Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 3. El trato.

El trato.

 

Carlos Russo.

 

—Si, pero aun así me acosté con usted, dígame ¿cómo lo voy a ver en la oficina... ¿Dios que hicimos?

 

—Dios mujer ya detente, crees que eres la única que está pensando en cómo nos vamos a tratar en la oficina—.

 

—No parece yo lo veo tranquilo. claro como pude olvidarlo si siempre luce despreocupado ante algún problema—. La miro, me pregunto qué tanto me conoce, y está en lo cierto no me gusta mostrar preocupación ante nadie ni nada. —Aunque por dentro debe estar colapsando ¿no? —Me le acerco y la tomo del hombro, su cuerpo se estremece a tal punto que creo que yo también lo hice.

 

—Ya calla esa boquita Marian, desesperas demasiado, ¿cómo es que me conoces?

 

La sábana blanca que cubría su cuerpo cae al piso al tomar mis manos.

 

—No, me toque—.

 

—Responde que tanto conoces de mí, porque ni mi ex mujer me conocía así.

 

—No lo sé por algo llevo cinco años trabajando con usted, creo que es tiempo suficiente para conocerlo... No trate de distraerme —Dice conectando su mirada con la mía, desvío la mirada de su rostro y la clavo en sus pechos.

 

—No lo hago —Mi voz suena ronca por estar mirando de más y algunos recuerdo se me vienen a la mente.

 

—Tal vez deba renunciar esa sería mejor opción.

 

—No te atrevas, sabes lo difícil que sería conseguir una buena asistente como tú —Parpadea sin creer lo que he dicho. —Se que no te lo hago saber, pero eres la mejor asistente que he tenido.

 

—Y que solución le podemos dar a esta situación —Suelta mis manos al igual que yo suelto su hombro. —Cúbrase por favor—. Dice tapando su rostro.

 

—Si tú lo haces —Digo con media sonrisa.

 

—¡Dios! —Dice recogiendo la sábana con prisa.

 

Empieza a recoger su ropa que está tirada por todos lados.

 

—¿Qué haces?

 

—Tomare una ducha que cree... tal vez así aclare la mente o despierte de este mal sueño.

 

—No sabía que fueron tan malos nuestros encuentros, es más no sabía que era tan mal amante —Su rostro se sonroja por completo.

 

Me ignora y se adentra al cuarto de baño, ni yo mismo sé que hacer, como la veré después de esto o como la trataré, lo único que se me ocurre es recibir su renuncia, pero con que objetivo, además ella donde conseguiría un trabajo como el que tiene, son tantas cosas. —Maldición —Suspiro pesadamente y miro la puerta de baño. —Y todo por una noche de placer —Sonrió y niego.

 

La veo salir del baño ya arreglada, se ve espléndida, aunque ese vestido la hace lucir mucho más curvilínea, porque la ropa que utiliza en la oficina no la hace ver así.

 

—¿Por qué no te viste así para ir a la oficina? —Carajo que dije.

 

—Porque voy a trabajar no a modelar —Sonrió.

 

—¿Ya pensaste en algo? 

 

—No lo único que podría hacer es renuncia...

 

 —¿Qué no? —Grito. —Ya dije que no y no está a discusión.

 

—¡Pero! —Objeta.

 

—Se me acaba de ocurrir algo —La miro.

 

—Lo escucho.

 

—Lo mejor para los dos y para que no renuncies y que yo no pase la odisea de las entrevistas podríamos hacer un trato.

 

—¿Qué clase de trato?

 

—El trato consistirá en fingir que nada de esto paso.

 

—¿Qué?

 

—Es lo mejor Marian, iré a ducharme y en cuanto salga me darás la respuesta, y si tienes otra propuesta yo la escucho.

 

—¡No espere! —Clavo mi mirada en ella. —Hagámoslo —Frunzo el ceño, estamos tratando de solucionar esto y ella propone hacerlo.

 

—¿Qué cosa? —Rueda los ojos.

 

—Su propuesta señor Russo, creo que es mejor que la mía así ninguno sale perjudicado —Mierda y yo pensando otra cosa.

 

—¿En verdad? —Asiente. —Todo seguirá igual como antes de esta noche, nuestro trato será de jefe empleada como lo venimos haciendo desde el día uno, no se hablará de esta noche con nadie, ni siquiera tu mejor amiga.

 

—Descuide esta noche nunca paso señor Russo, espero que todo esto sea igual para usted —Asiento.

 

—Es un trato —Extiendo mi mano.

 

—Es un trato —Toma mi mano y la estrecha. —Con permiso —Dice soltando mi mano.

 

—Espera te llevo.

 

—No es correcto que nos vean juntos, a esto debe aplicar nuestro trato señor Russo, jefe-empleada lo recuerda, nos vemos —Toma su bolso y se calza los zapatos, sin darme una mirada se marcha.

 

Solo espero poder fingir que aquí no paso nada, sería difícil ya que ha sido el mejor sexo de mi vida, ni siquiera con mi exesposa sentí tanto deseo. Sacudo mi cabeza y me meto al cuarto de baño.

 

Me ducho después de veinte minutos salgo, me visto tomo mis llaves y bajo, paro un taxi y voy al bar por mi auto, conduzco al que era mi hogar desde mañana empiezo a buscar un apartamento.

 

Y para esto necesito a mi asistente, yo no podría escoger, soy pésimo para esas cosas. En la noche no puedo dormir pensado en la noche anterior, tendré que fingir bien y respetar el trato.

 

Después de dar vueltas en la cama me quedé dormido...

 

Día siguiente.

 

Me levanto temprano y hago mi rutina mañanera un poco de ejercicio, preparo mi desayuno después de comerlo me retiro a la oficina.

 

Al llegar estaciono el auto en mi lugar y subo por mi elevador personal, al llegar a mi oficina Marian ya está en su puesto.

 

—Buenos días señorita Valenzuela.

 

—Buenos días señor Russo —Me contesta sin apartar su mirada del monitor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.