Carlos.
—¿Qué dices? —tomo sus manos. —Te vas conmigo o me vengo para acá, no bromeo, Marian —sonríe.
—Sí —dice.
—¡Sí! —exclamo, no espero más, la abrazo y beso. —Vamos por tus cosas —asiente.
Entramos a su casa y empezamos a empacar todas sus cosas lo más esencial, ya luego mandaría por lo demás. Al terminar subimos al auto y nos dirigimos a mi apartamento.
Elena está encantada de tener a Marian en casa, luego de acomodar sus cosas nos sentamos a cenar, estoy emocionado de tenerla conmigo y no solo eso, sino que podre estar al pendiente de todo en su embarazo.
—¿Dormiremos juntos verdad? —pregunta y su rostro se torna rojo.
Me paro detrás de ella y la abrazo, acaricio su vientre y depósito un beso en su cuello, que la hace estremecer.
—No pensaras dejarme solo esta noche, llevamos más de una semana compartiendo cama.
—Si, pero…
—Pero nada, somos novios, casi esposos, además —digo parándome frente a ella. —ya me he acostumbrado a tu forma de dormir, tú olor, pero sobre todo despertar contigo, crees que ahora estando aquí los cuatro juntos dejaré que duermas en otra habitación y cama que no sea la mía —la miro a los ojos.
—¿No? —niego.
—No —paso mi mano por su cintura. —vamos a dormir, mañana nos espera un largo día.
—Está bien —la guio a mi habitación.
Nos acomodamos en la cama, la observo por un instante, y cierro los ojos.
—¡Carlos! —abro mis ojos y la miro.
—¿Qué sucede?
—No crees que se ve mal todo esto, siento que cuando todos se enteren que tú y yo estamos juntos y que vamos a tener hijos, siento que me van a señalar, van a pensar que por mi culpa tú y tu exesposa se divorciarón. Todos me verán como la trepadora, rompe hogares y quien sabe que otros apodos me pondrán —llevo mi mano a su rostro.
—¿Y todo lo dicho paso así?
—No, claro que no, una noche juntos nos trajo consecuencias, pero lo demás se dio en el camino.
—Entonces duerme tranquila, que tú no estuviste nada que ver con mi divorcio —le doy un suave beso.
La envuelvo en mis brazos y cierro mis ojos.
Al día siguiente después de desayunar vamos a la oficina.
—Marian, amor voy a la reunión con Ballakit, no tardaré mucho —me acerco a su escritorio y depósito un beso en sus labios.
—Está bien llevare este informe a recursos humanos y vengo a revisar la agenda para programar tus reuniones, y coordinar con el nuevo socio la reunión.
—Cierto lo olvidaba, prográmala para el viernes después del mediodía.
—Si señor Russo —dice sonriendo.
—De acuerdo señora Russo —digo haciendo que se tense. —podrías llegar a serlo, mis minis Russo Valenzuela se portan bien no le den mucho trabajo a mamá —empujo su silla me inclino y beso su vientre.
—Lo siento no he visto nada —me levanto y miro a Erick quien se tapa la cara. —no vi nada lo juro.
—No seas imbécil vámonos.
—Buenos días, Marian, que bueno que regresaste, ya puedo tener a mi secretaria de vuelta.
—Me alegra volver.
—Nos vemos —camino hacia el elevador junto a Erick. —cada vez es más hermosa no lo crees, creo que le sienta bien el embarazo.
—No te pases Erick.
—Solo es un halago, no seas tonto, jamás me metería con la mujer de un amigo. Soy leal hasta la muerte.
—Lo sé —digo palmeando su hombro.
Subimos al auto y conduzco hasta la empresa de Ballakit.
Marian.
Aun no puedo creer todo lo que ha hecho Carlos por mí y por mi hermano, es que si digo que algún día le pagaré no podré pagarle nunca.
Me da cierto temor de que nos vean juntos, no quiero ser señalada por nadie y mucho menos que me tilden de roba maridos, me estremezco de solo pensarlo.
—No, Marian, tú no eres nada de eso no te dejes llevar por esos pensamientos —me digo a misma.
Reviso nuevamente los documentos para verificar que no he olvidado nada, al constatar que todos los papeles están entro al elevador y marco el número del piso al que voy.
Saludo al personal del departamento de recursos humanos y voy con Diana, hablamos un poco de Lucas y su universidad y luego me retiro a mi piso.
—Marian —giro hacia la voz.
—Buenos días, Ramiro —camino hacia el elevador.
—Espera —me toma del antebrazo, levanto las cejas. —Lo siento no fue mi intención.
—¿Qué deseas? —digo safándome de su agarre.
—Te puedo invitar almorzar ahora.
—No gracias.
—Marian, yo solo quiero sentarme hablar contigo, desearía que fuéramos amigos.
—Lo siento Ramiro, pero tú y yo no tenemos de que hablar y tú amistad la verdad no me interesa, pero gracias por el ofrecimiento con permiso que tengas buen día.
—Yo estoy arrepentido por mentirte, no debí utilizarte.
—Descuida Ramiro —marco el botón para que el elevador suba.
—¿No me crees verdad?
—Lo siento, pero no creo en tu arrepentimiento y si lo estas a mí no deberías decírmelo, deberías decírselo a esa pobre mujer que está en tú casa comportándose como la mujer maravilla para que todo en tu hogar este en orden y al día para ti.
—Pero quiero empezar contigo —no sé cuáles son sus intenciones, pero lo mejor es mantener la distancia.
—Adiós —el elevador cierra sus puertas y marco el botón de la última planta.