Las Chicas de Izan

7

Querrás matarme, lo sé, pero en ese instante yo también quise hacerlo, y más por mi estúpida contestación.

 

—¡Oye, lo encontraste! —exclamé con una falsa sonrisa—. Verás, este es nuestro hijo, preciosa. Se llama Roberto, aún somos muy jóvenes para adoptar un perro. Aunque eso si, te lo advierto, yo tengo la custodia— se lo intenté quitar, pero ella sonrió y lo llevó a su nariz.

 

¿Querías una respuesta mas coherente? estaba que me cagaba del miedo, las manos me temblaban y solo quería huir de ahí con el oso en mis brazos, meterme bajo la sábanas y esperar que el día de mañana fuera mejor, pero ya no tenia cinco años. Veintitrés años después seguía buscando las mismas soluciones a problemas más grandes..

 

Ese fue mi primer error, me sentí sucio. Yo jamás había mezclado mi historia con ellas y hacerlo de una manera tan baja y cruel fue recordar de inmediato a Gala, con sus labios rosados y los ojitos brillantes mientras me lo daba.

 

Marisa me trajo a tierra firme en un instante.

 

«Huele a ti», susurró y lo abrazó con la misma fuerza que yo lo hacía cada noche.

 

En la madrugada no pude dormir, a mi lado Marisa yacía desmayada, sus ciertos de pestañas adornaban su carita en paz, ajena a la impotencia que yo sentía. ¿Como no hacerlo? en medio de nosotros estaba "nuestro hijo" que parecía un obstáculo, un abismo. Que me recordaba lo patán que estaba siendo...

 

Tome el teléfono y entre al sanitario. Llámame loco, pero solo quería saber que todo estuviera bien con la pequeña Gala, quería saber que no le había fallado.

 

«No puedo dormir», fui sincero y a los segundos ella respondió.

 

«Yo tampoco», respondió, eso tuvo que darme una pista, pero no lo hizo.

 

«Te extraño, necesito abrazarte a ti. El oso ya no basta», necesitaba explicarle lo asfixiado que me sentía y a la vez quería correr y refugiarme en los brazos de Marisa.

 

No te sorprendas, siempre fui una contradicción en mi mismo.

 

«¿Podemos vernos mañana? Hay algo que necesito decirte», pensé lo peor, pero en dirección contraria, Gala nunca había sido tan directa.

 

«¿Está todo bien?».

 

«Háblame cuándo salgas de trabajar. Por favor», y ese fue el último mensaje que recibí.


 




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