Las cenicientas mosqueteras

Capítulo 1 (I)

Australia, Bendigo.

«Alguien me ha dicho que cuando decidamos cuál profesión queremos ser,   debemos dedicarnos totalmente en ella. Debemos amarla. No debemos quejarnos del duro trabajo. Nosotros debemos dedicarnos toda nuestra vida en orden para mejorar nuestros talentos. Ese es el secreto para triunfar. Pero si el triunfo solo tendrá más significado si tienes un buen amigo que te acompañe durante el recorrido. Amistad donde tolera, donde viene contigo en cada sitio y en cada situación.»

A estas horas del día donde no había casi nadie en el parque, justo lo que Dana necesitaba para desconcentrarse del mundo exterior.

—Ha sido una gran idea venir aquí para trabajar —susurró para ella misma sintiendo como el refrescante aire del mar recorría por todo su cuerpo animándola a seguir con el tedioso trabajo de edición.

Dana se encontraba sentada en el banco de siempre, trabajando duro en el ordenador con un programa de edición. Además de ser demasiada buena socializando con la gente conociendo sus gustos a la vez sus manías para darles el mejor servicio posible, editar fotos o vídeos era otro de sus talentos.

—Ahora si tengo fe de que voy a ganar el concurso. Solo tengo que mostrarles que mi hotel merece la pena —aseguró Dana con una optimista sonrisa guardando la foto editada para subirla la página web que recién había creado.

Si quería que su hotel creciera convirtiéndose como el Sweet House de P'Alec, deberá promocionarse bien en las redes sociales. Además de apuntarse en concursos para ganar credibilidad, un blog famoso sería justo lo que necesitaba para convertirse en una gran hostelera.

Dana cerró los ojos soltando un grito de emoción solo al imaginarse esa escena donde su desastroso hotel, quién no iba casi nadie, terminaba siendo uno de los mejores resorts del mundo.

Tenía que concentrarse. Estaba comportándose como loca en medio de la calle. Si alguien la viera, seguramente llamaría a una ambulancia para llevarla al sanatorio por estar gritando de esa manera en medio de la calle.

—Cálmate, respira hondo —dijo Dana aún con los ojos cerrados, intentando calmar su excitación abanicando sin cesar con sus manos.

Al notar que su respiración regresaba a la normalidad, Dana abrió de nuevo sus ojos verdes quedándose hechizada con lo que veía. Era el puesto de sol más bello que jamás pudo contemplar.  Además la hacía recordar a su familia fallecida cuando venían juntos a este lugar a disfrutar de un buen clima escuchando la sublime melodía de las olas.

Sin pensarlo más, cogió su móvil y al instante sacó una foto que guardará en su memoria.

Embobada se quedó suspirando maravillada con todo esto. El refrescante aire, las olas yendo de un lado a otro, la luz solar penetrando en el mar.

Pero el hechizo se rompió a pedazos cuando escuchó su móvil sonar a todo volumen haciéndola despertar de su ensueño.

Dana contestó la llamada sin mirar quién era el remitente. Después de todo solo sus amigas tenían el número de su teléfono.

—¿Sí? —respondió alegre, sonriendo de oreja a oreja.

Si habían sinónimos para definir la personalidad de Dana serían demasiada sonriente, demasiada energética para este mundo.

—¿Has cogido mi ropa, verdad? —gritó furiosa Ellie, una de las mejores amigas de Dana. Era una joven que odiaba mucho que cogieran su ropa sin su permiso. Sobretodo si lo hiciera alguien tan torpe y despistado como lo era Dana.

Ellie tenía veintiuno años. Era alta, esbelta y con unos marrones ojos hermosos y deslumbrantes, quién había en orfanato cuando su familia falleció en un accidente de cocola dejándola sola en este mundo. Desde el primer momento que se conocieron, ambas se volvieron cercanas hasta el punto de ser almas gemelas. Juntas con otras chicas del orfanato, quiénes también eran sus mejores amigas, se unieron formando un grupo inseparable. Cada una tenía su propio sueño, el cuál no descansarán hasta lograr tenerlo en sus manos. El de Ellie era convertirse en una gran escritora aunque muchos la desanimaba diciéndola que no tenía el suficiente talento para lograrlo. Pero Dana tenía fe en su mejor amiga. Además los escritos de Ellie son increíbles, solo necesitaba un pequeño empuje para crecer como escritora.

Dana mordió el labio inferior alejándose su móvil al oír el furioso grito de Ellie. No pudo evitar soltar pequeñas risas nerviosas al mismo tiempo que en su mente pensaba en ideas para calmar la futura ira de su amiga.

—Perdón, perdón, perdón —se disculpó ella varias veces, rezando por su salud si por si acaso Ellie terminaba por asesinarla esta noche—, Solo que...—tartamudeó cada vez más temblorosa—, que cuando vi tu ropa encima de tu escritorio, me enamoré por completo. ¿Acaso no te pasa lo mismo con los libros? Perdóname solo por esta vez, ¿sí? Te juro que será la última vez que robaré tu ropa sin tu permiso.

Aunque Dana no era una fan seguidora de la moda, ser mejor amiga de Gretha, una obsesionada con diseñar y crear los mejores conjuntos inspirándose en sus diseñadoras favoritas como Coco Chanel o Nina Ricci , hizo que terminara amando la moda también. Pero su estilo, a diferencia de Gretha, consistía en conjuntos casuales a la vez que elegantes. Desgraciadamente no quería gastar su dinero en ropa cuando tenía que pagar demasiados gastos del hotel. Tampoco quería molestar a Gretha que le hiciera ese tipo de conjuntos cuando ésta llegaba al hotel agotada trabajando en un miserable sitio donde no valoraba el gran talento y esfuerzo de su mejor amiga.



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En el texto hay: amor, cenicienta, hotel

Editado: 19.05.2021

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