Las Consecuencias de esa Noche

Capítulo 11. ¿Qué voy hacer?

¿Qué voy hacer?

 

Carlos Russo.

 

—No voy a descansar hasta que te des cuenta que yo soy la única mujer que vas a amar, no te voy a dejar en paz hasta recuperarte y recuperar tu amor Carlos Russo, no te voy a dejar en paz, nosotros debemos estar juntos —pone cara de sufrida.

 

—Ay Melissa, antes podías manipularme con tu cara de borrego fusilado, pero ya no, sabes debiste valorar el amor que te di, debiste darle valor a nuestra relación, es más a todo lo que di por ti, pero no lo hiciste, así que no vengas a decir que quieres recuperar un amor cuando tu misma preferiste no luchar y tomar un camino diferente al mío.

 

—¡Carlos! Yo te amo, dame otra oportunidad por ese amor tan bonito que teníamos.

 

—Ya basta Melissa, deja de hacer el ridículo quieres, vete.

 

—Te voy a recuperar Carlos, vas a ver tú y yo volveremos a estar juntos como antes, ninguna resbalosa se interpondrá entre nosotros —da unos paso para marcharse, me levanto y me dirijo a ella.

 

—Resbalosa por dios Melissa, él que te escucha cree que yo soy el infiel cuando en verdad fuiste tú, ve tranquila mientras tú no hagas una estupidez tú reputación está intacta —me vuelvo a sentar.

 

—Me estás amenazado —regresa hacia mí.

 

—No, eres libre de tomarlo como quieras.

 

—Estas irreconocible Carlos, dónde está el hombre del que me enamoré perdidamente.

 

—Ese hombre abrió los ojos y se dio cuenta de la clase de mujer que tenía como esposa, tarde, pero lo hizo, igual sigo siendo el mismo.

 

—Pero menos pendejo y manipulable —agrega Harry levantando la copa de vino.

 

—Ustedes también lo apoyan, pensé que eran mis amigos.

 

—Te equivocas Melissa, nosotros somos amigos de Carlos, desde el vientre de nuestras madres —le responde Erick.

 

—Ustedes son unos traidores.

 

—No mas que tú, mira que ponerle los cuernos al pobre de Carlitos cuando lo único que él hacia era desvivirse por ti, eso si es traición —contrataca Jefferson, ella los mira y por último a mí.

 

—Se van arrepentir y me van a pedir perdón de rodilla —Camina apresurada alejándose de nosotros.

 

—Como siempre quiere tener la última palabra, me alegra que te hayas divorciado de ella, la verdad nunca la trague por engreída —comenta Harry.

 

—Ya olvidemos ese tema Melissa, es historia en mi vida.

 

—Esta noche vamos a ver piernas lindas y disfrutar sin compromiso —propone Jefferson.

 

—Paso —digo firme.

 

—Vamos hombre tienes que disfrutar tu soltería.

 

—Gracias Harry, pero no, solo iré a compartir unos tragos y ya.

 

—Bueno y como sigues ya te sientes mejor.

 

—Si creo.

 

—Vi a tu asistente en la clínica.

 

—¿A Marian a que hora?

 

—Serian a las 5:45, al parecer estaba esperando que la atendieran.

 

—Diablos le dije que me dijera si se sentía mal —tomo mi móvil.

 

—¿Qué vas hacer? —Pregunta Erick.

 

—A llamarla que tal si necesita algo.

 

—Tranquilo hombre, tal vez era solo consulta de rutina —dice Jefferson.

 

—¿Por qué te preocupas por ella es solo tu asistente? —dice Harry. 

 

—En eso te equivocas —comenta Erick como toda vieja chismosa.

 

—¿Cómo?

 

Marian Valenzuela.

 

Estos malestares ya me tienen de malas, no creo que sea la comida, algo me esta pasando y hoy lo averiguo porque lo averiguo. Hace una semana me han empezado unas náuseas que no las soporto, por suerte no termino de cabeza en el retrete. También he tenido cambios en mi humor, de repente estoy feliz y de pronto quiero llorar o golpear a alguien, trato de manejarlo frente a mí hermano no quiero que se preocupe, ya bastante tiene con sus finales de curso.

 

—¡Marian nena por qué no contestas mis llamadas! —y cuando digo que quiero golpear a alguien aparece este individuo a fastidiarme más mi día.

 

—Esto ya es acoso Ramírez —tiene más de dos días esperándome a la entrada o salida.

 

—¿Ahora soy Ramírez?

 

—¿Y como pretendes que te llame?, gran mentiroso patán.

 

—Marian, por favor me encantas y deseo estar contigo.

 

—No me fastidies la vida quieres, déjame en paz.

 

—Señorita Valenzuela todo bien.

 

—Si señor Salbather.

 

—Hoy llega Carlos, sabes que hacer —mi corazón da un vuelco al saber que hoy al fin lo veré.

 

—Si señor con permiso —Camino hacia el elevador personal, marco la clave y subo al último piso.

 

Ya en el piso acomodo mis cosas y luego arreglo la oficina de mi jefe, lo dejo todo limpio y ordenado, me fijo que tenga todo a mano, al terminar voy a mi puesto de trabajo agendar algunas reuniones a la que debe asistir en la semana.

 

Tomo el teléfono y marco a la clínica para ver si puedo pasar después que salgo, en verdad necesito saber que sucede conmigo será que estoy anímica, aunque me he alimentado bien, no creo que sea eso pero igual hay que descartar.

 

—Buenos días es para agendar una cita para las seis de la tarde —le digo a mi interlocutor.

 

—Buenos días a nombre de quien.

 

—De Marian Valenzuela.

 

—Doctor en específico.

 

—No, puede ponerla con quien desee por favor.

 

—De acuerdo espere un momento… su cita esta programada para las 6:15 pm con la doctora Elizabeth.

 

—Muchas gracias joven, muy amable —cuelgo la llamada y continuo agendando más trabajo…




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