un siglo. ¿Por qué huiste así? Me equivoqué, lo acepto, pero la gente madura, habla y llegan a acuerdos. —reclama estupideces.
—¡Sí que es bien descarado! ¡Me engañó para que me quedara con usted! Y ahora, me reclama por qué me marché —exclamo, luchando por liberarme de su agarre.
—Tienes razón en estar molesta. Te comprendo, puedo comprenderte porque no soy tan cerrado. Pero dígame, señorita Franco, ¿fue tan terrible quedarse conmigo?
Quedo muda, no puedo responder una sola palabra…
—No puedes responderme ¿Cierto? Tu orgullo no te deja decirme que la mujer que estuvo conmigo en ese yate, volvería a vivir cada segundo de los que pasamos juntos en ese océano.
Su arrogancia me saca de quicio. Intento empujarlo, pero él no se mueve ni un milímetro, y su sonrisa se ensancha más, desafiándome.
—No se atreva… —le advierto al ver que inclina su rostro hacia el mío.
—¡Lo haré! Quiero hacerlo. Muero por darte un beso —dice, y al instante siento su boca rozar la mía, es un leve contacto; sin embargo, logra que cada vello de mi piel se erice. — Anoche, no deseé otra cosa, que tenerte a ahí conmigo, en mi cama. Deseaba tanto sentirte de nuevo, y…
—Y nada… —Lo freno, esquivando sus labios, en un movimiento rápido, logro zafarme de su agarre. Me giro hacia la puerta, la abro de un tirón y…
—¡Ah…!— Un coro de voces acompaña el estruendo de varias personas cayendo al suelo casi en mis pies, la mitad de sus cuerpos quedan en el pasillo y la otra mitad quedan en la oficina del presidente de la compañía.