Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 12. Es un hombre casado.

Es un hombre casado.

 

Marian.

 

—Ya tengo los resultados —que no sea un embarazo, el señor Carlos es casado, no puedo dañar su familia. —Los resultados dieron a un positivo embarazo, felicidades —Miro fijamente a la doctora, abro la boca, pero me es imposible articular algo, la vuelvo a cerrar y luego abrir, pero nada. —Estas bien —Niego y asiento.

 

—Yo embarazada —llevo mis manos a mi vientre y sonrió. —¿embarazada, no estarán equivocados los resultados? —pregunto aún en negación.

 

—No Marian, los resultados están bien, te voy a referir a una ginecóloga, es amiga así que estarás en buenas manos, te parece —asiento.

 

 —Sí, gracias, se lo agradezco mucho.

 

—No hay de que —mi mente vuela a ese momento donde me entregue al señor Russo, un calor se instala en mis mejillas.

 

Será que debo decirle, él merece saber si, es el padre, pero es un hombre casado, con que cara voy a decirle que estoy esperando un hijo suyo, tal vez ni quiera hijos, Dios no quiero repetir la historia de mi madre, jure en su tumba que jamás me metería con un hombre casado y mírame aquí estoy embarazada de uno, no quiero eso para mi vida y menos para la vida de mi hijo, él o ella no merece una vida así, si voy a darle un padre que sea veinticuatro siete, no uno de unas horas, además no quiero que sea como mi hermano y yo que solo estuvimos un padre que nos engendro y luego se marchó tras su esposa, solo jugó con los sentimientos de mi madre y se fue dejándola sola.

 

—Puedes agendar la cita hoy mismo, pasas a recepción.

 

—Gracias, muy amable doctora Elizabeth —salgo del consultorio y paso a recepción, después de agendar la cita tomo un taxi directo a casa.

 

Saco mi móvil tengo cuatro llamadas del señor Russo, seguramente el señor Harry, le dijo que me vio en la clínica. El móvil vuelve a vibrar deslizó para tomar la llamada.

 

—Señor Russo le paso algo, necesita algo.

 

—Estoy llegando a la clínica, ¿Dónde estas? —Su voz muestra preocupación esta preocupado por mí.

 

—Estoy llegando a mi hogar… ¿Por qué va para la clínica le sucedió algo? —mi corazón se acelera.

 

—No, ¿estas bien por qué fuiste a la clínica? Si te sentías mal debiste avisarme Marian.

 

—Yo solo quería saber que tenía.

 

—¿Y que tienes?

 

—Nada, podría hablar mañana a primera hora con usted, necesito decirle algo importante.

 

—Sabes que si Marian, segura que estás llegando a tu casa me preocupe mucho cuando no contestaste la llamada.

 

—Estoy bien señor no se preocupe.

 

—Como no me voy a preocupar Marian.

 

—Es muy lindo de su parte señor, pero no debió, creo que ningún jefe se preocupa por sus empleados como usted lo hace.

 

—Eres especial para mi Marian —mi corazón da un brinco.

 

—¿Cómo?

 

—Si, bueno tu siempre estas para mi y siempre cuento contigo para todo.

 

—Sí, tiene razón acabo de llegar a casa, será mejor hablar mañana que descanse señor Russo, no debió abandonar a sus amigos por mí.

 

—No importa, tampoco es que este en mi cien por ciento, necesito descansar.

 

—Que descanse señor.

 

—Igual tú, hablamos mañana —cuelgo la llamada y una sonrisa se dibuja en mi rostro.

 

Después de tomar una ducha me miro al espejo llevo una mano a mi vientre y lo acaricio.

 

—Mañana le diré a tu padre de tu existencia, solo espero que él si quiera formar parte de tú vida mi amor —me coloco un pijama y me meto bajo las sábanas …

 

—Buenos días, hoy amaneciste muy entusiasmada —dice Lucas.

 

—Estas alucinando estoy igual que ayer y hace dos días atrás.

 

—Segura, yo te veo mucho mas feliz que ayer.

 

—Si lo estoy un poco más, ya ven siéntate a comer.

 

—Bien, y a que se debe tu felicidad.

 

—A nada —le sonrió.

 

Después de desayunar nos despedimos…

 

Al bajar del autobús camino la cuadra que me hace falta para llegar al edificio.

 

—Marian, ese es tu nombre ¿verdad? —Miro a la mujer, juro que si me hace otro escándalo me quito los guante y la abofeteo. —Tú disculpa es que nunca le preste atención a los trabajadores de mi esposo.

 

—Señora Melissa, buenos días descuide —le sonrió.

 

—Si que son buenos, quería hablar contigo.

 

—¿Conmigo?

 

—Si, que te parece si te invito a una taza de café.

 

—Se lo agradezco, pero debo entrar a mi puesto de trabajo.

 

—Voy hablar con Carlos, esta abusando de su poder.

 

—Descuide unas horas extras no caen mal, sí me disculpa yo…

 

—Espera —Toma mi antebrazo. —solo será por unos minutos.

 

—Lo lamento señora Russo, no quiero ser grosera, pero debo ingresar al edificio.

 

—Descuida linda, solo quería pedirte disculpa por el escándalo de aquella vez, Carlos y yo estábamos pasando por una situación y pensé que él tenia una amante y eras tú, si se que es tonto ya que Carlos no se fijaría en una mujer como tú —las cejas se me arquean, y mi pecho se comprime, no sé por qué, bueno si se porque. —No te ofendas es que Carlos solo tiene ojos para mí, en fin, ya hemos hablado de nuestras inquietudes y nos hemos reconciliado, entendí que él solo me ama a mí  y que su segundo amor es su empresa y desea hacerla crecer mucho más, ahora somos mucho más felices que antes.




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