Las Consecuencias de esa Noche.

Capítulo 18. ¡Es mío!, Estoy divorciado.

☆ Carlos Russo ☆

 

—Yo… yo… estoy embarazada…

 

La miro detenidamente, mí mirada está fija en ella, no parpadeo, no digo nada, hasta creo que he dejado de respirar, mi corazón late acelerado.

 

—Marian yo… —balbuceo porque la verdad no sé qué decirle estoy en blanco, será del maldito de Ramírez o mío. —no se que decirte Marian yo…

 

Su rostro muestra angustia, felicidad, mientras que el mío debe ser un cóctel de expresiones.

 

—No tienes que decir nada, tampoco quiero causarte problemas, no busco que te quedes a nuestro lado, tampoco una posición debido a tu estatus, sé que tienes tu vida, solo quería que supiera de la existencia del bebé, claro que no pensaba decírtelo hoy o mañana, lo haría algún día, pero ya que estas aquí quise aprovechar el momento a solas y sin interrupciones —llevo mis manos a la cabeza, la paso una y otra vez por mi rostro, estoy intentando procesar esta noticia.

 

Jamás pensé que algo como esto sería el motivo de su renuncia, no es un algo es un bebé, un hijo.

 

—Eso quiere decir que es mío —llevo mis manos a la boca intentando procesar todo, me levanto y voy a su lado, me acuclillo frente a ella quedando a su altura. —¡es mío! —exclamo impresionado y con el corazón rebosando de alegría, emociones y un sinfín de sentimientos tengo en este momento. —¡es mío Marian, el bebé es mío! —mi corazón late desbocado que siento que en cualquier momento se me saldrá del pecho.

 

—Si, es tuyo, pero no por ello quiero te sientas atado a nosotros, podrás verlo y compartir con él cuando quieras no te lo impediré.

 

—Y tú que Marian, no quieres compartir conmigo —Sonríe.

 

—No seré tú segunda opción Carlos, no voy a ser plato de segunda mesa de nadie, no seré tu amante —Niego.

 

—Entiendo, pero cuando escuches lo que debo decirte tal vez cambies de opinión, no es así —acaricio su rostro. —dime ¿por qué no me lo dijiste?

 

—Porque no sabía cómo hacerlo Carlos, juro que te lo iba decir aquella vez que te dije que teníamos que hablar.

 

—¿Y que te hizo cambiar de parecer? —estoy seguro que algo la hizo cambiar de parecer, se escuchaba muy decidida ese día.

 

—¿Por qué esa misma mañana vi a tu esposa y ella me dijo que estaban planeando tener un hijo?, por eso no te dije nada ese día —aprieto mi mano.

 

—Fue eso —asiente. —¿dónde la viste? —Pregunto con el enojo bullendo desde mis entrañas.

 

—En la esquina de la empresa —rasco mi cabeza para calmar mi ira.

 

—¿Y le creíste?

 

—Como no le voy a creer Carlos, es tu esposa por dios yo solo fui la…

 

Estrelló mis labios con los de ella, tomo su rostro y profundizó el beso, la beso de manera feroz, muerdo su labio sacándole un gemido, introduzco mi lengua en su cavidad bucal, recorro cada centímetro de su boca, sus brazos rodean mi cuello así pegándome a su cuerpo, me separo por falta de oxígeno, pego mi frente a la suya, reparto besos sobre sus labios. Acuno su rostro y la miro.

 

—¿Por eso ibas a renunciar? —asiente. —pero puedes seguir trabajando, el embarazo no es impedimento y lo sabes.

 

—Lo sé, pero lo iba mantener secreto por un tiempo.

 

—¡Secreto! Pensé que tu renuncia se debía a otra cosa que estabas enferma o que te ibas con tu hermano o el viejo Ballakit te había ofrecido algo mejor que ser mi asistente —Sonríe.

 

—No hay mejor trabajo que ser tú asistente.

 

—¿Ya no renunciaras verdad?

 

—No lo sé, cómo voy a mirar a tu esposa sabiendo que en mi vientre llevo un hijo de su esposo —empiezo a reír.

 

—Vine aquí con un propósito Marian, y uno de ellos ya fue aclarado ahora nos falta aclarar un pequeño detalle.

 

—¿De que hablas?

 

Estoy divorciado, soy un hombre libre Marian —me mira fijamente, meto mi mano en el bolsillo del saco y le entrego el papel. —dije que te iba hablar con pruebas y esta es mi prueba, soy un hombre libre —le doy un beso fugaz.

 

—Es cierto esto, ¿no es un papel falso verdad? —niego.

 

—Este juez no se prestaría para algo cómo esto Marian.

 

—Tú… pero porque —dice mirándome aún con incredulidad.

 

—Eso no importa Marian, lo único que me importa eres tú y mi hijo —deposito varios beso en sus labios.

 

—Entonces tú y ella no estaban planeando tener hijos—niego. —Maldita bruja me vio la cara de estúpida —dice apretándome el cuello.

 

—Tranquila yo me encargare de ella —ahora más que nunca debo mantenerla alejada de Marian, si fue capaz de mentirle al juez inventando un embarazo, no quiero imaginar que podría hacerle a Marian.

 

Qué ni se atreva a tocarle un solo cabello porque la mando directo a la calle, y hasta podría darle un boleto gratis al manicomio por loca.

 

—¿Qué te ha dicho la doctora Elizabeth? —frunce el ceño.

 

—¿Cómo sabes que mi doctora se llama Elizabeth?

 

—Por Harry.

 

 —Igual estas mal informado, mi obstetra se llama Yordin.

 

—Es un hombre.

 

—Sí, y muy joven, creo que debe tener mi edad.

 

—No me interesa, tú ya eres mía.

 

—Disculpa —dice soltándome.

 

—Si Marian Valenzuela, eres mía, solo mía.

 

—No estoy para esto, debo acudir a mi cita con el obstetra.

 

—Iré contigo no pienso perderme de nada.

 

—Estas en todo tu derecho —dice tomando su bolso.

 

—Aún no me puedo creer que voy a ser padre, siento que mi corazón se me saldrá del pecho en cualquier momento —respiro profundo para calmar mi agitado corazón.




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