Esto era el infierno.
No en el sentido que hacía un atroz calor en esta cocina sino que también April estaba tan cansada que no podía aguantar estar más de pie.
Si no fuera porque necesitaba una buena nota de prácticas para tener su título de Chef, April no estaría aquí asando como un maldito pollo.
Se moría por ir al servicio para mojar su rostro de agua fría y así recuperar su energía vital pero su Chef amaba maltratarla dándola los peores trabajos. Si no fuera por su sueño, le hubiera dado un inolvidable golpe en el lugar que jamás olvidará. Dios mío, se estaba volviendo agresiva como su mejor amiga Ellie.
Pero era una humana. También tenía todo el derecho de enojarse, ¿no? Desde que empezó las prácticas en este restaurante de alta clase, la odiaba sin aparente razón. Aunque April pensaba que lo hacía porque una vez le corrigió cuando éste se equivocó. Desde entonces, el odioso "jefe" no dejaba de fulminarla cada vez que April respiraba.
Pero pronto todo terminará y jamás volverá a pisar un pie en este hogar. Su chef era un gruñón feo. Todos sus compañeros eran unos egoístas que solo pensaban en ellos mismos. ¿Qué clase de compañerismo era este? Cuando había elegido esta carrera, April pensó que era una lección para conocer nuevas personas en el trabajo y apoyarse el uno con el otro. Pero no había sido así haciéndola cerrar sus alas como si fuera una mariposa con miedo a volar lejos. Solo con tener a sus cuatros mejores amigas era suficiente. Ellas sí siempre estaban con ella, apoyándola.
Desde el asesinato de su padre, un periodista que había preferido perder su propia vida con tal de salvar al mundo de gobernadores corruptos, su madre la abandonó completamente. No solo físicamente, sino espiritualmente. Cada día era un infierno para ella. No podía imaginarse una vida sin el amor de su vida. Sabía que debía vivir por su hija pero simplemente se había resignado a no estar más en este mundo. En un momento de debilidad, decidió quitarse la vida tomando toda una caja de pastillas. Mientras se estaba haciendo el efecto, ella simplemente cerró los ojos murmurando «Te amo» por última vez.
A la edad de diez años, April perdió a sus padres dejándola sola en este mundo. No tenía a nadie. Sus abuelos murieron hace años. Y sus padres eran hijos únicos.
Poco después de la tragedia, April comenzó a vivir en un orfanato cercano de Bendigo. Al principio había sido duro, inmersa en su tristeza pero cuando conoció Dana, una niña más joven que ella por unos años, su vida cambió para mejor. La radiante sonrisa de Dana hizo que levantara de su pozo y luchará por su vida. Su padre no querrá que su hija fuera débil sin ganas de vivir. Debía ser fuerte hasta el final.
Al primer momento April se sintió cómoda con Dana. ¿Cómo no hacerlo? Era divertida, alegre y demasiada torpe. A su lado, volvía a ser la chica que era antes de toda esta tragedia. Poco a poco, se abrió aceptando conocer otras tres niñas que eran amigas de Dana. A partir de ese encuentro de las cincos juntas, se volvieron inseparables. Eran un equipo unido y siempre lo serán.
April meneó ligeramente la cabeza, volviéndose de nuevo a la realidad.
Solo en dos días este infierno finalizará y podrá ser libre empezando a trabajar como chef en otro restaurante. Además si en ningún sitio era aceptada por no tener experiencia, podrá trabajar en el hotel de Dana sin ningún problema porque disfrutaba demasiado estar en esa cocina. Aunque también su mejor amiga necesitaba un chef para abrir de nuevo el hotel y mostrar al mundo el gran cambio de un simple hotel en algo majestuoso.
—Tú puedes, April —se animó suspirando.
Antes de empezar a seguir los órdenes del chef, se tocó la sien encontrándola ardiente. April estaba segura que en cuanto saliera de este infierno, arderá en las llamas de la fiebre durante toda la noche. Si tenía suerte, tal vez al día siguiente volvía a estar como nueva y así podrá trabajar de nuevo en este lugar tan infernal sin ningún problema.
Con una forzada sonrisa en su rostro, ella trabajó todo lo máximo que su cuerpo podía junto con sus compañeros siguiendo de letra a pie las instrucciones de su chef mientras en su interior esperaba no cometer ningún error para que no la odiara más de lo que hacía.
En el momento de cierre del restaurante, como siempre sus compañeros se despidieron de ella cortésmente dejando que April se encargara de la limpieza de toda esta suciedad. No solo su chef la trataba como esclava, sino también animaba que lo hicieran los otros. Así era como vivía cada día en este local.
De su boca salió un desgarrador suspiro viendo como todos ellos parloteaban entre ellos que harán esta noche de viernes. Ella también quería terminar antes y salir de fiesta pero seguramente nunca lo hará. Siempre llegaba agotada al hotel. Se tumbaba en su cama y al instante se quedaba dormida
—Al día siguiente, quiero la cocina radiante —ordenó con frialdad.