Gretha estaba a punto de explotar pero por su sueño se calmará. No dejará que esa maldita anciana le jodiera el día.
Tomó un bocado de aire para calmar su respiración acelerada mientras seguía adelante con su trabajo.
Aunque no le pagaba casi nada ni tampoco firmó ningún contrato con ella, Gretha quería tener más experiencia para así poder trabajar en la empresa de moda más importante de moda. Solo debía luchar más duro y lo logrará.
Después de decidir no ir a la universidad, se centró en este mundo de diseño porque era lo único que le fascinaba en esta vida. Estaba inmersa en él que logró aprender demasiado sobre las telas o las técnicas de coser sin la necesidad de ir a un colegio de diseño. No tenía suficiente dinero para pagarlo aunque no lo necesitaba para nada. Según Dana, ella tenía unas manos mágicas y talentosas para crear unas creaciones preciosas.
Gretha al finalizar el vestido sonrió ampliamente orgullosa de ella. Solo debía enseñarlo a esa vieja cascarrabias y su trabajo estará terminado.
Esperaba que esta vez dejara de ser la aprendiz y ser una trabajadora fija. No entendía porque aún no la aceptaron en esta empresa —más bien una diminuta tienda pero estaba conforme mientras diseñara—, cuando se pasaban todo el rato halagándola.
Negó la cabeza. No iba a dejar que la negatividad de su mente la molestará. Con este vestido bien diseñado lo logrará, ¿verdad?
Se puso de pie encaminando hacia el despacho de la propietaria con la vestimenta en el brazo. Siempre estaba allí encerrada. En vez de trabajar, solo estaba perdiendo el tiempo en redes sociales.
A veces —bueno casi siempre—, no comprendía las acciones de su "jefa".
Al tocar varias veces la puerta, Gretha esperó pacientemente por el llamado de ella. ¿Acaso se había marchado? No era la primera vez que la abandonaba dejándola sola. Aunque en realidad no le molestaba que hiciera eso. Prefería estar sola con su imaginación. No necesitaba nada más que eso.
—Pase —gritó ella sacándola de sus pensamientos.
Abrió la puerta adentrándose al pequeño despacho.
El lugar como siempre estaba desordenado. Lo único que estaba bien eran los muebles. Todo lo demás era un desastre. Los papeles esparcidos por todo el escritorio. Las ventanas cerradas causando que sintiera un abrumador dolor en los pulmones. No podía respirar bien por la falta de aire que emanaba este sitio.
Pero Gretha no se dejó llevar por el pánico.
Con una incómoda sonrisa dibujada en su rostro, dejó la vestimenta en el escritorio.
—El vestido que me pediste aquí está. Lo acabo de terminar y...
La mujer de cuarenta y pico años la interrumpió. Si no fuera tan bruja, hubiera estado encantada trabajar con ella. Era talentosa en este mundillo además de que su belleza aristocrática la inspiraba para nuevas creaciones. Esos ojos grandes y azules como el mar, esos labios voluminosos y rojos y una nariz pequeña y delicada. Tenían unos rasgos de una ninfa del bosque pero desgraciadamente su personalidad era lo peor.
—Déjame ver —replicó tomando el vestido en sus manos.
Gretha mordió el labio, nerviosa, esperando ser aceptada por fin en esta tienda a pesar de que en lo profundo de su ser se sentía usada por ella durante todo este tiempo.
—No puedo creer esto. Eres tan joven. Aún así, eres muy buena en esto.
Gretha esbozó una enorme sonrisa, feliz por los halagos.
—Entonces estoy aceptada, ¿no? —preguntó sin dejar de sonreír.
—¿Otra vez la misma pregunta? —gruñó.
—Pero llevo meses trabajando para ti. Solo necesito el contrato y un suelto. No pido más que eso.
—En esos momentos no puedo contratar a nadie más. Ya te llamará, ¿sí?
Gretha abrió la boca asombra al escucharla. ¿Cómo podía traicionarla? Toda la culpa era suya. ¿Por qué era tan buena? La próxima será más cruel para que nadie la utilice nunca más.
En vez de soltarle unas cuantas palabras a esa bruja, simplemente asintió su cabeza dándose la vuelta en dirección de la puerta.
«Estúpida miedosa. Esa eres tú»
Gretha se paró de repente cuando la escuchó hablar por el móvil.
—¡Buenos días! Te llamaba para decirte que el vestido encargaste ya está listo. ¿Cuándo vendrás por él?
Gretha quería darse la vuelta y enfrentarla como era debido pero lo único que hizo fue apretar sus dientes y caminar hacia su escritorio.
Mientras recogía sus cosas, se juró así misma jamás ser usada cruelmente de esa manera más. Había trabajado duro todo este tiempo para esa bruja para final ser traicionada.
¿Por qué la vida era tan cruel? Cerró los ojos sintiéndose mal por todo esto.
Cuando finalizó de recoger sus cosas, Gretha salió de allí sin mirar atrás.
En el camino, Gretha sacó su móvil del bolso y llamó al primer contacto. Era el número de Dana, su mejor amiga.