Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 8. Un almuerzo inesperado.

Marian.

 

Odio, enojo, confusión fue lo que sentí al escuchar a la esposa del señor Carlos, acusarme a mí de ser su amante, no lo soy ni lo seria nunca, no quiero ser la segunda opción de nadie.

 

Después que el señor Russo, me mandara a su oficina suspiré para tranquilizarme, tengo que sacarlo de mi mente y olvidar todo lo que pasamos esa noche, si no hubiera sido por culpa de esos tragos jamás me hubiese acostado con él, además ni siquiera sabía qué iba estar ahí.

 

Tonta Marian, solo a ti se te ocurre acostarte con tu jefe, me decía una y otra vez. Cuando él pidió disculpa la verdad no sabía porque me había quedado en blanco hasta que ate cabos, de él no quería disculpa si no de ella, cómo se atrevía hacerme escándalos.

 

Gracias al cielo el señor tuvo muy ocupado durante días así que lo veía al mínimo y eso era reconfortante para mí.

 

Desde el día del escándalo preferí poner un punto y final a lo que sucedió entre el señor Russo y yo, eso fue de una noche nada más, tampoco es que me gusté, el hombre se mueve bien y tiene un olor delicioso, pero ya nada más de ahí ¿no?

 

Hoy regreso contento tal vez recibió buenas noticias o tal vez limo asperezas con su esposa y no está mal, creo que lo mejor fue renunciar, otro escándalo más de esa señora y me va conocer la doña.

 

—Ya basta Marian no te rebajes —enciendo el ordenador y continuo con mi trabajo.

 

—Marian puedo hablar contigo —doy un respingo al escucharlo levando la vista topándome con su mirada penetrante.

 

—¿Hablar sobre que señor? —Mi corazón late desenfrenado y mis manos sudan.

 

—Lo que pasa es que hoy…

 

—Disculpe tengo que atender —el bendito teléfono sonó interrumpiendo la conversación.

 

—Adelante.

 

—Buenas tardes Industrias Russo.

 

—Señorita Valenzuela que gusto escuchar su voz —Sonrió.

 

—Señor Ballakit, el gusto es mío —escucho un carraspeo al frente.

 

—Tomare la llamada en mi oficina —dice serio, a este que mosco le pico.

 

—Ya se la paso —gira sobre sus talones y se va a su oficina, me encojo de hombros y sigo con lo mío.

 

Espere a que él saliera y me dijera que era lo que me iba decir, pero no lo hizo y no era que yo le iba preguntar, pero si me dejo con la quisquilla de que era lo que me iba decir.

 

En la tarde salgo del edificio directo al colegio de mi hermano ya que hoy tiene un juego importante…

 

                                **********************

 

—Marian y tu jefe no ha venido más o no lo has invitado

 

—No lo he invitado y no lo haré, come que necesitas recuperar energías

 

—Me cae bien

 

—Sí, hablamos de otra cosa quieres

 

—Está bien no entiendo porque, pero bueno parece ser buen tipo

 

—Y lo es —lo miro y le sonrió. —cómo vas en el colegio —cambio de tema no deseo hablar de Carlos Russo más.

 

—Bien en una semana entregan boleta y…

 

Seguimos platicando, después cada quien se fue a su habitación al día siguiente fui temprano a la oficina arreglé la oficina del señor Russo, estaba muy animada limpiando su escritorio cuando de pronto la puerta se abrió.

 

—Buenos días Marian

 

—Bu.. bue.. buenos días señor Russo —Muerdo mis labios nerviosa.

 

—No hagas eso —lo miro sin entender. —no muerdas tus labios.

 

—Yo… yo no… —me quedo en blanco ante su mirada.

 

—Revisemos la agenda

 

—¡He si! Déjeme terminar aquí y voy por…

 

—Está bien no te preocupes —Asiento, no sé porque cada día me parece más atractivo, deseo olvidar su aroma, pero es imposible si cada día lo siento más intenso.

 

Debería preguntarle que era eso que me iba decir, pero no quiero ser entrometida. Termino de ordenar todo, salgo de la oficina y busco la agenda.

 

—¿Qué tenemos para hoy?

 

—tTene un almuerzo con la señora Arrieta —hace una mueca.

 

—¿Podrías acompañarme? —lo miro.

 

—Yo… yo —parpadeo, si pudiera pellizcarme lo haría.

 

—Por favor Marian, por favor —me mira con una cara de perro abandonado, dios porque me mira así.

 

—Yo no creo que sea…

 

—Por favor Marian, yo la verdad no entiendo a esa señora —suspiró.

 

—De acuerdo señor iré con usted —se levanta de su silla y me abraza correspondo su abrazo.

 

Cierro mis ojos y disfruto de su cercanía y su calor, reacciono y me separo de él, siento mi rostro arder de la vergüenza.

 

—Gracias no sabes de la que me has salvado esa señora habla y habla —sonrió al igual que él sonríe, tiene una sonrisa perfecta y deslumbrante. —¡Ah! corre todos mis pendientes para nuevo aviso tendré que salir de viaje, tal vez vuelva en una semana o mucho antes no sé —dice tomando una actitud seria y acomodando su corbata.

 

—De acuerdo señor algo más.

 

—No por ahora, salimos en dos horas —Asiento y regreso a mi puesto, me da tristeza no verlo todas las mañanas ¡ay! pero que digo.

 

—Suficiente Marian, que te pasa debes olvidarlo recuerda que es un hombre casado, aunque aquella noche dijo “exesposa” fueron sus palabras —suelto otro largo suspiro, será que si se dejó con ella por eso me culpa a mí de ser su amante.

 

Pero yo que tengo que ver, solo fue una noche y ya, no es que haya estado con el más antes porque decirme a mi resbalosa rompe hogares.

 

Flashback.

 

—Dónde está Carlos —Grito apenas salió del ascensor. —Tú eres la maldita regalada que se metió entre Carlos y yo ¿verdad?, ¿sabes lo que has hecho? destruiste un hogar, una familia sólida. Crees que porque no tienes eso puedes venir a destrozar los que si las tenemos.




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