Las Chicas de Izan

9

Me senté en el sillón como un pez fuera del agua, este no era yo.

 

La piernas me temblaban, quería vomitar, seguro estaba teniendo un ataque al corazón o un colapso nervioso. No me mal interpretes, no es que no quisiera ser padre, oh bueno si, no lo sé, solo sabía que no quería serlo bajo esas circunstancias, en realidad solo quería disfrutar de las mieles que ofrecían sus brazos, así sin consecuencias. Era joven para enfrentarme a ello, por que con veintiocho años me consideraba en pañales. Pero ya era tarde para eso y ahora me enfrentaba a una realidad. A una vida que provenía de mi. 

 

Ver su carita llena de lágrimas me hizo ser el hombre que ella necesitaba, aunque no supiera serlo, y es que, no me sentía un hombre, uno bueno para que me entiendas, de esos que con orgullo le presentas a tus padres. No me sentía así, ni lo haría por algún tiempo.

 

La coloqué frente a mí y barrí las gotas gruesas de sus mejillas.

 

«¿Ya lo confirmaste?», tanteé.

«Me hice tres pruebas antes de hacer un análisis de sangre. Todas dieron positivo».

 

Asentí, a veces olvidaba que Gala era tan niña como mujer y que me llevaba años de madurez y prudencia.

La senté entre mis piernas porque necesitaba sentirla cerca y por que no aguantaba estar mas de pie.

No dije nada ni permití que ella hablara, necesitaba un minuto, una hora o una vida para asimilarlo.

 

Vaya..., sería padre, tendría un hijo de Gala, bueno, si ella quisiera. Yo la apoyarla en cualquier decisión.

 

Besé su frente antes de acariciar su brazo y con esa misma ternura preguntarle que quería hacer.
Ella se sorbió la nariz antes de hablar.

 

—Lo he pensado mucho, yo... en realidad me gustaría tenerlo. Un hijo no es un problema para mi, no lo veo así, vivo independiente, tengo un buen puesto en el acuario y creo que puedo hacerlo —finalizó firme.

Tomó su vientre afinando la vida que comenzaba a surgir en su interior y siguió.

»Estoy asustada y entiendo si tú decides N-no seguir... — entendí que eso era lo que más le preocupaba. ¡Dios! Gala me dejaba fuera de mi sitio, tan madura y niña, tan fuego y hielo, ¿qué otra cosa podía hacer, si no estar con ella? 

—Hey, pequeña, aquí estoy. No estoy yendo a ningún lado si no es contigo... Mírame —y no me tembló ni un poco la voz cuando hablé, la tome por la barbilla y deje un pequeño beso entre sus labios—. Esto nuestro, será nuestro hijo y haremos lo necesario para ser los padres que él necesita.

 

La abrace y no pude soltarla en toda la tarde.

 

No mentiré, llegue al apartamento deshecho, era cierto lo que prometí. Jamás huiría, jamás haría algo que dañara a Gala, esa nunca fue mi intención.

 

Pero no sabía que hacer con el resto de mi alma y eso solo me tenía en el abismo de la indecisión.

 




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