Dominika
Abro los ojos como si me hubieran empujado desde dentro. Estoy acostada en el sofá de mi habitación, aunque recuerdo que me quedé dormida en la mesa de Robby. Las cortinas están cerradas, alrededor todo está en penumbras. Estoy en los mismos jeans y con misma camiseta con que salí a pasear con el bebé, solo que la camiseta está otra vez mojada hasta la mitad.
¡Mi niña, Polinka! Salto como si me hubieran escaldado y corro hacia arriba, al dormitorio de la niña. A mitad de camino, me doy cuenta de que debería haberme cambiado de ropa, pero ya escucho claramente el llanto del bebé. Así que corro aún más rápido, saltando los escalones de dos en dos. Entro volando por la puerta y lo primero que veo es a Timur.
Él sostiene a su hija en sus brazos, trata de calmarla, y ella llora, y ese llanto resuena en cada célula de mi cerebro. No presto atención a Timur, me quito la camiseta mojada y le arrebato al bebé de sus manos.
Ella inmediatamente se abalanza sobre el pecho y chupa con avidez, al mismo tiempo que me dice qué mala madre soy. Dejé a mi niña y me quedé dormida.
Me siento avergonzada y me da miedo Tim. Si ahora me dice con su voz metálica que no necesita una niñera que se pasa medio día durmiendo, ni siquiera sé qué voy a hacer. Rogar, suplicar o agarrarme firmemente de la cuna y que intente arrancarme de ella.
Me imagino que ahora me quitarán al bebé, y las lágrimas corren por mis mejillas contra mi voluntad. Bajo la cabeza para cubrir la cara con el pelo, me siento en el suelo cerca de la cuna. Aquí hay una alfombra tan suave y esponjosa, que es posible acostarse sobre ella.
Veo las piernas de Timur frente a mí, pero tengo miedo de levantar la cabeza. Se queda parado, por desgracia, no se va. Sé que me está mirando, ¿por qué calla entonces? Trato de virarme para cerrarme un poco de su mirada ardiente.
— Siéntate en la butaca, Nika, — su voz entrecortada suena sorda. Niego con la cabeza.
— No. Me siento cómoda aquí.
— Puedes resfriarte y resfriar al bebé.
Me levanto obedientemente, cubriéndome cuidadosamente con mi hija. Sin sujetador, por supuesto, es incómodo. Pero tendría que ir a casa a buscar los míos, y el que traje, Tim probablemente lo tiró.
Timur da un paso hacia mí, por un momento nuestras miradas se encuentran, y del asombro, estoy a punto de sentarme en el suelo de nuevo. Recuerdo bien esa mirada, recuerdo lo que significa y lo que venía después. La mejor confirmación de esto está mamullando fuertemente en mis brazos.
— ¿Puedo pasar?, — murmuro, Tim se retira, y me siento en la butaca en la más absoluta confusión. Allí yace un pañal que quedó de la mañana, cubro apresuradamente a mi hija, ocultando al mismo tiempo mis pechos.
Tim traga ruidosamente, sigo evitando mirarlo a los ojos, prefiero detener la mirada en su barbilla. Veo cómo la nuez se mueve en su cuello fuerte y bronceado, y yo también trago en seco. Mis pensamientos fluyen en una dirección equivocada…
— Nika, mañana tomas un auto y vas a la tienda, es inaceptable que andes por la casa sin ropa interior, — dice Tim, me atrevo a mirarlo y noto con sorpresa que ya no mira fijamente mis senos, sino examina sus manos con exagerada atención. — O encarga todo lo que necesites en internet.
— Está bien, Timur, — asiento con la cabeza, y me quedo pasmada al tomar conciencia del hecho de que tendré un mañana.
Pero estas no son todas las sorpresas para hoy. Timur va a su habitación, y cuando regresa, veo la unidad del receptor del monitor de bebé en sus manos. Recuerdo que lo puse a mi lado en la mesa de Robby, y cuando me desperté en mi habitación, el receptor ya no estaba.
— Tim, lo siento, — me atrevo a llamarlo, — me dormí por casualidad, prometo que esto no volverá a suceder y que…
— Tú, — Timur me interrumpe a medio decir y me taladra con una mirada pesada, — tú alimentas a mi bebé. Tus responsabilidades incluyen una nutrición reforzada y un sueño adecuado.
Pestañeo sin poder hacer otra cosa, y él se da la vuelta y se va.
***
Timur
Dejar de llamar a las cosas por su nombre no significa que hayan dejado de suceder en mi vida. Y es muy difícil encontrar una palabra normal para describir lo que está sucediendo ahora. En general, una confusión total.
Esto es lo que yo más temía, que en cuanto Nika volviera a mi casa yo comenzaría a comportarme como un niño mocoso, hipnotizado por sus ojos oscuros, sus labios gruesos, que muerde deliberadamente para que yo me vuelva loco.
Hablar sobre lo demás, creo que sería darme más cuerda. Pero cuando se quitó la camiseta, mis vasos sanguíneos estuvieron a punto de reventar. Junto con la bragueta.
Y ella hace como si no notara nada, me quitó a la niña de las manos, se sentó en el suelo y se puso a alimentarla. No sé cómo aguanté, aunque siempre me sentí orgulloso de que podía controlarme. Hubo casos cuando se me sentaban chicas desnudas en las rodillas mientras jugaba al poker, y yo, teniendo dos cincos, faroleaba de tal forma que los otros jugadores abandonaban la partida teniendo tres reyes.
Aquí todo el autocontrol se fue al... bueno, ustedes entienden. Y a Nika todo le es indiferente. ¿O me está provocando intencionalmente? Al principio pensé eso, pero en sueños no es posible fingir. Simplemente no podía mirar como ella dormía en la cocina de Robby, descansando incómodamente sobre las manos dobladas sobre la mesa frente a una taza de té sin beber.