Cena y ¡Escúchame!
♤ Carlos Russo. ♤
Coloco un dedo en sus labios sintiendo su aliento tibio, siento unas ganas enormes de besar sus labios, sé que no debo, pero algo en mi quiere hacerlo. Miro sus labios provocativos y ella los míos.
—No digas nada —Ella niega, siento el impulso de besarla, nuestros labios se rozan, ella los entreabre así dándome accesibilidad para devorarlos.
—Aquí están los documentos señor Russo —Marian se aparta de mí y yo siento unas ganas enormes de tomar a este imprudente y lanzar lo por la ventana.
—Si dígame donde firmo —digo acomodándome la corbata y poniendo mi mejor sonrisa.
—Aquí y aquí por favor —Dice señalándome donde debo firmar.
Firmo donde me indica, le doy las hojas y él me entrega las llaves del apartamento.
—Son todas suyas, bienvenido a bordo señor Ruso.
—Gracias.
—Me retiro, con permiso, disfruten el apartamento —Asiento, miro a Marian.
—Eh yo también me retiro que pase buenas noche señor.
—Te llevo…
—No usted debe arreglar todo aquí, no se preocupe yo tomo un taxi.
—No, mañana haré los arreglos pertinentes vamos —Camino hacia la puerta, abro y espero por ella.
Caminamos hacia el elevador, después de subir al auto conduzco hacia su casa, pero recuerdo que ninguno de los dos hemos cenado, así que decido desviarme del camino.
—¿Adónde vamos?
—No hemos cenado así que te llevaré a cenar.
—No señor como cree, podrían vernos juntos, usted es casado y se podría mal interpretar la situación —Mierda es cierto.
—Y si pedimos para llevar —suspira.
—No, si tiene tanta hambre por qué mejor no va cenar solo o pide para llevar, pero para usted, debe haber comida en casa, mi hermano cocina muy bien.
—Me estas invitando a cenar en tu casa.
—¿Qué?... no bueno si usted tiene… no me escucho acaso.
—Si escuche, dijiste tengo comida en casa mi hermano cocina bien.
—Si, pero dije que… Dios en serio solo escucha lo que le conviene— Susurra.
—Escuché lo último señorita Valenzuela.
—Pues qué bueno que escucho, lo invito a cenar en casa, pero no sé si mi hermano habrá cocinado, se supone que me tocaba a mí.
—No importa, si me toca esperar aunque sea un sándwich —La verdad es que he sentido el aroma de su comida y huele bien, espero que su sabor sea igual.
—Espero y no se indigeste, su estómago debe ser muy fino.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Nada fue solo un decir —se encoje de hombro.
—¿Segura? —Asiente, regreso al camino y conduzco ahora si hacia su casa.
Al llegar bajo del auto y la ayudo a bajar, saca sus llaves para entrar, dentro todo está oscuro.
—Tal vez tu hermano no está.
—Seguramente le tocó hacer turno hoy o está en alguna practica.
—Ya veo —Entramos a la casa, ella enciende las luces, diviso el lugar es un poco pequeño pero acogedor. —¿A dónde va? —Pregunto al verla salir de mi campo de visión.
—Veré que hay para preparar.
—Debiste aceptar mi invitación al restaurante o al menos dejar que pidiéramos para llevar.
—Gracias, pero tengo dos manos muy sanas, las cuales puedo utilizar para preparar lo que voy a comer.
—Solo quería facilitarte las cosas.
—¿Por qué?
—Porque me place —Respondo sin pensar.
—Bueno —Dice y empieza a sacar cosas de la alacena. —Le gusta los espaguetis.
—Sí, como de todo.
—Genial.
—Puedo ayudarte si quieres.
—Está bien —Recuerdo que una vez le propuse a Melissa cocinar los dos juntos y ella dijo que ella no se iba ensuciar las manos, que yo podría costear una cena, como la amaba decidí ir a cenar fuera de casa.
Marian se movía de un lado a otro mientras yo picaba los guiso que se iba a utilizar.
—Yo preparo la salsa.
—Seguro, no quiero ser yo la intoxicada.
—Como crees soy muy bueno en la cocina, es más creo que soy mejor que un chef.
—Yo juzgaré señor Russo.
—Te chuparas los dedos señorita insolente —Abre la boca para refutar. —Es mejor que no habrá esa boca.
—Creo que le hare caso, luego veremos qué tan buen chef es usted.
—De lo mejor —Sonrió y ella frunce el ceño.
Seguimos en la preparación de la pasta, luego de media hora ya está todo listo para sentarnos y comer, abro la silla para ella y luego tomo asiento.
—Bien probemos que tal nos quedó todo —Digo mirándola.
—Si, pero antes déjeme pedir por mi estómago —Levanto una ceja. —Diosito gracias por los alimentos que nos has ofrecido, te pido que no me dé una intoxicación y que mi estómago soporte tantos condimentos, que no me de diarrea para así poder cumplir con mi trabajo amén —Resoplo indignado.
—Yo también pido lo mismo amén — Llevamos el tenedor al plato, primero dejo que ella lo lleve a la boca y la observó, un pequeño jadeo se le escucha.
—Wao eso esta delicioso señor Russo —Me sonríe, mientras yo aprieto las piernas, ¿por que tuvo que gemir así? Acaso quiere provocarme, vamos Carlos cuando has sido tan calenturiento.
—Te lo dije —Mi voz sale rasposa.
Empiezo a comer, pienso en otra cosa para calmar mi entrepierna, después de unos minutos, la puerta es abierta.