Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 9. Síntomas.

 

Marian.

 

—Sí, fue inesperado... pero me sentí muy a gusto y no solo eso, al fin puede sentir lo que es tener una mujer a mi lado acompañándome —sus ojos me escanean mientras yo me encuentro petrificada. —No tengo palabras para agradecerte Marian —lleva su mano a mi mejilla y la acaricia, cierro mis ojos ante su contacto, el leve rose me hace rememorar algunas escenas de esa noche, como sus manos acariciaban mi cuerpo.

 

Me obligó a mirarlo repaso cada una de sus facciones, su rostro cincelado, sus ojos como dos océanos me miran, siento que con solo mirarlo me quema la piel.

 

—Señor Russo…

 

—Shhh no digas nada Marian déjame rememorar algunos eventos —me quedo quieta, sé empieza acercar con lentitud, quiero gritarle que se detenga, pero deseo probar sus labios nuevamente.

 

Estoy en una contradicción conmigo misma, una parte de mi quiere abalanzarse sobre él, abrazarlo y besarlo hasta que nuestros labios queden hinchados, pero esta la otra parte que quiere mantener la distancia con él. Su rostro se acerca al mío, su frente reposa sobre la mía, su aliento choca contra mi rostro, sus labios rozan los míos, un pequeño jadeo se escapa de mis labios, sus suaves y esponjosos labios chocan con los míos logrando estremecerme, lo tomo del abrigo y profundizó ese beso tan anhelado.

 

Nuestros labios se mueven al compás uno sobre el otro, una sensación extraña invade mi cuerpo, el calor de su cuerpo me trae remembranzas de esa noche, su cuerpo me pega al metal frio de la caja metálica, enredo mis dedos en su cabello.

 

–Te deseo Marian —jadea sobre mis labios, al igual que yo lo hago al sentir la intromisión invasiva de su lengua repasando cada rincón de mi boca, saboreo sus labios con necesidad.

 

—Tiene esposa lo recuerdas —me dice esa parte que me quiere mantener alejada de él.

 

Lo empujó para apartarlo de mí, me he mantenido alejada y reprimiendo mi sentir después de aquello y respetando su matrimonio, no quiero ser la intrusa o la roba marido rompe hogares, eso no lo quiero en mi vida y no lo seré por más atractivo que sea el señor Russo, se valorarme como para terminar siendo la amante de alguien. Por más que desee repetir esa noche una y otra vez no quiero, y estar cerca de él me hace daño.

 

—No podemos, esto esta mal —digo al separarnos.

 

—¿Por qué está mal?

 

—Usted, !Dios es casado! Como pude…

 

El remordimiento me ataca después de saborear y disfrutar sus labios, su beso, su cercanía, su aroma o sea todo él.

 

—No estoy ca…

 

Para mi salvación las puertas se abren, salgo del elevador, pero mi mano es sujetada por él.

 

—Marian, espera yo no estoy…

 

—Por favor señor Russo, no quiero ser su amante si eso es lo que busca, será mejor que lo haga en otro lado no conmigo —siento una opresión en mi pecho y el nudo se me va formando en la garganta.

 

—No estoy buscando amante y no serás mi amante Marian

 

—Y que seré dígame

 

—Serás…

 

—Carlos, que bueno que llegas, tengo los documentos que necesitas para los socios Brasileños —giro mi rostro hacia el señor Salbather, suelto mi mano y voy a mi puesto.

 

—Tonta Marian, como pudiste caer tan bajo, es un hombre casado —me regaño mentalmente, toco mis labios y sonrió, es el mejor beso que me han dado en mi vida, sacudo mi cabeza.

 

—Ya basta Marian ponte a trabajar, no viniste aquí a bajarle el marido a nadie, él ya tiene dueña —enciendo el ordenador y empiezo a trabajar, esto es lo único que me mantiene con la mente ocupada.

 

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—Señor Russo necesita algo más.

 

—No Marian, gracias.

 

—Nos vemos.

 

—Podrías venir un poco más temprano mañana, necesito las copias de los documentos que te di a guardar.

 

—Puedo buscarlo ya.

 

—Ya vas de salida, descuida podrás hacerlo mañana —Asiento y salgo de su oficina.

 

—Creo que él lo disimula mejor que tú o solo te utiliza  —me dice esa vocecita nuevamente.

 

El corazón me late tan rápido que creo que se me va salir del pecho, prefiero olvidar todo… de camino hacia la parada de autobús paso por un restaurant el olor hace que se me agüe la boca, no me aguanto y entro. Hay tanta variedad de platillos que todos se me antojan, pero son tan cariñosos que solo puedo elegir uno.

 

Pido el que más se me antoja, pago y espero por mi pedido, después de recibirlo parto a mi hogar.

 

Día siguiente.

 

—¡Ay dios voy tarde! no debí quedarme contigo viendo esa serie.

 

—Por dios Marian es temprano no seas dramática van a ser ¡Ay carajo! tengo reunión de equipo dentro de quince minutos, no debimos ver esos seis episodios de más.

 

—Hey que es ese vocabulario jovencito —lo regaño.

 

—Disculpa ya me voy —come el desayuno a prisa.

 

—Ten para que tomes un taxi.

 

—Gracias te amo

 

—Yo igual te amo cuídate.

 

—Igual —grita saliendo de casa.

 

Tomo mis cosas y salgo de casa, tomo un taxi al trabajo, al llegar subo al elevador, pongo mis cosas en el escritorio y voy al oficina del señor Russo.

 

—Buenos días señor Russo disculpe la… se encuentra bien —esta pálido y se tapa la boca.

 

—Llévate esto de aquí por favor —Miro su escritorio, un desayuno delicioso reposa en su escritorio.

 

—¿Está seguro se ve deliciosos?

 

—Llevártelo maldición —se levanta de la silla y corre al baño, lo sigo, pero me detengo, no vaya ser que este malo del estomago y este haciendo la del tres.




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