Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 13. Renuncia.

 

Renuncia.

 

Marian.

 

—Es hora de acabar con esto no puedo seguir así —toco la puerta.

 

—Adelante —escucho su voz desde dentro, mi corazón da un salto al escucharlo.

 

—¡Estúpido corazón!, él no es para nosotras.

 

—Buenos días señor.

 

—Buenos días Marian toma asiento por favor.

 

—Estoy bien así —me observa de arriba abajo, me siento tan pequeña bajo su atenta mirada.

 

—¿Segura?, te ves pálida, estuviste llorando —su ceño se frunce, se levanta del asiento y se acerca. —Marian dime que te paso que te hicieron.

 

—Estoy bien señor, solo vine a decirle que ya no voy seguir trabajando con usted.

 

—¿Qué, por qué?

 

—Es lo mejor señor yo no puedo seguir viéndolo más.

 

—Como que no puedes seguir viéndome, habíamos quedados en que…

 

—Se en lo que quedamos señor, se nuestros trato, pero no puedo solo fingir que nada sucedió esa noche, simplemente no puedo —y más si ahora hay consecuencias que nos unen de por vida.

 

—No puedes hacerme esto Marian por favor debe haber algo más.

 

—No hay nada mas señor, no me siento cómoda.

 

—¿En que dime, en que no te sientes cómoda?

 

—En todo señor, no puedo seguir fingiendo que nada paso aquella noche, no sé si a usted le funciona pero a mí , y lo mejor es que presente mi renuncia a seguir fingiendo algo que no puedo.

 

—Se que no es fácil, pero podemos seguir adelante, pronto se solucionara todo —la última oración la susurra.

 

—No es fácil señor Russo, yo lo ayudare a conseguir una nueva asistente y la guiare para que sea tan eficiente como yo —me duele dejar este trabajo amo lo que hago, pero no puedo seguir aquí, sé que debo decir la verdad, pero no ahora no estoy preparada.

 

—Por favor Marian —su mirada me hace sentir culpable de todo por ocultarle a lo que verdaderamente venía. —¿Estas enferma? por eso quieres renunciar, ¡dime que tienes!,  dime que fue lo que te dijeron.

 

—No me dijeron nada, estoy bien —agacho la mirada siento que me quema su mirada.

 

Camina hacia mí, me toma de la barbilla y hace que lo mire.

 

—Dime Marian, debe haber una razón para que tomes esta decisión tan precipitada.

 

—No es una decisión precipitada señor, es lo que debí hacer desde ese día, nunca debió pasar nada esa noche.

 

—¿Te arrepientes de eso? —Niego.

 

—No, fue la noche más increíble de mi vida pero usted…

 

Sus labios se estrellan contra los míos, sus manos se enredan en mi cintura y me pagan a la dureza de su cuerpo, un gemido se me escapa y mis manos van a parar a su cuello atrayéndolo aun más a mí, necesito sentirlo como aquella noche. Poco a poco la intensidad del beso va bajando hasta separar nuestros labios, pero aun así nuestras frentes permanecen pegadas.

 

—Dame una razón para recibir tu renuncia, y yo te daré una para que te quedes aquí conmigo —abro mis ojos al escuchar sus palabras, trato de separarme de él más no me deja. —No te dejaré ir Marian, hasta que me des una razón para dejarte ir.

 

—No tiene que haber una razón señor, es mi decisión y usted debe respetarla —quise sonar firme, pero mi voz salió quebrada. —por favor señor Russo —me suelto de su agarre y salgo de la oficina.

 

—Marian escucha…

 

—Es una decisión tomada —voy a mi escritorio y tomo asiento.

 

Algunas lágrimas se me escapan tengo miles de sensaciones en mi pecho, en mi estómago y en mi cabeza, no sé si es remordimiento por haber seguido su beso aún sabiendo que es un hombre casado o tal vez sea por no decirle que pronto será padre. Debo reunir valor para enfrentarlo, lo sé, pero en este momento no puedo…

 

Carlos Russo.

 

Después que Erik le contará a los demás que estoy posiblemente interesado en mí asistente ellos me miran expectantes a que diga algo, más no digo nada y marco el número de Marian. No tengo porqué dar explicaciones de mi vida.

 

—¿Eso es verdad Carlos? —pregunta Jefferson, los miro a ambos.

 

—No tengo porqué responder o ¿si?

 

—Somos tus amigos —interviene nuevamente Jefferson.

 

—Así es, pero no tengo porqué contarle cada cosa que hago y mucho menos todo de mi vida a los tres.

 

—No, nos vas a contar todo solo ciertos detalles —contesta Erick.

 

—Carlos acabas de salir de una relación, no creo que sea prudente que te metas en otra, o solo quieres utilizar a tu asistente —intercede Harry.

 

—No la estoy utilizando, desde hace cuatro meses sabía que mi relación con Melissa estaba muerta, pero yo de necio pensé que podía arreglar todo como siempre había hecho, pero me canse de luchar por algo que ya estaba muerto y que no tiene vuelta atrás —Vuelvo a marcar el número, pero nadie contesta. —debo irme —aviso antes de terminar mi copa.

 

—¿A donde vas?

 

—A la clínica tal vez le paso algo, después podemos tomarnos los tragos —dejo unos cuantos billetes y salgo del establecimiento.

 

El ballet me trae mi auto, le doy su propina y conduzco hasta la clínica cuarenta minutos después llego a la clínica tomo el móvil y le parco nuevamente. Al segundo repique escucho su hermosa voz.

 

Con un nudo en la garganta le preguntó donde está, con voz apacible me responde que está llegando a su casa lo que me llena de alivio, eso significa que esta bien. Escuchar que mañana desea hablar conmigo me hace volar, yo también deseo decirle un millón de cosas.

 

Voy al apartamento imaginando un millón de cosas…




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